—Científicos, activistas y diplomáticos discutieron sobre las consecuencias de vivir en “una sola Tierra” en el congreso de la ONU para el Medio Ambiente Humano de 1972.—
Unos meses después de finalizar el Congreso sobre el Medio Ambiente Humano (UN Conference on the Human Environment) en Estocolmo, organizado por las Naciones Unidas del 5 al 16 de junio de 1972, aparecieron publicadas numerosas fotografías de delegados del Congreso, paseando en bicicleta por las calles de la capital sueca, mostrando así su sensibilidad ambiental a la opinión pública internacional, y liderados por Maurice Strong (1929-2015), un empresario canadiense, secretario general del congreso. Se trataba probablemente sólo de un recurso retórico, ya que muchas voces de la época se lamentaban de la poca eficacia de los acuerdos adquiridos en esa cumbre mundial por los diferentes países en aras de la lucha contra la contaminación y la preservación del medio ambiente. No obstante, esos delegados en bicicleta representaban sólo una pequeña muestra del dinamismo de ese congreso de Estocolmo y de su importancia histórica.
A finales de los años sesenta, la contaminación de la industria europea ya había llegado a Escandinavia, y Suecia en particular había sugerido a Naciones Unidas la posibilidad de organizar una conferencia internacional sobre medio ambiente. El secretario general de la ONU, en aquel momento, U Thant, encargó el proyecto a Strong, quien pronto buscó a un conjunto amplio de expertos, liderados por la economista británica Barbara Ward y el biólogo ambientalista francés René Dubos. El informe Only One Earth (1972), se convirtió en un texto de trabajo fundamental para la preparación del Congreso de Estocolmo. En un contexto internacional de Guerra Fría, en el que muchos países consideraban que existían otros temas prioritarios, científicos, políticos, diplomáticos e intelectuales consiguieron, sin embargo, colocar una nueva agenda ecologista en el contexto internacional.
Estocolmo se convirtió así en la capital mundial del medio ambiente. A pesar de la ausencia de los países del Este y de la Unión Soviética, las delegaciones de más de cien países llegaron a un acuerdo que destacaba la dimensión planetaria y global de la contaminación y la degradación ambiental del planeta, y aprobaron un plan de acción y de recomendaciones concretas, junto a una declaración de 26 principios. A pesar de la dificultad de llevar a cabo en la práctica los resultados tangibles de la cumbre, con el paso del tiempo, Estocolmo 1972 se ha convertido en un punto de inflexión en la dimensión internacional de la problemática ambiental y en una referencia para las sucesivas cumbres de Naciones Unidas, hasta las más recientes centradas en el cambio climático. Es imposible reconstruir aquí al detalle todo lo que ocurrió en Estocolmo en esas semanas de junio de 1972, pero si nos acercamos a algunos de sus principales protagonistas podremos reflexionar sobre la dimensión diplomática del ambientalismo y descubrir su verdadera naturaleza política.
De hecho, lo ocurrido en la capital sueca en esos días parece ser bastante más complejo de lo que las élites políticas y científicas de la época quisieron mostrar. La ciudad se llenó de activistas, organizados en grupos que se mostraron extremadamente críticos con los postulados (desde su punto de vista, poco ambiciosos) de los delegados oficiales a la Conferencia. Transformaron la ciudad en una inmensa ágora de debate, de gran influencia en la futura conformación de los movimientos ambientalistas. Los barrios de Estocolmo se llenaron de conferencias alternativas, exposiciones, cursos, instalaciones, performances artísticas y manifestaciones. Podría destacarse, por ejemplo, una exposición dedicada al lado oscuro del urbanismo de la ciudad. En otro lugar se organizaron unos “juegos olímpicos” de la polución, con medallas para las empresas multinacionales más contaminantes. Las tecnologías alternativas (solar, eólica, reciclaje) estuvieron también presentes en los debates de la esfera pública.
Entre los activistas destacaban por ejemplo el Environmental Forum, el People’s Forum y el Dai Dong, que, desde puntos de vista diversos, criticaban duramente el discurso oficial y su incapacidad para integrar las cuestiones ambientales con temas de la gravedad de la pobreza, el hambre y la guerra, así como el intento de las élites por presentar el medio ambiente como un tema separado de su profunda naturaleza política. Denunciaban por ejemplo los crímenes causados por la guerra química y biológica, en particular la responsabilidad de Estados Unidos en el llamado “ecocidio” de Vietnam, y defendían la necesidad de preservar las materias primas de los países del Tercer Mundo, así como potenciar tecnologías más respetuosas con el medio ambiente.
Con sus indumentarias hippies y sus actitudes contraculturales, estos grupos parecían estar muy alejados de los delegados oficiales, e incluso del propio Strong o los intelectuales más orgánicos de la organización, como Ward y Dubos. No obstante, la presencia controvertida de los activistas se convirtió en un estímulo para el flujo de las ideas y propuestas oficiales y alternativas, en una especie de comunidad epistémica única, capaz de crear un nuevo conocimiento colectivo desde el activismo y la movilización. Así, entre la oficialidad más fría, atada a la Realpolitik, y los grupos alternativos, aparecieron figuras como Barry Commoner, un biólogo ecologista que en su libro The Closing Circle (1972), publicado el mismo año de la cumbre de Estocolmo, defendió cuatro principios fundamentales para hacer efectivas las propuestas del giro ambiental de los setenta: (a) Todo está relacionado con todo lo demás; (b) Todo va a parar a algún lado; (c) La naturaleza es más sabia; (d) No hay ninguna comida gratis.
