—Controversias que circulan dentro y fuera del mundo académico.

 

En los años treinta del siglo XX, el médico-historiador Ludwik Fleck (1896-1961) definió una especie de “gradiente” de la controversia en la literatura científica. Según Fleck, los debates son intensos entre especialistas que trabajan en territorios más avanzados de la investigación. En este “núcleo duro” es habitual encontrar saberes en disputa que, por regla general, aparecen en forma de controversias especializadas en revistas académicas y sesiones de instituciones científicas, muchas veces con un lenguaje esotérico y solamente comprensible para las personas formadas en la disciplina correspondiente. Debido a las cuestiones técnicas tratadas, este tipo de controversia tiene pocas posibilidades de salir fuera del círculo cerrado de especialistas. A medida que se pierde especialización, los saberes científicos se presentan de forma más apodíctica y categórica, sin dejar margen a interpretaciones alternativas, las cuales solamente aparecen para señalar errores o teorías olvidadas del pasado. De este modo, siempre según la interpretación de Fleck, las controversias son raras en los manuales de ciencias y, mucho menos, en gran parte de la literatura de divulgación, donde la ciencia aparece generalmente como un saber firme e indiscutible. Este proceso de enmascaramiento del debate, que se produce en las obras didácticas y divulgativas, explica la visión de la ciencia como un conjunto de saberes consensuados.

Fotografía de un ático con placa conmemorativa que recuerda el lugar en el que Louis Pasteur realizó algunos de sus experimentos acerca de la generación espontánea. Wellcome Library. Wikipedia.

Thomas S. Kuhn (1922-1996) se inspiró en parte en estas ideas de Fleck para desarrollar su explicación de la “invisibilidad de las revoluciones científicas”. Kuhn comparaba los relatos históricos de los manuales de ciencias, acomodados para servir al saber predominante de cada época, con el tipo de historia que George Orwell imaginó en su novela 1984, es decir, narraciones justificativas del poder totalitario que debían ser inculcadas a toda la ciudadanía para evitar la disidencia. Hay muchos episodios de la historia de la ciencia tratados de este modo: la victoria del oxígeno frente a la teoría del flogisto, el triunfo del evolucionismo frente al fijismo de las especies o la llegada de la teoría microbiana frente a la hipótesis de la generación espontánea.  

Trabajos posteriores han mostrado que las controversias científicas son habituales tanto dentro como fuera del mundo académico, sin que se puedan limitar a un ámbito (“núcleo duro”), ni a un momento determinado (“revoluciones científicas”). Los libros de Fleck y Kuhn han envejecido rápidamente con los nuevos estudios de controversias que han desbordado el marco conceptual anterior para introducir nuevos protagonistas, ingredientes y matices. Dos casos muy diferentes servirán para apuntar algunas de estas novedades: la controversia “académica” acerca de la generación espontánea a mediados del siglo XIX y el debate “público” sobre el cambio climático a finales del siglo XX. Las comillas son necesarias en ambos casos porque los estudios muestran precisamente los límites de tales distinciones y cuestionan el supuesto “gradiente” de las controversias esbozado por Fleck.

Matraces de cuello de cisne empleados por Louis Pasteur en sus experimentos. Institut Pasteur, París.

La “teoría de la generación espontánea” es mencionada habitualmente en las páginas dedicadas a la historia de los manuales de biología actuales. Se la suele tratar como una interpretación errónea que señalaba que era posible el nacimiento de seres vivos a partir de materia inanimada, tal y como era observable en la vida cotidiana y en determinados experimentos. Como en otros casos, la eliminación de esta interpretación se atribuye a los experimentos “cruciales” de Louis Pasteur (1822-1895), con unos recipientes llamados “de cuello de cisne”. Según el relato habitual, estos experimentos mostraron que, cuando los recipientes estaban aislados y habían sido esterilizados (“pasteurizados”, se dice en ocasiones), no se producen los fenómenos señalados porque, en realidad, son producto de pequeñas esporas y larvas invisibles a la vista, no de la materia inerte.

Félix-Archimède Pouchet (1800-1872). Académie de Médecine, París.

