—Estudio, espacio y significados en la historia de la ciencia.—
“Las regiones, como las épocas, surgen de la percepción y la comprensión de la realidad y mezclan la experiencia de quien las vive o ha vivido con la de quien las estudia.”
Bernardo García Martínez, Historia regional de México (2008)
El enfoque regional en la historia de la ciencia se ha expresado de tres formas principales: como escala de análisis histórico, objeto de estudio científico y elemento articulador a la vez que producido por la ciencia. Estas expresiones de la región remiten a la convergencia de ciencia, geografía e historia, ingredientes esenciales del llamado giro espacial en la historia de la ciencia. Dicha perspectiva ha favorecido el interés por entender las maneras en que la región determina el conocimiento científico y sus prácticas, así como los significados asociados con esa escala que contribuyen a generar a su vez espacios y culturas regionales. El enfoque regional se presentará en este texto por medio de algunos ejemplos de la historia de la ciencia en América Latina.
El estudio y caracterización de las regiones como medio físico diferenciado tuvo gran importancia en la geografía del siglo XIX e incluso hubo geógrafos que consideraron a la región como el objeto de estudio principal de esta disciplina. Precisamente, el enfoque corográfico –interesado por las partes y sus singularidades– fue elegido para el proyecto de caracterizar el territorio de la naciente república independiente de la Nueva Granada a mediados de siglo, con resonancias de largo alcance en la construcción de Colombia como país de regiones, a través de una combinación de mapas, textos e ilustraciones producidas por la llamada Comisión Corográfica. En 1850, Agustín Codazzi (1793-1859), un ingeniero militar italiano autor de mapas corográficos del vecino territorio venezolano, fue comisionado por el gobierno neogranadino para levantar informaciones a lo largo del territorio con el fin de producir cartas y mapas detallados que permitieran, como toda empresa geográfica, un mayor control del territorio, sus recursos y sus habitantes, además de dar un sentido de unidad e identidad a la nación.
Fuertemente inspirado por el naturalista prusiano Alexander von Humboldt (1759-1859) y el estudio de las regiones naturales diferenciadas por su vegetación, clima y altura, Codazzi emprendió una serie de viajes durante casi toda la década en compañía de un equipo de colaboradores. Cubrió prácticamente todo el territorio, pero el proyecto quedó inconcluso justo en la costa atlántica, debido a su repentina muerte en 1859. La Comisión construyó una contraposición entre tierras altas y bajas, con sus respectivos climas y vegetaciones, asociadas a las cualidades morales y civilizatorias de sus habitantes. Esta asociación se generó en buena medida con una producción complementaria a las cartas corográficas: una serie de acuarelas de tipos humanos, muy propios del costumbrismo de la época. Así, la nación colombiana fue caracterizada en términos de regiones que comprendían una combinación de naturaleza, climas y razas, lo cual exhibe los inseparables vínculos de las regiones naturales con elementos políticos, sociales y culturales. Particularmente, este proyecto de pretensiones científicas se emparejó con la cristalización de una serie de estereotipos raciales asociados a las regiones constitutivas de la nación colombiana y contribuyó a justificar científicamente el dominio político, económico y cultural desde el altiplano, predominantemente blanco, distanciado de sus costas caribe y pacífica por considerarlas inferiores en términos raciales, naturales y civilizatorios. Este ejemplo muestra a la región como objeto de estudio científico, cuya caracterización no solo tiene que ver con la naturaleza y el medio físico, sino también con cultura, identidad y proyectos políticos. Asimismo, pone de manifiesto que la región se concibe a partir de diferenciaciones y comparaciones que dan coherencia a un todo, en este caso nada menos que una nación.
La comprensión del mundo en torno al concepto de región fue una perspectiva adoptada de forma decidida por la geografía del siglo XIX. En épocas posteriores el debate continuó a partir de las tensiones entre la pretendida neutralidad científica de las regiones naturales fijas y determinadas y una conciencia geográfica cada vez más atenta a los elementos históricos, sociales y culturales que han dado forma, vida y sentido a los espacios. En ese sentido, un espacio regional puede ser articulado alrededor de la ciencia allí producida, adaptada o interpretada, tal como algunos historiadores de la ciencia han notado, por ejemplo, en referencia a Escocia y la península de Cornualles en el contexto de la sociedad británica victoriana. Estos casos muestran que las regiones científicas se diferencian por sus temáticas, prácticas, sitios de producción de conocimiento, instituciones, asociaciones y culturas científicas propias.
