—La exposición pública de la naturaleza en la Barcelona de principios de siglo XX muestra que la divulgación científica está impregnada de los valores cívicos y morales de sus promotores.—

 

Apenas comenzado el siglo XX, el parque de la Ciutadella de Barcelona se transformó en un magnífico escaparate de la ciudad para mostrar una naturaleza fascinante y moderna a los públicos urbanos de la época. Se vieron mamuts, ballenas y otras formas de vida poco conocidas. Esta fauna “exótica” servía de reclamo de un programa de divulgación más amplio para dar a conocer la diversidad natural “autóctona”, con ejemplares de rocas y de animales de todo el territorio catalán. Este despliegue de la naturaleza “catalana” en pleno centro de un parque urbano no era fruto de la casualidad. Respondía a la gran vitalidad experimentada por las ciencias naturales durante los primeros años de siglo, un desarrollo favorecido por la llegada del catalanismo político a las instituciones. Las exposiciones científicas organizadas en este espacio “verde” de la ciudad estaban impulsadas por un sector de los naturalistas barceloneses, de perfil católico, catalanista y conservador, los cuales vieron en el parque un lugar privilegiado para divulgar la ciencia. Representaban una ideología bastante alejada de la que había defendido el catedrático de historia natural de la Universitat de Barcelona Odón de Buen (1863-1945) en otros lugares de la ciudad. Ahora bien, ¿la ideología “conservadora” de estos naturalistas se podía plasmar en una actividad aparentemente “neutra” como la divulgación científica?

Escultura del mamut en fase de construcción, 1907. Archivo del Museo Geológico del Seminario Conciliar de Barcelona.

Mediante tres ejemplos se verá que, en efecto, la ideología se materializó en las instalaciones científicas del parque. A la hora de hacer la escultura de un mamut, de exponer un centenar de grandes bloques de roca o de mostrar la riqueza piscícola del país, el pensamiento científico no se pudo desvincular de la mentalidad de unos naturalistas con estrechos vínculos con la burguesía y la Iglesia. La intervención museística para divulgar las ciencias naturales en el espacio público incluyó algo más que ciencia y naturaleza. También reflejaba ideas y valores sobre la sociedad, la ciudad y el país. El programa de divulgación lo impulsó la Junta de Ciencias Naturales, organismo autónomo del Ayuntamiento de Barcelona, y se puso en marcha tras su constitución en septiembre de 1906. Compuesta por representantes políticos y científicos, la Junta estaba encabezada por figuras de talla internacional como Jaume Almera (1845-1919), canónigo y catedrático de geología del Seminario Conciliar de Barcelona, y otras en alza como Norbert Font i Sagué (1874-1910), también geólogo y clérigo. Uno de los rasgos distintivos de su concepción de la naturaleza, predominante en la Junta, es que estaba estrechamente ligada al hecho nacional y a la verdad católica. La voluntad manifiesta era dar a conocer la naturaleza mostrándola “tal como es”, o tal como se la encontraría en el lugar de origen. Pero esta “naturaleza” estuvo siempre impregnada de consideraciones de tipo moral, político y económico.