Los manuales de biología actuales no suelen mencionar al otro protagonista de la polémica: Félix-Archimède Pouchet (1800-1872), director del Museo de Historia Natural de Rouen, donde había organizado las colecciones siguiendo las ideas evolucionistas de Geoffroy Saint-Hilaire (1772-1844), el cual se había enfrentado en un famoso debate a la postura fijista de George Cuvier (1769-1832). La polémica con Pasteur estalló tras la publicación de Hétérogénie ou Traité de la génération spontanée en 1859. Pouchet describía diversos experimentos que parecían mostrar “la producción de seres organizados, sin necesidad de ancestros, cuyos elementos primordiales han sido obtenidos de la materia del ambiente”. Pasteur le escribió en febrero de ese año para señalarle que sus resultados eran más bien producto de la entrada de aire en sus recipientes y, por lo tanto, de la acción de esporas y microorganismos, no de la materia inerte. El debate se dirigió en las fechas sucesivas en torno al papel del aire y la posibilidad de evitar su presencia. Mientras que Pouchet consideraba que la aparición de microorganismos era prueba de la generación espontánea, para Pasteur era un defecto en la experimentación debido a diversas fuentes de contaminación y errores en el diseño experimental. Por el contrario, para Pouchet los resultados de su contrincante se debían a la alteración del aire durante el calentamiento, que impedían la aparición de seres vivos a partir de la materia inerte. 

En los esquemas que se muestran en los manuales de microbiología, el problema aparece resuelto con los ingeniosos experimentos de Pasteur con matraces de cuello de cisne que parecen aparentemente zanjar la controversia. Los matraces que permanecen verticales no se alteran, mientras que los que se doblan sí lo hacen porque se permite la entrada de aire contaminado con esporas y microorganismos. Pasteur realizó muchos otros experimentos, algunos de ellos en zonas de montaña donde pretendía obtener el aire menos contaminado de microorganismos. Pouchet no pudo repetir algunos de estos experimentos, ni tampoco estaba de acuerdo con las conclusiones de Pasteur. El asunto fue discutido por una comisión de la Academia de Ciencias de París que, finalmente, dio la razón a Pasteur en 1865.

Pájaros disecados del Museo de Historia Natural de Rouen que abrió sus puertas en 1834 bajo la dirección de Félix Pouchet. El museo albergó el famoso loro que sirvió a Flaubert en julio de 1876 de inspiración para uno de sus relatos y posteriormente dio título al libro de Julian Barnes. Museum de Rouen.

La controversia adquiere otra dimensión si se presta atención a determinados detalles, tal y como hicieron John Farley y Gerald Geison en un famoso artículo de 1974. Este trabajo, y otros posteriores, mostraron que los experimentos de Pasteur no eran tan concluyentes como posteriormente se dijo, ni tampoco tan sencillos de replicar como deberían. Dependían de las técnicas de laboratorio y habilidades de los experimentadores para aislar los recipientes, así como de los materiales empleados, por ejemplo, los depósitos de mercurio, el medio de cultivo más o menos ácido y los productos ensayados (esporas de heno o levadura). Estos y otros asuntos, considerados poco relevantes por los protagonistas y habitualmente olvidados en las reconstrucciones didácticas, pudieron ser decisivos en los problemas de replicación. Las investigaciones sobre los problemas de la replicación también muestran en otros casos la flexibilidad interpretativa de resultados que aparece en la polémica de Pouchet y Pasteur. Sus datos respectivos podían ser entendidos como errores experimentales (contaminación del aire, por ejemplo) o como pruebas de la tesis defendida. Ambos investigadores evitaron mostrar la totalidad de los resultados de sus experimentos, bien por considerar que eran producto de diseños deficientes, accidentes o mala práctica experimental, o quizá porque no corroboraban sus puntos de vista.

Lámina procedente de la obra de Louis Pasteur Mémoire sur les corpuscules organisés qui existent dans l’atmosphère (1862) donde aparecen representados sus famosos matraces de cuello de cisne. Wellcome Library.

Es necesario valorar también otras cuestiones como el papel de las ideas religiosas, el foro del debate y los desequilibrios académicos y territoriales. Por un lado, la idea de generación espontánea se había entremezclado con tesis materialistas y transformistas, a las que se oponían católicos más conservadores como Pasteur que, al ganar esta batalla, pensaba que había dado un golpe definitivo también al evolucionismo. Finalmente, el espacio donde se dirimió la disputa, la Academia de Ciencias de París, era un entorno habituado a las controversias entre sus miembros y otros investigadores. Podía elegir comisiones especiales para estudiar los trabajos, repetir los experimentos y dirimir las disputas. Pasteur era miembro permanente de la Academia y contaba con numerosos partidarios, mientras que Pouchet era miembro corresponsal y seguía los debates desde Rouen. Los desequilibrios territoriales entre París y otras ciudades de Francia también jugaron en la línea de Pasteur. 

Representación de los experimentos de Pasteur en un moderno libro de microbiología, Brock Biology of microorganisms (Pearson Education; 2021).

