—De la prevención de la enfermedad mental a la promoción del bienestar emocional.—
El 19 de mayo de 1917, el médico madrileño Gonzalo Rodríguez Lafora pronunció una conferencia con el título de “Higiene mental” en el Ateneo de Madrid. En ella, se congratulaba de que ya habían pasado aquellos tiempos en los que nadie se “preocupaba del cerebro” y, sobre todo, de “cómo perfeccionarlo, cómo dirigir su desarrollo psíquico, cómo compensar los disgustos por sublimaciones, cómo aplicar mejor sus capacidades intelectuales y, en fin, cómo evitar que se altere o perturbe en su función”. Tras defender la necesidad de “leyes de esterilización como las adoptadas en algunos Estados de Norteamérica” para “dominar la amenazante propagación de la deficiencia mental”, Lafora propugnaba el “psicoanálisis de uno mismo” como un “entrenamiento utilísimo para la higiene mental”, a la vez que definía la locura como “una falta de adaptación al medio […] provocada por una adversidad o por una lesión nerviosa”. Por ese motivo, señalaba, los modernos mentalistas estaban llegando a la conclusión de que “los sanatorios para enfermos de la mente no deben ser lugares de reclusión, […] sino centros que hagan más fácil esta adaptación acortando la distancia que separa a estos enfermos de la comunidad”.
Esta conferencia constituye uno de los primeros testimonios de la llegada a España de una nueva visión de la psiquiatría que aspiraba no solo a reformar las instituciones asistenciales y el rígido marco legal que regulaba su funcionamiento, sino a traspasar los muros del manicomio y desempeñar un papel de privilegio en el vasto programa de intervención diseñado entonces por las disciplinas emergentes de la higiene y la medicina social. Lafora, que había completado unos años antes su formación neurológica y psiquiátrica en Alemania y los Estados Unidos, se hallaba muy familiarizado tanto con la clínica neuropsiquiátrica germana como con las actividades del incipiente movimiento norteamericano de higiene mental, de manera que en su alocución se encontraban ya perfectamente delineados los elementos distintivos del nuevo paradigma: el énfasis en la prevención y la atenuación de la “carga colectiva” representada por la enfermedad mental –adoptando en su caso medidas de corte eugenésico–, la necesidad de transformar y diversificar las estructuras asistenciales –creando sobre todo dispositivos de atención y seguimiento extramanicomial– y la difusión masiva de una serie de pautas de higiene psíquica que debían permitir a los individuos conducirse con solvencia por los vericuetos de la vida moderna y mantener un equilibrio mental amenazado por doquier.
Tal como se ha apuntado, los Estados Unidos constituyeron la cuna y el foco de irradiación de esta nueva preocupación por la “higiene mental”, término que fue acuñado por el psiquiatra de origen suizo Adolf Meyer, catedrático de la especialidad en la prestigiosa Escuela de Medicina Johns Hopkins de Baltimore. En colaboración con Clifford Beers, un hombre de negocios que había denunciado las miserables condiciones de los manicomios en los que había estado internado a causa de una crisis nerviosa, Meyer promovió en 1909 la fundación de un Comité Nacional de Higiene Mental. Y, rápidamente, esta iniciativa fue emulada en la mayor parte de los países occidentales, hasta el punto de que cuando en 1930 se celebró en Washington el Primer Congreso Internacional de Higiene Mental ya existían organizaciones similares en más de 25 países.
Ese fue el caso en España, donde el llamamiento inicial de Lafora impulsó las gestiones conducentes a la creación de la Asociación Española de Neuropsiquiatras (1924) y, sobre todo, de la Liga Española de Higiene Mental (1927). Hasta el inicio de la Guerra Civil, y en un clima de notable efervescencia corporativa, este movimiento reforzó la presencia de los psiquiatras españoles en los foros internacionales, promovió la edición de publicaciones divulgativas y llevó a cabo numerosas campañas informativas (las llamadas “Semanas de Higiene Mental”) en torno a la naturaleza, el tratamiento y la profilaxis de las enfermedades mentales. De este modo, y gracias al apoyo institucional prestado por el Consejo Superior Psiquiátrico y la Sección de Psiquiatría e Higiene Mental de la Dirección General de Sanidad (que propició en 1931 una importante reforma del marco legal de los internamientos psiquiátricos e instaló los primeros dispensarios locales de higiene mental), sus actividades contribuyeron decisivamente a que la medicina mental española alcanzara en los años de la Segunda República un grado de legitimación científica, madurez profesional, proyección social y reconocimiento político desconocido hasta entonces.