Nos encontramos así con que la región cobra forma e importancia en torno al entramado naturaleza y cultura, se transforma en tiempo y espacio y, como escala de análisis histórico, puede estar dentro o fuera de los límites de lo nacional. En una época de emergencia de organizaciones internacionales que promovieron nuevas divisiones del mundo, la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) propició una fragmentación por regiones supranacionales para fomentar la cooperación científica. Se apoyó en el “principio de la periferia”, el cual, según Joseph Needham, favorecería a las regiones del mundo menos desarrolladas en términos de conocimientos científicos, gracias al apoyo de países líderes en cuestiones científicas y tecnológicas. De ahí que se establecieran oficinas regionales de cooperación científica en Oriente Medio (1947), América Latina (1947), Asia del Este (1947), Asia del Sur (1948), África (1965) y Europa (1972). Esta forma de organización regional partía de la superioridad científica de ciertas regiones, las cuales se consideraba que tenían el deber de contribuir a la redistribución de los beneficios de su ciencia al resto del mundo. Se justificaba así una distinción de cada región en términos de los elementos que caracterizaban su paisaje científico, lo cual permitiría identificar estrategias de intervención internacional e integración regional.
En el caso de la Oficina para la Cooperación Científica en América Latina (LASCO, por sus siglas en inglés), establecida en Montevideo en 1949, se convocó a científicos importantes de algunos países de la región (Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, México, Uruguay y Venezuela) con el fin de discutir propuestas de creación de laboratorios de carácter regional. El debate de este grupo de hombres (literalmente) de ciencia puso de manifiesto los criterios con los que se buscaba diferenciar la ciencia producida en la región, en términos de características geofísicas y naturales que permitían estudiar ahí particularmente ciertos temas de relevancia internacional, la infraestructura científica y tecnológica disponible y los objetos de estudio que habían dado origen a tradiciones y comunidades científicas en la región. Los elementos alrededor de las cuales esbozaron un paisaje científico particular exhiben la orientación circunstancial que se plasma al articular una región y dar forma a una identidad compartida, en este caso para la ciencia latinoamericana. De tal modo, la LASCO jugó un papel relevante en la creación de espacios de interacción e integración regionales alrededor de temas convergentes, como la fisiología, las ciencias marinas y los rayos cósmicos, entre otros. Este ejemplo muestra maneras de conglomerar y conectar una región alrededor de la ciencia, que cobra realidad y sentido en un momento histórico particular.
Como hemos visto, la región es objeto de estudio científico y espacio que la ciencia contribuye a producir. Al mismo tiempo, las maneras de producir conocimiento científico, así como las implicaciones que llega a tener, guardan relación con culturas, sociedades y asociaciones regionales. Así las cosas, no es de extrañar que la historia de la ciencia también se organice regionalmente, dada la proximidad temática, geográfica y cultural, como es el caso de la Societat Catalana d’Història de la Ciència i de la Tècnica. En América Latina, en cambio, hace décadas que se extinguió la sociedad regional de historia de la ciencia, sin que a la fecha haya sido posible retomar una iniciativa a esa escala, lo cual muestra que los espacios regionales no están dados de por sí y que su articulación demanda la movilización de grandes esfuerzos colectivos.
Adriana Minor
Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México
Para saber más
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Lecturas recomendadas
Livingstone, David N. Region: Cultures of science. In: Putting science in its place: Geographies of scientific knowledge. Chicago: The University of Chicago Press; 2003, p. 87–134.
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Estudios
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Fuentes
A Cornish fauna: being a compendium of the natural history of the county: intended to form a companion to the collection in the Museum of the Royal Institution of Cornwall. 1838 Disponible en este enlace.
Colección de acuarelas de la Comisión Corográfica de la Nueva Granada, Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible en este enlace.
Colección de mapas corográficos, Banco de la República, Colombia. Disponible en este enlace.
Oficinas Regionales de la UNESCO. Disponible en este enlace.
Archivos de la UNESCO. Disponible en este enlace.
Archivos de las Oficinas Regionales, Institutos y Centros de la UNESCO. Disponible en este enlace.