—Existen manuales de historia de la ciencia, la tecnología y la medicina desde hace más de dos siglos. Sus contenidos y estructura han cambiado según las tendencias historiográficas, también en los últimos años.—
En 1993 se publicó un número especial de la prestigiosa revista British Journal for the History of Science bajo el título “The Big Picture”. James Secord, editor del volumen, consideraba “escandalosa” la falta de manuales actualizados para la educación universitaria en historia de la ciencia. Esta situación comportaba que “estudiantes y público lector debían enfrentarse a libros con imágenes desfasadas, con poco espacio para las conclusiones de las nuevas investigaciones históricas”. En efecto, las nuevas investigaciones de los años setenta y ochenta habían introducido problemas, personajes y escenarios poco habituales en los manuales de las décadas anteriores: ciencia y género, los públicos y la esfera pública, la cultura material y visual, las nuevas geografías de la ciencia, etc. Incorporar estas cuestiones en los manuales de historia de la ciencia, la medicina y la tecnología no ha sido asunto fácil.
Existe una larga tradición histórica referente a la ciencia, la tecnología y la medicina con un pleno desarrollo en forma de tratados, diccionarios biográficos e incluso revistas especializadas desde el siglo XIX. Estos trabajos produjeron una gran cantidad de obras destinadas a la enseñanza o que surgieron de la actividad pedagógica de sus autores. Ya en el siglo XX es habitual mencionar diversas efemérides relacionadas con George Sarton (1927-1948) y Henry Sigerist (1891-1957) como punto de partida de la plena institucionalización de las investigaciones acerca de la historia de la ciencia y la medicina: creación de sociedades profesionales, revistas académicas, docencia reglada en universidad, tratados y manuales, congresos, celebraciones y memoria compartida, etc.
En su gran tratado, George Sarton defendió una “historia general de la ciencia” que superara la historia por disciplinas. Pretendía presentar “todas las ramas científicas” con “sus relaciones mutuas”, las cuales son “frecuentes y complicadas” (Sarton, 1968). Su obra está organizada en torno a períodos marcados por grandes genios, relativamente fáciles de identificar, todo lo contrario que “las personalidades de segundo orden”, que Sarton consideraba de pertinencia más discutible para un relato general. Por otra parte, aunque adoptó una visión amplia del conjunto de saberes susceptibles de ser revisados, pensaba que no debía dedicarse demasiado tiempo a la historia de la “superstición y la magia” porque no ayudaba a “entender el progreso humano”. En lo referente a sesgos “raciales, nacionales, religiosos o científicos”, Sarton afirmaba no tener ninguno, salvo “contra las personas irreligiosas”. “Tengo poca paciencia con esa gente”, ironizaba Sarton, “pero no creo que me encuentre a nadie así en tiempos antiguos y medievales”. En efecto, su tratado, con aspiraciones enciclopédicas, se limitó a las épocas más remotas y no pudo continuarse tras el volumen dedicado a la Edad Media (Sarton, 1927).
Por su parte, el historiador suizo Henry Sigerist desempeñó en Estados Unidos un papel en el terreno de la historia de la medicina semejante al de Sarton en el de la historia de la ciencia. Protagonizaron diversas polémicas acerca de las relaciones entre estas dos especialidades y su grado de institucionalización (Sarton, 1935; Sigerist, 1936). De hecho, el manual de Sigerist era muy diferente a la enciclopedia de Sarton y se publicó a mediados del siglo XX (Sigerist, 1951). Todavía fue más influyente y reeditado su libro Civilization and Disease, producto de sus conferencias en Cornell en 1940 (Sigerist, 1970). Una parte de la polémica entre Sigerist y Sarton estaba relacionada con el diferente grado de institucionalización de la historia de la ciencia y la medicina. Al contrario que la primera, con pocos espacios académicos para la investigación y la docencia, la historia de la medicina se encontraba bien asentada en las universidades, con su centro en las facultades de medicina. En 1925, Sigerist mencionaba 63 cátedras a lo largo de Estados Unidos (9 cátedras) y Europa, con particular presencia en Alemania (15) e Italia (8). Este contexto creó las condiciones para la publicación de grandes tratados y manuales como los de Max Neuburger (1868-1955) y Julius Pagel (1902-1905), Arturo Castiglioni (1927) o Fielding H. Garrison (1913).
El médico militar Fielding H. Garrison fue también pionero en documentación médica con su famoso Index-Catalogue of the Library of the Surgeon General’s Office. Apoyado en esta herramienta, el manual ofrecía, con un gran aparato crítico, un recorrido por las principales etapas, biografías de médicos, una cronología y un conjunto de preguntas para la evaluación del estudiantado. Tuvo numerosas reimpresiones y reediciones con adendas y fue traducida a diversos idiomas, incluyendo el castellano por Eduardo García del Real, en 1921. En el prólogo a su cuarta edición, Garrison señalaba la incorporación de una nueva sección dedicada a la medicina prehistórica y otra a la medicina más reciente del siglo XX, un tema complejo donde afirmaba haber hecho un esfuerzo extraordinario, tanto para describir las nuevas tendencias como para “hacer justicia a la medicina reciente de Rusia, Italia, España y los países de América Latina” (Garrison, 1929).
