—El deseo de compilar todo el saber conocido: Aristóteles y Plinio el Viejo.—
Griegos y romanos sintieron la necesidad de poner en orden todo el conocimiento adquirido. Aristóteles y su escuela se distinguieron por el intento de analizar y ordenar todos los fenómenos de la vida humana y de la naturaleza desde puntos de vista unitarios. El famoso filósofo rechazó las ideas platónicas y consideró la percepción sensible como la fuente del conocimiento objetivo. Sin embargo, la atención dada a los datos empíricos no concernía a las cosas individuales en tanto que cosas individuales. El sabio se interesaba por los valores universales, no por las cosas particulares. Los phainomena de Aristóteles se refieren directamente a aquello que podemos percibir con los sentidos y que parece ser verdad (“según la percepción”). Las observaciones conducen a los problemas que debemos solucionar. No fue extraño a la ciencia griega la existencia de programas de investigación para resolver problemas extremadamente específicos. El primero de estos proyectos destinado a la investigación empírica en las ciencias de la naturaleza -por las explicaciones causales que puede aportar- lo debemos a Aristóteles.
Aristóteles desarrolló una concepción teleológica de la naturaleza, construida sobre un principio racional en el que todo persigue un fin determinado. En biología, esto llevó a la idea de que la morfología de un órgano está determinada por su función; la anatomía tan solo obtuvo por ello una posición auxiliar respecto a la fisiología. A partir de esta idea de la naturaleza, Aristóteles desarrolló un programa de investigación basado en el método de aproximación a los fenómenos, a partir de los cuales se podían tratar las cuestiones teóricas de tipo causal y genético. Fusionaba así un punto de partida inductivo con un tratamiento deductivo, con una fuerte carga de especulación teórica.
Aristóteles manejó un volumen de información envidiable que le permitió escribir una obra zoológica que mantuvo una gran influencia durante siglos. Sus escritos impresionan por su dimensión, ya que abordan de forma unitaria la historia natural con todo el conocimiento zoológico de su tiempo, la anatomía, la fisiología, el método de reproducción… Todo ello se basaba en observaciones, disecciones e investigaciones con la ayuda de sus alumnos y muchos otros colaboradores que le proporcionaron información. Aristóteles y sus colaboradores reunieron y examinaron las opiniones de personas muy diferentes, con capacidad de disponer de saberes particulares acerca de diferentes aspectos de la vida o del comportamiento de los animales: cazadores, pescadores, criadores de caballos, de cerdos, médicos, veterinarios, comadronas, etc. Se inspiró también en fuentes literarias, como Heródoto. A los testimonios de segunda mano unió el resultado de sus propias investigaciones y las de sus colaboradores. Practicó la disección de animales, a pesar de la repugnancia que demostró al principio, descubriendo sus formas y causas finales, con la comprensión de las estructuras y de sus funciones. Las observaciones zoológicas de Aristóteles se enmarcan dentro del cuadro conceptual de su doctrina de las cuatro causas y están guiadas por las diferentes facultades vitales o del alma: la reproducción, la digestión, la locomoción o la percepción. La obra de Aristóteles ilustra de manera remarcable la interdependencia y las observaciones. Estas últimas no se efectúan por ellas mismas, sino por la ayuda que prestan para resolver problemas teóricos.
Todo ese material obtenido necesitaba un orden. Aristóteles aspiraba a captar las diferencias de los animales a través sus clasificaciones. Por ello, construyó una clave dicotómica de género y especie para ordenar los grupos de animales. Los grupos fueron fluctuantes y no fijos como en la moderna taxonomía. Utilizó un método comparado para la anatomía y la fisiología de las 500 especies aproximadamente que describió entre mamíferos, aves y peces. Sus categorías se dedujeron a partir de las formas de vida, la costumbre y la estructura corporal de los animales. Fue uno de los primeros filósofos naturales que empleó la idea de la “scala naturae”, según la cual todos los organismos pueden ser ordenados de manera lineal, continua y progresiva, desde el más simple hasta el más complejo, identificado con el ser humano. En contraposición a la postura descendente de Platón, Aristóteles constituyó un proceso ascendente progresivo hasta llegar a los humanos.