Tras la Guerra Civil y el exilio de algunas figuras destacadas, la Liga Española de Higiene Mental cesó prácticamente su actividad y el discurso de los psiquiatras más identificados con el nuevo régimen de Franco se limitó inicialmente a postular una identificación estricta entre la religiosidad tradicional, el nacionalismo conservador, el orden público y el equilibrio psíquico individual. No obstante, y a pesar de su actitud extremadamente hostil con respecto al movimiento pro-higiene mental del periodo republicano, algunas de las iniciativas más destacadas de este último se mantuvieron o reactivaron tímidamente al cabo de unos años. En consecuencia, a lo largo de las décadas de 1940 y 1950 prosiguió la creación de dispensarios en las capitales de provincia del país, se recuperaron los vínculos internacionales de los profesionales españoles y se desarrollaron (especialmente en Barcelona) actividades periódicas destinadas a reforzar los conocimientos psicopatológicos de los médicos generales y los sectores más instruidos de la población.
En cualquier caso, a partir de ese momento los planteamientos de los psiquiatras se vieron cada vez más influidos por los nuevos conceptos de salud mental, psiquiatría social y asistencia comunitaria impulsados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos como la Federación Mundial de Salud Mental (WFMH, por sus siglas en inglés), creada en Londres en 1948. De este modo, los presupuestos de la higiene mental, dirigidos esencialmente a la profilaxis de la locura en el marco de una serie de políticas intervencionistas de mejora colectiva y defensa social, fueron transformándose a partir de la década de 1960 en un proyecto que aspiraba a promover el desempeño psicosocial y el bienestar emocional de los individuos en el contexto de unas retóricas de la salud y unas redes de atención crecientemente socializadas.
Frente al énfasis tradicional de la higiene mental en la dimensión colectiva de la enfermedad mental y su recurso al hospital especializado y el dispensario como dispositivos emblemáticos de las grandes campañas sanitarias de la primera mitad del siglo XX, la nueva comprensión de la salud mental centraba así sus objetivos en la promoción del equilibrio afectivo y relacional del individuo, subrayaba la importancia etiológica de la crianza y el ambiente social y postulaba la necesidad de una tupida red asistencial que permitiera intervenir en buena parte de los aspectos de la vida humana. Así lo explicaba en 1959 Ramón Sarró Burbano, catedrático de la Universidad de Barcelona y uno de los primeros psiquiatras españoles que asimiló y promovió la difusión del nuevo modelo: “el concepto de psiquiatría ha cambiado y ya no es una especialidad médica circunscrita a las formas graves de desajuste con el ambiente. Dichos trastornos son sólo un capítulo de la nueva psiquiatría, que después de la obra de Freud, se inspira en el concepto de salud mental que ha dado la OMS, un estado de perfecto bienestar físico, psicológico y social. Siempre que el individuo se halle por debajo de este estado […] cae bajo la jurisdicción de la moderna psiquiatría”.
Como es sabido, el paulatino despliegue de este ideario ha conducido en las últimas décadas a una expansión incontrolada de la demanda de servicios psiquiátricos y psicoterapéuticos y a la cristalización de unos discursos y prácticas que amenazan con no dejar ninguna faceta de la existencia fuera del alcance de la mirada psicopatológica. Pero, más allá de las grandes transformaciones que ha propiciado la implantación de la nueva cultura de la salud mental comunitaria (sin ir más lejos, el ocaso definitivo de los viejos manicomios), el desplazamiento de la higiene a la salud mental puede entenderse en el marco de las recientes mutaciones experimentadas en el ámbito de las técnicas de gobierno, control social y subjetivación. Así, y tal como ha sugerido el sociólogo británico Nikolas Rose, mientras las medidas propugnadas por la higiene mental eran deudoras de una mentalidad disciplinaria y tutelar (y, por tanto, de una “biopolítica interventora” centrada en la gestión de riesgos y la conservación de la salud como un compromiso recíproco del Estado y el individuo), la búsqueda de la salud mental constituye un correlato muy significativo de la “gubernamentalidad neoliberal” de nuestros días, que requiere la optimización de unos individuos obligados a cultivar permanentemente los (problemáticos) imperativos de la autonomía, la responsabilidad, la autorrealización y el crecimiento interior.
Enric Novella
IILP-UV
Para saber más
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Lecturas recomendadas
Dowbiggin, Ian R. The Quest for Mental Health: A Tale of Science, Medicine, Scandal, Sorrow and Mass Society. Cambridge: Cambridge University Press; 2011.
Novella, Enric J.; Campos, Ricardo. From mental hygiene to mental health. Ideology, discourses and practices in Franco’s Spain (1939-1975). History of Psychiatry. 2017. 28(4); 443-459.
Estudios
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Fuentes
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Páginas de internet y otros recursos
H-MADNESS. Blog con abundante información sobre novedades bibliográficas, recursos y actividades relacionadas con la historia de la psiquiatría [Accedido 10 Nov 2020]. Disponible en este enlace.
Martínez Azumendi, Óscar. Blog “Imágenes de la psiquiatría. Usos y utilidades de la fotografía en el ámbito psiquiátrico” [Accedido 10 Nov 2020]. Disponible en este enlace.
Portal de la Federación Mundial de Salud Mental (WFMH). [Accedido 9 Dic 2020]. Disponible en este enlace.
Portal de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS). [Accedido 9 Dic 2020]. Disponible en este enlace.