No todos los manuales de historia de la medicina y de la ciencia adoptaron esta perspectiva global. En Inglaterra, otra obra muy popular, en un grueso volumen con numerosas ilustraciones, fue realizada por Charles Singer en 1928. Fue posteriormente reeditada en los años sesenta por su discípulo Edward Ashworth Underwood, que fue director del Wellcome Institute for the History of Medicine. Aunque comienza en épocas prehistóricas, los apartados dedicados a períodos antiguos y medievales son muy reducidos, para centrar más de tres cuartas partes en los desarrollos del siglo XIX en Europa y Estados Unidos, sin apenas referencias a otros lugares del mundo (Singer, 1962).
A mediados del siglo XX aparecieron obras de tono más enciclopédico como la Geschichte der Medizin (1949-1955) de Paul Diepgen, la Histoire Générale des Sciences editada por Réné Taton (1957-1964), la Histoire Générale des Techniques (1962-1978) editada por Maurice Daumas o su equivalente anglosajón A History of Technology (1954-1958), editado por Charles Singer y otros especialistas. En castellano, además de las correspondientes traducciones, se pueden citar desde las enciclopedias de Aldo Mieli y Desiderio Papp, publicadas por la editorial Austral entre 1954 y 1961, hasta la Historia Universal de la Medicina dirigida por Pedro Laín Entralgo en la editorial Salvat entre 1972 y 1974. Aunque con la pretensión de universalidad, el peso fundamental de estas obras estaba situado en las contribuciones realizadas en Europa, si bien existían importantes capítulos o incluso secciones para otros territorios. Por ejemplo, en la enciclopedia dirigida por Laín Entralgo había numerosas secciones en su primer volumen dedicadas a la medicina en Oriente Medio, la América precolombina, la India o Asia (China, Japón, Corea), junto con los apartados dedicados a la paleopatología y la “medicina de los actuales pueblos primitivos”. El resto de los seis volúmenes, sin embargo, estaban centrados en el desarrollo de la medicina en Europa y Estados Unidos, con apartados dedicados a “las ciencias básicas” y otros a las diversas ramas y especialidades de la medicina (Laín Entralgo, 1972).
Laín Entralgo también publicó un pequeño manual de historia de la medicina con diversas versiones desde los años sesenta (Laín Entralgo 1963). Otros ejemplos de obras de reducido tamaño fueron los populares Short History of Technology (1960) de T. K. Derry y Trevor I. Williams o la Kurze Geschichte der Medizin de Erwin H. Ackerknecht (1959). Esta obra inspiró trabajos posteriores, entre ellos las diversas versiones de la historia de la medicina publicada por José María López Piñero, tanto para sus estudiantes como para el gran público, en diversos formatos, que se convirtieron en obras populares en ámbitos hispanoparlantes (López Piñero, 1981, 1989). Aunque basado en estos relatos anteriores, y con una fuerte influencia de la obra de Laín Entralgo, este popular manual incorporó nuevos apartados dedicados a la historia de las enfermedades, la historia social de la medicina y la asistencia médica (López Piñero, 2000, 2002).
En el último tercio del siglo XX, la consolidación de la enseñanza de la historia en carreras científicas y en cursos dirigidos propició la aparición de nuevos manuales, más o menos actualizados con las nuevas tendencias historiográficas. Tuvieron mucha circulación los volúmenes editados por Roy Porter en la colección Fontana History of Science en la década de 1990 y que estaba organizada por disciplinas: astronomía (John North), química (William Brock), ciencias ambientales (Peter Bowler), etc. Con un tamaño más reducido, apareció en castellano la colección de breves volúmenes con una gran variedad de temas de historia de la ciencia, la tecnología y la medicina publicados por la editorial Akal en los años noventa (Puerto Sarmiento, 1991).
En esas décadas finales del siglo XX se produjo la gran transformación de la historiografía descrita en otros apartados de Sabers en acció. Los nuevos trabajos de sociología y antropología de la medicina crecieron en un contexto marcado por los debates del postmodernismo y el socioconstructivismo. El desarrollo de los estudios sociales sobre la ciencia y la tecnología (STS) introdujo nuevas líneas de colaboración más o menos intensas. Los estudios de género señalaron la necesidad de rescatar nuevos personajes y escenarios invisibles, así como evitar sesgos de todo tipo con nuevas miradas más integradoras. El interés por los contextos locales y la circulación de la ciencia introdujo nuevos escenarios geográficos poco tratados anteriormente. Todas estas transformaciones se entremezclaron con sucesivos turns que aglutinaron, con más o menos fortuna, estudios en determinados campos bajo etiquetas como el giro lingüístico, espacial, visual, material, etc.