Las principales obras de carácter biológico que escribió Aristóteles son los cinco libros agrupados en De animalibus; Historia animalium; De generatione animalium; De motu animalium; De partibus animalium; y De incessu animalium, a los que debe unirse De anima. También se le debe un grupo de siete pequeños trabajos que conforman los Parva naturalia: De sensu et sensibilibus; De memoria et reminiscentia; De somno et vigilia; De insomniis; De divinatione per somnum; De Longitudine et Brevitate Vitae; De Juventute et Senectute, de Vita et morte, de respiratione. Aristóteles distinguió entre animales con sangre o enhaima (vertebrados) y animales sin sangre o anhaima (invertebrados). Entre los animales con sangre incluyó los tetrápodos vivíparos (zootoka tetrapoda, o mamíferos), calientes, con cuatro patas y que dan a luz a sus crías. Los cetáceos (ketodeis), diferenciados de los anteriores por la ausencia de extremidades, formaron un grupo separado. El grupo de los pájaros (ornithes) reunió a animales con sangre y que ponen huevos, con solo dos patas y con una forma diferente (edios), con plumas y picos en lugar de dientes, dentro del cual incluyó unas 50 especies. Los ponedores de huevos tetrápodos (oiotoka tetrapoda) eran los reptiles y anfibios, con sangre y cuatro patas, pero fríos, de modo que configuraban otro grupo. Las serpientes (ofeis), que tienen sangre, pero no patas, y ponen huevos, configuraron un grupo diferente. Finalmente, los peces (ikthies) tenían sangre, pero no patas, y ponían huevos. Entre ellos algunos tenían cartílago y no huesos, como las rayas y tiburones. Los animales sin sangre fueron divididos entre los que tenían concha, como los cangrejos, langostas y camarones (malakostraka); aquellos con concha dura (ostrakoderma), como los gastrópodos y bivalvos; con cuerpo blando (malakaia), como los cefalópodos; y animales divisibles, tales como insectos, arañas, escorpiones (entoma). Otros animales sin sangre incluidos fueron los cangrejos hermitaños, coral rojo, anémonas marinas, esponjas y varios gusanos. A estos no los clasificó.
Aristóteles estableció en su Historia de los animales que todos los seres estaban ordenados en una escala fija de perfección, reflejada en su forma (eidos). La escala empezaba por los minerales y seguía por las plantas y animales hasta ascender hasta el ser humano, formando así una scala naturae o la gran cadena de los seres. Su sistema tenía once grados, ordenados de acuerdo a la potencialidad de cada ser, expresada en su forma de nacimiento. Los animales de la parte superior daban a luz criaturas cálidas y húmedas vivas y, los de la parte baja, frías y secas, en huevos. El sistema se basaba en la interpretación aristotélica de los cuatro elementos: fuego (seco y cálido); agua (fría y húmeda); tierra (fría y seca); aire (cálido y húmedo). Estaban ordenados, pues, de los más a los menos energéticos, los cálidos y húmedos, creados en un útero con una placenta -los más arriba en la escala-, y los fríos y secos, cercanos al mundo mineral, al criarse en huevos, situados más abajo. Aristóteles nunca aseguró que la escala fuera perfecta. Era consciente de la existencia de animales que podían clasificarse en diferentes combinaciones según sus atributos. Fue una clasificación aproximada, una conceptualización vaga, que no llegaría a sistematizarse hasta el Renacimiento. Su sucesor, Teofastro, se dedicó al estudio de la botánica, totalmente dejada de lado por su maestro.
