—En las últimas décadas los problemas ambientales han ganado presencia en la esfera pública y han sido incorporados a la agenda política y a los medios de comunicación.—
Naturaleza, sociedad y política se funden hoy en un todo inseparable, que refleja los nuevos tiempos que vivimos. Esta es seguramente la última etapa de una larga historia de relaciones de los humanos con el medio ambiente, que siempre hay que situar en tiempo y espacios concretos para comprender su lógica. De entrada, se suele pensar que las preocupaciones ambientales solo aparecen cuando las sociedades han desarrollado niveles importantes de industrialización y explotación de las materias primas, hasta el punto de tensionar los recursos naturales disponibles o modificar seriamente los hábitats. No obstante, sin descartar su crecimiento exponencial en los últimos dos siglos, los conflictos ambientales tienen una larga historia, que abraza las sociedades industriales del siglo XIX, e incluso, las agrícolas preindustriales. Se fundamentan básicamente en las diferentes relaciones, percepciones, construcciones culturales que los humanos han hecho de la naturaleza. El giro actual, con unas relaciones socioecológicas profundamente interrelacionadas, tiene antecedentes próximos destacables, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que merece la pena comentar brevemente aquí.
Las luchas ecologistas de la segunda mitad del siglo XX estuvieron, sobre todo, centradas inicialmente en la oposición a la energía nuclear y a la carrera de armamento de la Guerra Fría, pero también en la crítica al proceso acelerado de industrialización agresivo con los recursos naturales del planeta. Estas reivindicaciones se han convertido progresivamente en armas de doble filo. Por un lado, han sido asimiladas como una pieza más de la retórica del poder, de las élites políticas y económicas. Por otro, se han convertido entre las generaciones jóvenes en una nueva herramienta de lucha política y de reivindicación social de primer nivel. Junto con los temas de las décadas de 1960 y 1970 (contaminación de aguas y aires, energía nuclear, combustibles fósiles, energías alternativas, conservación y preservación de espacios naturales, políticas forestales, preservación de la biodiversidad, la capa de ozono), se ha añadido la preocupación por el calentamiento global del planeta y las consecuencias del cambio climático, así como la necesidad creciente de repensar la relación de los seres humanos con la naturaleza e imaginar estrategias alternativas de cara al futuro. La actual crisis del covid-19, las características globales de la pandemia, la sistemática explotación del mundo animal y la transmisión del virus entre especies, las grandes tormentas, las inundaciones y otras catástrofes recientes, han agravado todavía más la preocupación por nuestra relación con el planeta, y han vuelto a poner en primera línea el tema ambiental, relegado a una posición secundaria después de la crisis de la deuda del 2008. El llamado giro ambiental ha dado una vuelta de tuerca más, en este caso, de gran importancia, y ya está situado en una posición central de la agenda política y social del siglo XXI.
No podemos descartar el mítico 1962 como un año emblemático del giro ambiental, en el cual la bióloga norteamericana Rachel Carson (1907-1964) denunciaba los efectos perniciosos del pesticida DDT. No obstante, además de los riesgos de los plaguicidas, la energía nuclear y la lluvia ácida ya eran dos pilares destacados del giro ambiental al finalizar la Segunda Guerra Mundial. En la década de 1950, otros actores también contribuyeron a este debate. Por ejemplo, organizaciones internacionales como la ONU (Naciones Unidas), la UNESCO (Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura) o la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Durante el año 1955, el simposio internacional Man’s Role in Changing the Face of the Earth, promovido por la fundación alemana Wenner-Gren, reunió en Princeton (New Jersey) a más de setenta expertos de disciplinas científicas y humanísticas diversas, y de diferentes partes del mundo, preocupados por el impacto real de los humanos en su hábitat. Diez años más tarde de la publicación de Silent Spring, en 1972, la Agencia norteamericana para la Protección del Medio Ambiente (EPA) prohibió el uso del DDT, a pesar de la oposición de la industria química, que ya había atacado sin piedad a Carson después de la aparición de su famosa obra. El mismo año, en Estocolmo, la ONU organizó un congreso sobre el Medio Ambiente Humano (Conference on the Human Environment), que reunió a representantes de más de cien países, a pesar de que quedó fuera todo el bloque comunista. Fueron muchas las dificultades para llegar a acuerdos concretos, pero la reunión se convirtió en un acontecimiento pionero en el giro ambiental global de las décadas siguientes. En la capital sueca convivieron de manera bastante convulsa las voces oficiales del ambientalismo diplomático de los estados, con grupos de activistas llegados de varias partes del mundo con agendas a menudo radicales, alejadas de la corrección política de los delegados del congreso, y que reclamaban afrontar la profunda naturaleza política del conflicto ambiental.
Otras consecuencias potenciales del giro ambiental fueron sus derivadas académicas, con la aparición, con mucha fuerza, sobre todo en Estados Unidos, de la nueva disciplina de la historia ambiental. El tradicional estudio histórico de los factores políticos y sociales, que configuraron los estados-nación de los siglos XIX y XX, o los grandes relatos de la historia universal o del progreso científico y tecnológico, se revisaron con nuevas claves interpretativas, nuevos actores históricos y nuevas preguntas de investigación. Por ejemplo, en 1990, William Cronon, uno de los pioneros de la nueva historia ambiental norteamericana, percibía este nuevo campo de investigación como un más entre las “nuevas” historias nacidas o reforzadas en los míticos años sesenta, como la historia del género o la de la población afroamericana, dos especialidades en las que también las herramientas de análisis tradicionales se diluían para dar voz a nuevos actores y nuevas categorías. Además, el giro ambiental más académico ha llevado también asociado un componente activista muy importante. No se trata, por lo tanto, solo de grupos ecologistas, protestas ciudadanas más o menos organizadas, sino de la relación intensa de estos grupos con el mundo académico, y del surgimiento de un nuevo experto-activista-ciudadano, sin distinción de categorías, del mismo modo que la división entre cultura y naturaleza ha quedado obsoleta.