Los debates alternativos contaron también con la antropóloga Margaret Mead ((1901-1978), conocida por sus etnografías en el sudeste asiático y su impacto en la revolución sexual de la época. El biólogo Paul Ralph Erlich, experto en el estudio de la población, era otro de los nombres destacados. Sin olvidar, por ejemplo, al doctor japonés Masazumi Harada, que había viajado desde Japón a Estocolmo con algunos pacientes del síndrome de Minamata, con graves trastornos neurológicos a causa de la intoxicación con mercurio, para denunciar ese crimen ambiental en aquella ágora abierta que la ciudad le proporcionaba. De igual modo, el papel de los periodistas fue fundamental, antes, durante y después de la Conferencia. Los artículos, por ejemplo, de Claire Sterling, publicados en The Washington Post, tuvieron un impacto significativo en la creación de una conciencia ambiental en la opinión pública global de la época.
Se puede discutir la eficacia real de esas turbulentas semanas en Estocolmo, pero parece bastante evidente que algunos de los temas discutidos, en confrontación directa con el discurso oficial, sembraron aspectos clave del pensamiento ambiental de las décadas siguientes. La ciudad sueca se convirtió, por lo tanto, en una especie de laboratorio de diplomacia ambiental, en el que el lema “una sola Tierra” parecía adquirir una dimensión global a la hora de abordar determinados problemas y negociar posibles soluciones. Se creó así una comunidad con múltiples voces, a veces enfrentadas y cacofónicas que, sin embargo, representaba bien las características de los futuros problemas ambientales y la dificultad de abordarlos de manera eficaz a causa de su considerable complejidad. Estocolmo nos recuerda además la naturaleza profundamente política del medio ambiente. Durante el congreso, los esfuerzos de la delegación norteamericana para desvincularlo de cuestiones económicas, sociales e incluso de la guerra de Vietnam, crearon fricciones no solamente con los grupos alternativos, sino incluso con la delegación sueca oficial y el primer ministro socialdemócrata Olof Palme (1927-1986).
Esas semanas irrepetibles en Estocolmo muestran que cualquier conflicto ambiental involucra a grupos muy diversos de protagonistas, todos con sus razones e intereses particulares, a menudo divergentes y hasta contradictorios, que se dirimen en la esfera pública, más allá de la supuestamente objetiva autoridad académica de los científicos profesionales, incapaces con frecuencia de conseguir transformaciones palpables sin la participación de los activistas. Es toda una lección de la naturaleza intrínsecamente política del hecho ambiental.
Agustí Nieto-Galan
IHC-UAB
Para saber más
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Lecturas recomendadas
Nieto-Galan, Agustí. El ministro en bicicleta: la invisibilidad de la contaminación en el Congreso de Naciones Unidas de Estocolmo (1972. En Guillem-Llobat, Ximo; Nieto-Galan, Agustí (eds). Tóxicos invisibiles. Barcelona: Icaria, 2020, 109-132.
United Nations Conference on the Human Environment. Report of the United Nations Conference on the Human Environment, Stockholm, 5-16 June 1972. New York: United Nations, 1973.
Estudios
Strong, Maurice. Where on Earth are We Going? New York/London: Texere, 2000.
Tolba, Mostafa Kamal., O. A. El-Kholy, and Essam E. Hinnawi. The World Environment: 1972-1992: Two Decades of Challenge. London: Published by Chapman & Hall on Behalf of the United Nations Environment Programme, 1992.
Jennifer Thomson. Surviving the 1970s: The Case of Friends of the Earth. Environmental History 22 (2017): 235–256.
Rothschild, Rachel Emma. Poisonous Skies: Acid Rain and the Globalization of Pollution. Chicago: The University of Chicago Press, 2019.
McCormick, John. The Global Environmental Movement. London: John Wiley, 1995.
Fuentes
Solo una Tierra. Introducción a los problemas de supervivencia. La Conferencia de Estocolomo. Organización de la Naciones Unidas. Amigos de la Tierra. Barcelona: Vicens Vives, 1972.
Ward, Barbara; René Dubos. Only One Earth. Harmondsworth: Penguin, 1972.
Clarke, Robin; Lloyd Timberlake. Stockholm Plus Ten. Promises, Promises? The Decade since the 1972 UN Environmental Conference. London: Earth Scan, 1973.
Friends of the Earth. The Stockholm Conference. Only One Earth. An Introduction to the Politics of Survival. London: Earth Island, 1972.
Only One Earth. The UNESCO Courrier. January 1973, 26th year.
Páginas de internet y otros recursos
Nilsson, Peter. NGO involvement in the UN Conference on the Human Environment in Stockholm 1972. Interrelations Between Intergovernmental Discourse Framing and Activist Influence (2003). Disponible en este enlace.
Tord Björk (Ed.) Challenging Western Environmentalism at the UNCHE in Sotckholm 1972. Rio+20-SHT+40. Paper II. Disponible en este enlace.
Only One Earth. The UNESCO Courrier. January 1973, 26th year. Disponible en este enlace.