Se puede decir que la polémica sobre la generación espontánea fue una controversia académica entre especialistas del “núcleo duro” de la investigación. Y, sin embargo, estuvo teñida de ingredientes sociomateriales, religiosos, políticos y territoriales, muchos más aspectos que los descritos en los supuestos experimentos que reconstruyen los manuales de biología actuales. Quizá Fleck tenía razón y sea cierto que la presentación apodíctica del problema, propia de los manuales, invisibiliza aspectos centrales de las controversias. Lo cierto es que estas representaciones didácticas también tienen su propia historia y, en la actualidad, existen propuestas para recuperar los matices de este episodio en las aulas de ciencias y aprovechar así el potencial educativo de las controversias científicas. Por otra parte, la controversia sobre la generación espontánea no se limitó al mundo académico y tuvo una repercusión en la esfera pública, donde los aspectos más técnicos relacionados con recipientes, aislamiento, esterilización y esporas dejaron paso a cuestiones más generales acerca del creacionismo y el origen de la vida, una línea de discusión que siguió abierta durante muchas décadas después de que el secretario de la Academia de Ciencias zanjara el debate: “Se acabó la generación espontánea”, afirmó, “Pasteur no solamente ha iluminado la cuestión, sino que la ha resuelto”. 

Otro tipo de controversias cuestionan todavía más el “gradiente” señalado por Fleck desde el núcleo duro de especialistas hasta el gran público. De hecho, muchas controversias siguen más bien la dirección opuesta, particularmente cuando se trata de temas como los productos tóxicos, las vacunas, los alimentos transgénicos, el creacionismo o la energía nuclear. En estos casos, la polémica puede estar limitada a la esfera pública, sin necesidad de que exista un debate sustancial en el mundo académico. Así ocurre, por ejemplo, en el caso de la teoría denominada del “diseño inteligente”, ya discutida en otro apartado de Saberes en acción, o en el caso del cambio climático. En este último caso, diversos estudios repetidos en el tiempo han mostrado que apenas existe controversia académica sobre las líneas generales de las causas antropogénicas y los efectos previsibles del cambio climático de los últimos siglos. Mientras que el número de artículos controvertidos en el “núcleo duro” apenas supera el 5%, incluso menos del 1% en los últimos años, un porcentaje bajo comparado con otras áreas de investigación punta, en las revistas de divulgación y en la prensa generalista el porcentaje de artículos polémicos puede alcanzar más del 50%. De este modo, la población adquiere una visión del cambio climático como un asunto disputado, un tema más cercano a las disputas políticas que a la ciencia objetiva y consensuada. Para que esto sea posible, resulta necesaria la acción de los “mercaderes de la duda”, un grupo de expertos dedicados a socavar la fiabilidad de saberes sensibles a los intereses de grupos poderosos, tal y como se ha visto en otro apartado.

Gráfica procedente del estudio de Cook, Oreskes et al. en torno al grado de consenso (eje vertical) frente al nivel de especialización (eje horizontal) de las publicaciones en torno al cambio climático. Puede comprobarse que en la literatura especializada (situada a la derecha) el grado de consenso es mayor (superior al 90%) mientras que la controversia aumenta en las publicaciones más generalistas (izquierda). La gráfica muestra un “gradiente” de controversias contrario al sugerido por Fleck. Cook et al. 2016.

En estos casos, cuando las controversias se producen bajo la presión de fuertes intereses económicos y políticos, el debate puede abarcar múltiples ingredientes: las voces autorizadas, los datos empíricos, la fiabilidad de las interpretaciones, los espacios de discusión, el margen de actuación y los criterios para cerrar la controversia. También se ha visto que estos aspectos están presentes, con más o menos protagonismo, en debates como los de la generación espontánea entre Pasteur y Pouchet, donde también se entremezclan, sin solución de continuidad, aspectos de muy diverso tipo (religiosos, políticos, territoriales) con cuestiones técnicas y especializadas, en ocasiones interpretadas de forma diferente por los grupos contrapuestos. Los trabajos de Fleck y Kuhn, que inspiraron tantas investigaciones posteriores, resultan insuficientes para abordar estos y otros aspectos analizados en los estudios sobre controversias.

 

 

José Ramón Bertomeu Sánchez
IILP-UV

 

Para saber más

Puedes ampliar la información con la bibliografia i recursos disponibles.

Lecturas recomendadas

Collins HM, Pinch T. The Golem: What Everyone Should Know about Science. Reprint edition. Cambridge: Cambridge University Press; 1994 (trad. cast. Barcelona, Crítica ; 1998).

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Estudios

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Fuentes

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Pouchet F-A. Hétérogénie, ou Traité de la génération spontanée, basé sur de nouvelles expériences / par F.-A. Pouchet,…. Paris; 1859. Disponible en este enlace.

Raynaud D. Sociologie des controverses scientifiques. Paris: PUF; 2003. (2d. ed. 2018). [Contiene una selección de textos de la controversia Pouchet-Pasteur]

Páginas de internet y otros recursos

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