Hace falta, por lo tanto, una nueva mirada crítica a las cuestiones ambientales, un nuevo marco en el que se hable de “formaciones socioecológicas”, y se evite entender la naturaleza como una entidad independiente de nosotros los humanos, cuando de hecho se trata de dos pulsos profundamente entrelazados. Esta nueva aproximación es a menudo criticada como excesivamente militante y, por tanto, peligrosamente afectada por subjetividades y posicionamientos de parte. También se puede entender como una forma fresca y renovada de abordar el giro ambiental, como una herramienta de renovación de la propia historia y, así mismo, como un punto de partida de nuevas disciplinas como la ecología política o las humanidades ambientales.
En la lucha por la autoridad científica y el poder en general, la conflictividad inherente a determinadas cuestiones ambientales debilita la autoridad de los expertos (ingenieros, urbanistas, médicos, representantes de las administraciones públicas, etc.) y se transforma así en ingrediente adecuado para la crítica de pilares importantes de nuestras sociedades. De hecho, las protestas de activistas y ciudadanos ante determinados conflictos ambientales forman parte intrínseca de la cultura de nuestro presente. Necesitamos, por lo tanto, nuevas herramientas de análisis crítico de estas realidades complejas en una esfera pública donde intervengan diferentes protagonistas con sus voces particulares e intereses legítimos y, cuando es posible, a través del voto. Este es uno de los retos de las nuevas humanidades ambientales, que tienen que propiciar contextos post-disciplinarios donde académicos, artistas, profesionales, activistas y ciudadanos deben compartir y discutir diferentes visiones del mundo y abordar los acuciantes problemas sociales. La presente pandemia ha mostrado, de manera clara y contundente, que un conjunto de aspectos aparentemente desconectados pueden de repente converger en un problema nuevo y común, que afecta de manera global a la ciudadanía, convirtiendo así los virus en actores políticos de primera fila. Lejos de las antiguas dicotomías entre naturaleza y cultura, el covid-19 no tiene nada que ver con una posible revancha del mundo natural, sino que proporciona nuevas herramientas de análisis interdisciplinar y poliédrico desde la epidemiología, la salud pública, las políticas de vivienda, los límites de la explotación animal, el cambio climático, las desigualdades sociales y la precariedad laboral. Se trata de un cóctel socioecológico donde parece que definitivamente naturaleza, sociedad y política se han fundido de manera irreversible.
Este es un ejemplo más de la vigencia del giro ambiental en nuestro presente, con características comunes y continuidades que pueden rastrearse desde el final de la Segunda Guerra Mundial, aunque también sea posible destacar las novedades significativas introducidas posteriormente. El giro ambiental es una categoría histórica, que cambia de significado con el tiempo y ayuda a repensar la propia historia de la ciencia desde una dimensión crítica y renovada.
Agustí Nieto-Galan
IHC-UAB
Para saber más
Puedes ampliar la información con la bibliografía y recursos disponibles.
Lecturas recomendadas
Cronon, William. Uncommon Ground : Toward Reinventing Nature. New York; London: W.W. Norton, 1995.
Yearley, Steven. The Environmental Challenge to Science Studies. In Jasanoff, Sheila et al. (eds). Handbook of Science and Technology Studies, London: Sage; 1995, 457-479.
McNeill, John Robert. Something New under the Sun : An Environmental History of the Twentieth-century World. London: Allen Lane The Penguin; 2000 (trad. cast. Alianza Editorial, 2011).
McNeill, John Robert, and Peter Engelke. The Great Acceleration: An Environmental History of the Anthropocene since 1945. Cambridge, Ma: Harvard University Press; 2014.
Estudios
Rothschild, Rachel Emma. Poisonous Skies: Acid Rain and the Globalization of Pollution. Chicago: The University of Chicago Press; 2019.
Armiero, Marco, Stefania Barca. Storia dell’ambiente. Roma: Carocci; 2004.
Armiero, Marco. Seeing like a Protester: Nature, Power, and Environmental Struggles. Left History 2008; 13 (1).
Armiero, Marco; Wilko Graf von Hardenberg. Editorial introduction to the special issue: Nature and Nation. Environment and History 2014; 20(1): 1-8.
Turchetti, Simone. Greening the Alliance : The Diplomacy of NATO’s Science and Environmental Initiatives. Chicago: The University of Chicago Press; 2019.
Fuentes
Commoner, Barry. The Closing Circle: Confronting the Environmental Crisis. London: Cape, 1972.
Farvar, M. Taghi., and John P. Milton (eds). The Careless Technology: Ecology and International Development: The Record of the Conference on the Ecological Aspects of International Development. London: Tom Stacey, 1973.
Thomas, William L. (ed). Man’s Role in Changing the Face of the Earth. Chicago: University of Chicago Press; 1956.
Páginas de internet y otros recursos
The Wenner-Gren Foundation is committed to playing a leadership role in anthropology. Disponible en este enlace.
Rachel Carson Center for Environment and Society. Disponible en este enlace.
Declaration of the United Nations Conference on the Human Environment, Stockholm, 16 June 1972; Rio Declaration on Environment and Development, Rio de Janeiro, 14 June 1992. Disponible en este enlace.