Si la tradición compilatoria y de catalogación del saber se remonta a los eruditos alejandrinos, los romanos hallaron la forma de exponer los datos científicos para complacer las exigencias sociales de información por medio de una recopilación comprensible y sinóptica del saber. Sus enciclopedias, pensadas para una educación general, mostraron las artes liberales (gramática, dialéctica, retórica, geometría, aritmética, astronomía y música) que todo hombre libre debía conocer. Sin embargo, desde las primeras enciclopedias se llegó más lejos y se incorporaron disciplinas como la medicina y la arquitectura, también muy útiles por sus aportaciones prácticas. La Naturalis Historia de Plinio el Viejo (23-79) cubrió todos los campos del conocimiento antiguo, fundamentados sobre la base de las mejores autoridades a las que este autor tuvo acceso. Así, la obra es un compendio de botánica, zoología, astronomía, geología y mineralogía y la explotación de estos recursos. Este libro pone también de manifiesto los avances en tecnología y el entendimiento de los fenómenos naturales adquiridos en aquel tiempo. Sus discusiones sobre algunos avances tecnológicos son la única fuente que nos ha quedado sobre ellos, particularmente sobre la extracción de minerales o el uso de molinos hidráulicos para triturar el maíz. También es un referente para entender cómo trabajaban los artistas y para estudiar la historia del arte.
Las diferencias con la tradición griega respecto a la observación y el entendimiento de la naturaleza son importantes. Plinio apenas habla de observaciones propias y no se muestra escéptico; al contrario, entre sus informaciones se mezclan noticias científicas y acientíficas. Tampoco se puede observar un sistema coherente de clasificación. Para los animales usó el de terrestres, acuáticos, voladores e insectos. Además, renunció a cualquier enfoque comparativo, como el aristotélico. Eso sí, expuso formas de animales desconocidos por Aristóteles gracias a la expansión del mundo romano y el descubrimiento de nuevas especies. En definitiva, los avances en el conocimiento respecto al tiempo anterior fueron muy limitados. Plinio no mostró interés por la aproximación inductiva aristotélica. Mucho más caótico fue su trabajo sobre botánica, que acabó convirtiéndose en una especie de léxico, eso sí, muy exhaustivo. Es evidente que fue el interés práctico lo que guió su obra, por lo que se detuvo en consejos para los cultivos y en las plantas medicinales. Su historia natural fue el primer libro científico en enviarse a la imprenta (1469). En 1550 ya habían sido realizadas 46 ediciones y numerosos comentarios. Traducido al italiano (1476), francés (1562) e inglés (1601), el texto de Plinio todavía se editaba en el siglo XVIII. Se convirtió en un modelo para la posteridad por la amplitud de la materia examinada, la necesidad de referirse a los autores que la inspiraron y dar una lista de contenidos indizados. Sin duda, ha sido uno de los libros más exitosos de todos los tiempos y una gran fuente de inspiración.
Carmel Ferragud
IILP-UV
Cómo citar este artículo:
Ferragud, Carmel. Las enciclopedias en la Antigüedad. Sabers en acció, 2020-11-11. https://sabersenaccio.iec.cat/es/las-enciclopedias-en-la-antiguedad/.
Para saber más
Puedes ampliar la información con la bibliografía y recursos disponibles.
Lecturas recomendadas
Lloyd, Geoffrey. Le scienze biomediche nell’antichità greco-romana. In: Storia delle scienze. Natura e vita. Dall’antichità all’Illuminismo. Torino: Giulio Einaudi Editore; 1993, 14-101.
Estudios
Barnes, Jonathan. Hellenistic Philosophy and Science. In Boardman, John; Griffin, Jasper; Murray, Oswyn, ed. The Oxford History of the Classical World. Oxford University Press: Nueva York; 1986.
Brunshcwig, Jacques; Lloyd, Geoffrey. Diccionario Akal del saber griego. Madrid: Akal; 2000.
Carey, Sorcha. Pliny’s Catalogue of Culture: Art and Empire in the Natural history. Oxford: Oxford University press; 2006.
Leroi, Armand Marie. The Lagoon: How Aristotle Invented Science. Londres: Bloomsbury; 2014.
Mayr, Ernst. The Growth of Biological Thought: Diversity, Evolution, and Inheritance. Harvard University Press; 1985.
Murphy, Trevor. Pliny the Elder’s Natural History: the Empire in the Encyclopedia. Oxford University Press; 2004.
Fuentes
The elder Pliny on the human animal: Natural History, Book 7. Oxford: Oxford University press; 2005.
Pàginas de internet y otros recursos
Lennox, James. Aristotel’s Biology. Stanford Encyclopedia of Philosophy [Actualizada 27 de julio de 2017; consulta 20 de junio de 2020]. Disponible en este enlace.