—La historia de un hito de la ciencia y de la invisibilización de las mujeres en la ciencia a través de las geografías del conocimiento.—
Uno de los episodios clave en el desarrollo de la biología molecular es el que concierne a la identificación de la estructura del DNA. El desenlace de esta investigación tuvo lugar fundamentalmente en dos instituciones británicas como fueron el Cavendish Laboratory de la Universidad de Cambridge y el King’s College de Londres. En dicho episodio intervinieron aquellos que serían premiados con un Nobel por dicho trabajo (James Watson (1928-), Francis Crick (1916-2004) y Maurice Wilkins (1916-2004)) pero también Rosalind Franklin (1920-1958), a quien tantas veces se le ha negado el merecido reconocimiento. Su ausencia entre los premiados con el Nobel pudo justificarse al no poder concederse el premio a título póstumo según sus propios estatutos. Sin embargo, la falta de reconocimiento a la labor realizada por Rosalind Franklin se hizo manifiesta en muchos otros contextos y especialmente con la publicación del relato personal sobre el «descubrimiento» que Watson publicó en 1968. El libro estuvo envuelto en polémica desde antes de su publicación. Según informaba The New York Times en su primera página, en un movimiento sin precedentes, la Harvard Corporation prohibió a Harvard University Press la publicación de dicho libro. Parte de los científicos retratados por Watson habían mostrado su rechazo más absoluto a dicho relato y sus protestas acabaron teniendo efecto. El libro no podría publicarse en una editorial académica, pero en breve conseguiría hacerlo en una editorial comercial y se convirtió así en un auténtico best-seller. Aquella polémica no impidió que, en gran medida, el libro definiera los parámetros con los que el episodio ha entrado en la memoria colectiva de biólogos y biólogas y de gran parte de la sociedad, pese a sus manifiestas deficiencias.
Para entender mejor aquel episodio, más allá de individuos e ideas, puede ser bastante informativo el análisis de los espacios involucrados desde la geografía del conocimiento. Las imágenes de difracción de rayos X que fueron fundamentales para que Watson y Crick acertaran en su modelización de la estructura del DNA se tomaron en el King’s College. Dicha institución se había fundado en 1829 y constituyó una de las dos instituciones que dieron origen a la Universidad de Londres en 1936. Cuando en enero de 1951 llegó Franklin al King’s procedente de París, se encontró con una institución en la que todavía resultaban visibles las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Los espacios planteaban limitaciones físicas evidentes y, en concreto, a Franklin se le asignó un laboratorio de pequeñas dimensiones situado en el sótano y con un equipo anticuado.
En el King’s College, Wilkins, junto al estudiante predoctoral Raymond Gosling (1926-2015), ya había obtenido alguna imagen del DNA aplicando técnicas de difracción de rayos X antes de la llegada de Franklin. Pero estas no habían sido demasiado exitosas, en gran parte debido a la precariedad del equipo utilizado. Franklin dedicó mucho tiempo a poner a punto el laboratorio para poder llevar a cabo su trabajo y lo hizo junto a Gosling, que pasó de ser supervisado por Wilkins a ser supervisado por Franklin, por decisión del director del centro John Randall (1905-1984). El espacio al que llegaba Franklin era, a priori, especialmente interesante por los trabajos que existían en marcha y la experiencia acumulada en dicho espacio. Los problemas de infraestructura a que nos referíamos fueron solventados gracias a su extensa experiencia en el ámbito de la difracción de rayos X y su perseverancia. Sin embargo, el centro presentaba otras limitaciones «espaciales» que no podrían ser revertidas por Franklin.
El King’s College se había formado como una institución exclusivamente masculina desde su fundación a principios del siglo XIX. A la llegada de Franklin, pese a que las mujeres ya podían obtener títulos de licenciatura e incluso trabajar en el centro, todavía existían vestigios importantes de aquella cultura segregacionista. Esta cultura segregacionista no era, ni mucho menos, exclusiva de dicha institución. El comedor y «club social» del King’s era todavía de acceso restringido a hombres y las mujeres no podían más que comer junto a los estudiantes predoctorales o hacerlo fuera del centro. Aquel importante espacio de socialización podía servir, en general, para limar las asperezas que entre investigadores surgían en el desarrollo de su trabajo. Por otro lado, de haber estado abierto a hombres y mujeres también podría haber contribuido a romper la jerarquía patriarcal que había caracterizado a la institución desde su creación. Sin embargo, en el caso que nos incumbe no pudo más que alimentar las tensiones que se generaron entre Wilkins y Franklin. El primero nunca aceptaría que Franklin no fuese su subordinada, ya fuera por la falta de claridad de Randall o por los prejuicios patriarcales que podían resultar dominantes en un espacio como aquel. La tensión entre ambos fue en aumento y el conflicto que generó fue finalmente determinante para que, a la menor oportunidad, Franklin abandonara el centro. Lo hizo cuando, según reconocería Crick años más tarde, estaba a un paso de identificar la estructura del DNA.
Franklin se trasladó al Birkbeck College y abandonó así la carrera para la obtención de la estructura del DNA. Una carrera de la que ella misma nunca fue consciente. Al poco tiempo, Wilkins facilitó de manera irregular el trabajo de Franklin a Watson y Crick, sin que esta lo supiese. Las imágenes que había obtenido, y la interpretación que había hecho de ellas, fueron fundamentales para la obtención del modelo de doble hélice que entonces construyeron Watson y Crick. Aunque no se hizo constar ni en la publicación ni en los discursos que prepararon para la ceremonia de entrega del premio Nobel, hoy no hay duda sobre la trascendencia que tuvo su contribución.
Las geografías del conocimiento fueron así, pieza clave en el desenlace de aquella investigación y en la posterior injusta distribución de mérito por el trabajo realizado. Dicho episodio ha pasado a la historia como un caso paradigmático de lo que Margaret Rossiter ha venido a llamar el Efecto Matilda, para tratar de entender la desigual distribución de mérito entre hombres y mujeres en ciencia. Una desigualdad que todavía resulta bien palpable y para la que, las autoras que se han centrado en su estudio, han encontrado múltiples explicaciones. Por último, cabe destacar que si el King’s College contribuyó como espacio a invisibilizar la contribución de Rosalind Franklin en aquel episodio, la contribución del King’s College en su conjunto también se vio invisibilizada tanto por el relato de Watson al que nos referíamos al principio de este texto como, especialmente, por una imagen que dicho libro popularizó.
Aquella imagen icónica de Watson y Crick junto a su modelo de la estructura del DNA convertía aquel «descubrimiento» en el producto del trabajo de modelización de dos científicos. Un trabajo para el cual la imagen parecía sugerir que solo habrían contado con las piezas que constituían el modelo y la regla de cálculo que Crick sostenía en su mano derecha, pese a que hoy sabemos que no fue utilizada en la construcción de dicho modelo. Con aquella imagen, las fotografías del DNA que Rosalind Franklin había tomado por difracción de rayos X, desaparecían por completo del imaginario colectivo al quedar representado aquel episodio por la imagen de los dos héroes masculinos y su modelo similar a un Meccano.
Ximo Guillem Llobat
IILP-UV
Cómo citar este artículo:
Guillem Llobat, Ximo. El King’s College y el ADN. Sabers en acció, 2021-02-01. https://sabersenaccio.iec.cat/es/el-kings-college-y-el-adn/.
Para saber más
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Lecturas recomendadas
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