La primera iniciativa que llevó a cabo la Junta de Ciencias Naturales fue el proyecto de reproducciones a escala natural de grandes mamíferos extinguidos. Se quería dar a conocer la fauna del pasado geológico de la Tierra. El proyecto se inspiraba en las esculturas de dinosaurios del Crystal Palace de Sydenham, un distrito de la ciudad de Londres. La Junta adaptó esta exposición en clave identitaria con reproducciones de especies de las que se habían encontrado fósiles en Cataluña. Sin embargo, la única escultura que se llegó a ejecutar y que hacía revivir así la fauna pretérita “catalana”, fue la del mamut, que todavía hoy se conserva en el parque. La escultura de aquel elefante del cuaternario mostraba a los barceloneses de principios de siglo XX el aspecto de “una gran bestia antediluviana”, según el semanario satírico La Esquella de la Torratxa, del 13 de septiembre de 1907. De hecho, la prensa contribuyó de manera decisiva a construir la imagen pública del animal. En este caso, el término “antediluviano”, de uso bastante extendido en esos años, es importante porque sus impulsores lo empleaban precisamente para explicar la extinción como resultado del episodio bíblico del diluvio. Almera y Font i Sagué defendían una postura dentro de la Iglesia que, alejándose de las posiciones más integristas, intentaba conciliar los adelantos de la paleontología moderna con las Sagradas Escrituras. Era la manera en la que, desde hacía décadas, la Iglesia catalanista había querido mantener su influencia en la esfera pública. El mamut probablemente era el resultado más visible y el testimonio más representativo de esa mentalidad. A principios del siglo XX, el elefante “antediluviano” cobró nuevamente vida gracias a un procedimiento innovador: el cemento armado. Por esas fechas este nuevo material se utilizaba en grandes obras de construcción, pero todavía no había sido introducido plenamente en la ciudad. Con su uso, la Junta quería subrayar la modernidad de su programa y, como contrapartida, servía a la burguesía industrial para mostrar públicamente el potencial del nuevo material para su uso urbano. El mamut ligaba, de modo tan singular, ciencia y ciudad. El hecho permite recordar que técnicas innovadoras, como el cemento armado, pueden estar al servicio de ideologías conservadoras.

Detalle de la colección petrográfica ante el Museo Martorell, 1909. La Esquella de la Torratxa, 8 de enero de 1909, p. 30. Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.

La segunda iniciativa que la Junta puso en marcha, a principios de 1907, fue la exposición de una colección de grandes bloques de roca. En poco más de tres años, logró más de un centenar de ejemplares procedentes de toda la geografía catalana. El proyecto tenía un marcado carácter nacionalista. La colección de rocas al aire libre pretendía ser un muestrario de los recursos geológicos de Cataluña y presentar así los cimientos sobre los cuales se debía construir un país moderno. La mayor parte de las rocas expuestas en el parque procedían de las canteras de todo el territorio catalán. Los donantes eran miembros de la burguesía, con personalidades como Eusebi Güell i Bacigalupi (1846-1918), el marqués de Marianao, Salvador de Samà i Torrens (1861-1933) y el arquitecto Pere Falqués i Urpí (1850-1916). También figuraban entre estos donantes industrias emergentes como la sociedad “Obras y Construcciones” y la compañía de los ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y a Alicante. El gesto de donar un bloque era prueba de la buena sintonía entre donantes y naturalistas. Además, se hacía patente quién tenía acceso a los recursos naturales y quienes, de facto, estaban construyendo el país. Pero no fueron los propietarios burgueses los que extrajeron la roca de la montaña, ni tampoco los que la cortaron, pulieron y transportaron hasta el parque. Para realizar la exposición hizo falta el trabajo de todo un equipo humano “invisible”, de picapedreros, transportistas y artesanos de la piedra, que tenían un contacto íntimo con el recurso geológico y, en cambio, un acceso efectivo muy limitado al mismo. Las rocas que manipulaban enseguida pasaban de sus manos a otras, hasta que llegaban a colocarse encima del pedestal y, de forma más habitual, hasta que llegaban a su destino en la ciudad para usos varios. Estos trabajadores, como el resto de sectores de la clase obrera, justamente durante estos años estaban luchando por la defensa de condiciones laborales más dignas de las que les daban sus patronos, lo que fue causa de numerosos conflictos, también a pie de cantera. Durante la Semana Trágica, la gran revuelta que vivió Barcelona en el mes de julio de 1909, la colección de bloques del parque pareció pasar desapercibida en medio de la violencia. No obstante, hay un elemento clave de aquella protesta colectiva con la que estuvo conectada de rebote: los adoquines usados para levantar barricadas en las calles procedían de aquellas mismas canteras y de aquellos mismos propietarios, que las empleaban para pavimentar la ciudad. La Junta quería presentar una “naturaleza” que, gracias a la ciencia, tenía que contribuir a construir una capital digna de un país moderno. Aquel trágico episodio, sin embargo, hizo añicos la imagen feliz de progreso y, de hecho, supuso un punto de inflexión en su programa de divulgación de las ciencias naturales.

1916/57. Postal con una vista del Laboratorio Ictiogénico del Parque Zoológico, 1909. Fondo de imágenes del Museo Darder de Banyoles.