Por esos años, diversos manuales marcaron las aspiraciones de ruptura mediante nuevos casos, personajes y perspectivas, aunque sin producir grandes relatos alternativos. Un ejemplo temprano, más cercano a los estudios STS, es el libro Science in Action, que era una temprana presentación de la teoría actor-network de su autor (Latour, 1987). Dentro de esta línea de fuerte interacción entre estudios STS e historia se encuentran los manuales “Golem” publicados por los sociólogos Harry Collins y Trevor Pinch dedicados a la ciencia (1994), la medicina (2008) y la tecnología (2014).
Muchas de estas obras seguían estando centradas en espacios occidentales, con un marcado sesgo eurocéntrico, a pesar de que existieran obras enciclopédicas como las de Joseph Needham y su equipo de investigadores acerca de la ciencia y la medicina china, un proyecto que produjo obras reducidas dirigidas al gran público (Needham, 1974, 1977). En 1997 se publicó una gran enciclopedia dedicada a la historia de la ciencia, la tecnología y la medicina en contextos no occidentales. Su editora, Helaine Salin, reconocía que había mucha producción académica en este sentido, aunque pocas obras de conjunto dirigidas al gran público. De hecho, en 1992 Salin recopiló más de ochocientos libros bajo la etiqueta “Science Across Cultures”. Con estas obras, y la ayuda de un equipo de más de trescientos especialistas de todas las partes del mundo, pudo elaborar un gigantesco volumen con más de seiscientas entradas, agrupadas por materias y por zonas geográficas. Esperaba que su obra sirviera para mostrar que “la ciencia no está limitada a una pequeña fracción del mundo” (Selin, 1997).
La producción de obras de historia global de la ciencia, la tecnología y la medicina ha seguido hasta fechas recientes, tal y como se verá en el siguiente apartado. El interés del público por estos nuevos relatos queda reflejado en el éxito editorial de las obras, así como en la gran cantidad de producción realizada por divulgadores y científicos de diverso tipo. Estas últimas obras, ajenas a los cambios historiográficos aquí mencionados, han proliferado como negocios editoriales hasta el presente. Un ejemplo es la serie “Esto no estaba en mi libro de…” de la editorial Almuzara, que ha impreso recientemente numerosas historias de la ciencia, la toxicología o las matemáticas, bajo el señuelo de recuperar temas silenciados en manuales tradicionales. Nada de esto ocurre, dado que las personas que firman estos libros son desconocedoras de las investigaciones en estos temas y de los cambios historiográficos antes señalados (Simón, 2019). Algo similar ocurre en muchas biografías populares de autores como Newton, Lavoisier, Darwin o Mendeléiev, que repiten los tópicos habituales para convertirlos en santos laicos o profetas de la modernidad (Bertomeu Sánchez, 2019).
La persistencia de estos relatos se observa tanto en el escenario editorial internacional como en el ciberespacio. La producción es enorme y domina la información acerca de la historia de la ciencia en la esfera pública, con fenómenos editoriales como las obras de la periodista Dava Sobel acerca de la historia de la longitud, la revolución copernicana o la hermana de Galileo (Miller, 2002). Dentro de este terreno hay que situar también las incursiones de científicos famosos o intelectuales influyentes en terrenos espinosos como la revolución científica o el significado de la Ilustración (Shapin, 2015). Aunque existen honrosas excepciones, lo habitual es que se trate de obras realizadas desde la ignorancia de las fuentes primarias indispensables o la literatura secundaria más elemental. Suelen ser relatos de progreso, trufados de afirmaciones sin fundamento alguno, a menudo al servicio de ideologías hegemónicas, pero con gran circulación gracias al gancho editorial de sus autores. En su reseña de una obra de este tipo, el historiador John Heilbron concluye que “las personas de formación científica que escriben historia sin dominar los principales hechos relevantes demuestran que no se toman en serio su trabajo histórico”. Y se pregunta “¿por qué deberíamos tomarlos en serio sus lectores?” (Heilbron, 1998). Esta situación contrasta con gran parte de la tradición histórica de los siglos XIX y XX, cuando los grandes tratados de historia de la ciencia, la tecnología y la medicina eran escritos por profesionales de estas áreas que se tomaban muy en serio su tarea para dejar así un conjunto de obras relevantes para la comunidad científica de su tiempo e indispensables para las investigaciones posteriores.
José Ramón Bertomeu Sánchez
IILP-UV
Cómo citar este artículo:
Bertomeu Sánchez, José Ramón. Manuales (I): Relatos con una larga tradición. Sabers en acció, 2022-11-02. https://sabersenaccio.iec.cat/es/manuales-i-relatos-con-una-larga-tradicion/.
Para saber más
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Lecturas recomendadas
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