—La primera globalización comenzó con la creación de los imperios coloniales ibéricos: el forzado contacto intercultural tuvo consecuencias determinantes para la producción de un conocimiento mestizo en torno a la naturaleza.—
El espacio geográfico transmitido por la geografía grecorromana clásica tenía su centro en el mar Mediterráneo y abarcaba unos 180º de Este a Oeste y unos 80º de Norte a Sur. Ptolomeo (siglo II d.C.), como Estrabón siglo y medio antes, habían caracterizado la tierra como una esfera en cuya superficie se distribuían mares y tierras de forma continua. Su obra se difundió en el occidente europeo con el nombre de Cosmografía o Geografía, ya durante un siglo antes de alcanzar su primera edición impresa (como era de esperar, en latín, la lengua de comunicación de ese tipo de conocimiento), publicada en 1475. Pero los viajes de expansión colonial de portugueses y castellanos, iniciados alrededor de esas mismas fechas comenzaron a modificar de manera importante esa representación geográfica de las tierras y los mares del globo.
Las readaptaciones de los modelos clásicos de la Tierra a los nuevos conocimientos geográficos supusieron un reto intelectual, pero también un inmenso desafío práctico para navegantes y colonizadores, así como para los poderes políticos que los enviaban a explorar nuevas tierras, a buscar un paso entre el Atlántico y el Pacífico por el sur del continente americano, o a «descubrir» un continente austral, que, según esos modelos, debía estar necesariamente en alguna parte del sur del globo. No se trataba solamente de textos o de representaciones en dos dimensiones: las naves lusas y castellanas trajeron a Europa occidental noticias que cuestionaban lo que los clásicos siempre habían afirmado: África era circunnavegable, la zona tórrida estaba habitada y existían numerosas islas y un inmenso continente de dimensiones, aún no definidas navegando hacia el Oeste. En pocas décadas, el conocimiento del mundo, de su naturaleza y de sus habitantes fue cobrando una dimensión que, por vez primera, se planteaba a una escala verdaderamente global, desfilando ante los ojos de los navegantes. A Lisboa y a Sevilla llegaban testimonios e informaciones sobre todas estas novedades, pero también plantas, animales, objetos y personas procedentes de esas «cuatro partes del mundo». Esta expresión, según ha señalado el historiador Serge Gruzinski se transformó en un motivo que se plasmó, de manera textual y visual, una y otra vez durante dos largos siglos.
A grandes rasgos, se podría decir que esta primera globalización estuvo marcada desde la óptica de los imperios colonizadores por tres procesos trascendentales e interrelacionados: (1) un empeño de cristianizar el mundo como instrumento irrenunciable para los poderes coloniales europeos, precisamente cuando el continente se enzarzaba en un sangriento enfrentamiento entre católicos y protestantes; (2) la mercantilización de la economía, que giraba en torno a la explotación de los imperios coloniales, la monetización de los intercambios y el desarrollo de una red comercial global cada vez más densa, multipolar e interrelacionada; y (3) la creciente conciencia por parte de las cortes europeas de la enorme importancia que los saberes y las prácticas científicas para el gobierno de los estados y de sus colonias.
No obstante, desde la óptica de las culturas no europeas, esta primera globalización supuso un desafío a la supervivencia, en la vasta gama de posibles respuestas que se movieron entre los polos opuestos de la resistencia y la asimilación. La ingente cantidad de intercambios de conocimientos, técnicas e instrumentos aún no ha sido satisfactoriamente recompuesta y recalibrada por la historiografía de la ciencia, demasiado tiempo sometida a relatos (o big pictures) construidos desde la convicción en la supremacía europea. Actualmente, parece indudable que los conocimientos en torno a la naturaleza, sus producciones y sus transformaciones fueron elaborándose a partir de encuentros múltiples entre europeos y no europeos. Surgió así, desde un principio, un conjunto de saberes mestizo, híbrido, compuesto, del que misioneros y colonizadores se apropiaron, gracias a un occidentalismo militante que quedó plasmado en dos dispositivos inseparables, tal y ha señalado Walter Mignolo: la modernidad y la colonialidad. Tal fue el dispositivo binomial con el que los europeos pretendieron imponerse al resto del mundo globalizado.