La tercera iniciativa de la Junta fue la Exposición de Piscicultura y Pesca organizada en 1912 en los jardines y en el edificio del Castell dels Tres Dragons, que había sido el café-restaurante de la Exposición Universal de 1888. Era la culminación de un programa piscícola más amplio, iniciado tres años atrás en el Laboratorio Ictiogénico del Parque Zoológico. Su director, Francesc Darder (1851-1918), con el apoyo de la Junta, había creado esta instalación científica con el objetivo de criar y reproducir especies de peces para repoblar ríos y lagos de Cataluña. Las repoblaciones masivas de peces se materializaron a través de las “fiestas del pez”. La primera se celebró en el lago de Banyoles y la siguieron otras entre 1910 y 1915, en localidades como Terrassa, Manresa, Torelló, Roda de Ter y Ripoll. Las localidades correspondían a zonas industrializadas donde las condiciones de trabajo eran cada vez más penosas. La fascinación piscícola, por lo tanto, fue sembrada en un terreno de alta conflictividad social. Se quería promover un ocio sano e instructivo, tan alejado de la taberna como de las ideas revolucionarias. Contó con un gran despliegue de medios, movilizó a distintas entidades (asociaciones de pesca, escuelas) y contó con un público concurrido.

1916/58. Postal fotográfica. Interior de la exposición de Piscicultura y Pesca de Barcelona, 1913. Fondo de imágenes del Museo Darder de Banyoles.

La Exposición de Piscicultura y Pesca de Barcelona generó mucha expectación. La Junta quería mostrar con toda la pompa los resultados de aquel programa. Contaba con tres secciones diferenciadas: el acuario, las piscinas para peces y la exposición de aparatos y artefactos relacionados con la piscicultura y la pesca, donde figuraban desde esponjas a remos, cañas de pescar y redes, y desde maquinaria hidráulica a indumentaria para pescadores, todo ello procedente de más de una cuarentena de empresas. Se celebró tres años después de la Semana Trágica y, en primer lugar, viajó por todo el territorio catalán gracias a las fiestas del pez. Estos hechos hacen pensar que, con el programa piscícola, la Junta había querido contribuir a la pacificación social mediante la acción moralizadora, como forma de rearme clerical, una de las medidas que las élites burguesas desarrollaron para evitar la repetición de movimientos revolucionarios como los relacionados con la Semana Trágica.

1916/65. Postal fotográfica de los viveros de la Exposición de Piscicultura y Pesca de Barcelona, 1913. Fondo de imágenes del Museo Darder de Banyoles.

En definitiva, todo apunta a que la Junta, con su actuación en el parque, pretendía mostrar una naturaleza moderna y cívica, fundamentada en valores de la burguesía, bajo la pretensión de impulsar el progreso urbano y la construcción nacional. Condicionada por las circunstancias, sin embargo, la Junta dio un giro en la manera de divulgar la ciencia, de modo que implicó a otros protagonistas y actores sociales para reforzar su posición pública en una situación de gran conflictividad social. Los ejemplos también indican con claridad que el parque no era ajeno a la realidad social circundante. Por el contrario, era un espacio permeable y dinámico con capacidad de adaptarse a los acontecimientos del momento.

 

 

Laura Valls Plana
Investigadora independiente

 

Para saber más

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Lecturas recomendadas

Hochadel, Oliver; Valls Plana, Laura. De Barcelona a Banyoles: Francesc Darder, la història natural aplicada i la Festa del Peix. A: Dels museus de ciències del segle XIX al concepte museístic del segle XXI. Cent anys del Museu Darder de Banyoles. 2017; 23-41.

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Páginas de internet y otros recursos

Ruta científica «Historias naturales en Ciutat Vella» (SCHCT). Disponible en este enlace.

Vídeo «Un mamut al parc», premiado en la XIII Trobada de la Societat Catalana d’Història de la Ciència i la Tècnica (Sant Feliu de Guíxols, 26-28 Septiembre 2014). Disponible en este enlace.

Vídeo «Et descobrim la història del mamut de la Ciutadella» en Betevé (Octubre 2020). Disponible en este enlace.