Los desafíos planteados por la necesidad de organizar y mantener unos imperios – políticos, religiosos y militares– de enormes proporciones constituyen la clave explicativa fundamental para entender el extraordinario desarrollo de la actividad científica y la técnica en los siglos XVI y XVII. Explorar, explotar, controlar y organizar un imperio colonial, tratar de mantener la hegemonía militar y la unidad religiosa exigieron la movilización de ingentes recursos humanos y materiales. El componente científico y técnico de muchas de estas exigencias explica la presencia de ingenieros, arquitectos, cosmógrafos, pilotos, cartógrafos, ensayadores, médicos, cirujanos, boticarios, destiladores y herbolarios procedentes de todo el mosaico de territorios gobernados o controlados por las políticas imperiales europeas.
Además de los metales preciosos y la monetización económica, las riquezas naturales de las denominadas «Indias» –Orientales y Occidentales– colonizadas por los europeos aportaron también otros elementos de enormes implicaciones. La alimentación de los europeos, asiáticos, americanos y africanos, así como los medicamentos y drogas con los que aliviaban sus enfermedades comenzaron a cambiar con el flujo de los intercambios. Estos intercambios no solo se plasmaron en la intensificación de los flujos comerciales, sino también en la introducción de nuevas plantas y animales, así como en el traslado intercontinental (espontáneo a veces, pero mucho más a menudo forzado) de notables contingentes de población, todo transportado en las naves que protagonizaban un comercio transoceánico cada vez más intenso. La hibridación, por lo tanto, se plasmó en la misma naturaleza, en las alteraciones de los ecosistemas, en los azotes epidémicos y las resistencias inmunológicas de humanos y animales, así como en la fisonomía de los habitantes de las cuatro partes del mundo, debido al tráfico de esclavos, las migraciones y la proliferación de enlaces mixtos.
Nuevas instituciones y corporaciones nacieron para regular, controlar y aprovechar ese comercio, sirviendo además de espacio para la producción y la circulación de los nuevos saberes, técnicas e instrumentos. Primero, la Casa de India en Lisboa, después la Casa de la Contratación en Sevilla; las diversas compañías mercantiles de castellanos, portugueses, italianos, flamencos y alemanes fundadas en estos puertos; y las compañías comerciales de las Indias Orientales en los Países Bajos y en Inglaterra. Los intereses de los inversores, banqueros y traficantes que las integraban estimularon la circulación de bienes, pero también de saberes, teóricos y prácticos, acerca del mundo, la naturaleza y los modos de explotación de la misma. Todo fue convertido en «materia de intercambio», como ha señalado el historiador Harold Cook. De estos intercambios se dará cuenta en próximas entradas de Saberes en acción.
José Pardo Tomás
IMF-CSIC
Cómo citar este artículo:
Pardo Tomás, José. Saberes de un mundo globalizado. Sabers en acció, 2020-12-09. https://sabersenaccio.iec.cat/es/saberes-de-un-mundo-globalizado/.
Para saber més
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Lecturas recomendadas
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Páginas de internet y otros recursos
Una cronología más completa de la expansión geográfica europea. Disponible en este enlace.
Una edición digital del códice de la Universitat de València que contiene el texto de la Cosmographie de Ptolomeo, hecho entre 1460 y 1477. Disponible en este enlace.
Diario del primer viaje de Vasco de Gama a la India. Disponible en este enlace.
Textos de Cristóbal Colón sobre tres de sus cuatro viajes. Disponible en este enlace.
Dos proyectos sobre los imperios y la expansión colonial europea. Disponible en este enlace.
Una bibliografía comentada sobre ciencia e imperios coloniales ibéricos preparada por Brian Jones y Jorge Cañizares en 2017. Disponible en este enlace.