—Fue un bastión sanitario del Mediterráneo durante los siglos XVIII y XIX. Infraestructura de resguardo, aislamiento, cuarentenas y desinfección de personas y mercancías.—
El nuevo lazareto de Maó proyectado durante el reinado de Carlos III en 1786 responde a la nueva concepción hospitalaria nacida en Francia durante la segunda mitad del siglo XVIII, caracterizada por su organización en pabellones que albergaban a los enfermos según su dolencia. Sin embargo, no son pocos los autores que resaltan que fue la práctica cuarentenaria realizada en los lazaretos permanentes, como era el caso del de Marsella desde el último tercio del siglo XVII, el origen del nuevo concepto de hospital. Sea como fuese, el proyecto del lazareto de Maó nació en este contexto, adoptando los paradigmas médico-sanitarios franceses.
A su vez, los orígenes del lazareto responden a otros elementos de tipo comercial, fiscal y geopolítico. La inexistencia en España de ningún lazareto sucio y permanente para realizar las cuarentenas de ámbito internacional contrastaba con la situación en Francia o Italia, donde sí tenían este tipo de instalaciones. En este sentido, los puertos mediterráneos españoles competían en inferioridad de condiciones por ejemplo con el de Marsella. Este monopolizaba el comercio del Mediterráneo gracias, precisamente, a su imponente lazareto, donde hacían escala los buques en dirección a España de procedencia sospechosa o sucia. Tampoco carecía de importancia el hecho de que las estancias en el lazareto eran sufragadas por los propios buques en cuarentena, en unos momentos en que se incrementó el comercio internacional.
No es extraño que desde la década de 1770 surgiera la necesidad de contar con instalaciones cuarentenarias adecuadas y homologadas internacionalmente en España. Prueba de ello es el proyecto de Floridablanca de 1778 para establecer tres lazaretos de este tipo. Estos debían situarse en Cádiz, el Ferrol y Cartagena, sin que llegasen a materializarse. Redundó en esta necesidad el incremento de relaciones comerciales entre las dos riberas del Mediterráneo a partir del tratado de paz hispano-argelino de 1786. Ello posibilitó la apertura de rutas comerciales consideradas de extrema peligrosidad a causa de la presencia de la peste en el norte de África y el Mediterráneo oriental. En consecuencia, la isla de Menorca, situada de forma natural entre los puertos españoles, africanos y del Imperio Otomano, se posicionó como la opción más racional para la instalación de un gran lazareto sucio de carácter internacional. Para hacer este proyecto posible, la isla debía volver a la soberanía española, cosa que sucedió temporalmente entre 1782 y 1798 y de forma definitiva a partir de 1802. De esta manera, el lazareto se empezó a construir durante la primera recuperación de la isla, en 1787, pero no entró en funcionamiento hasta 1817, después del fin de las guerras napoleónicas y el tratado de Viena de 1815.
Gracias a otros rasgos adicionales, el puerto de Maó, situado en una larga y ancha ría, se convirtió en el lugar ideal para una institución estatal con capacidad de ofrecer un servicio de carácter general. Uno de ellos fue la propia naturaleza del puerto, que permitía el fondeo de numerosas embarcaciones al abrigo de temporales. Otra característica favorable fue su relativo alejamiento de centros urbanos de la península. Curiosamente, la política contagionista puesta en práctica cambió la preferencia por la situación de los lazaretos como un servicio de los grandes puertos, como podían ser Barcelona, Valencia o incluso Palma, para situarlos en lugares alejados de los mismos, poco poblados y sin relación directa con ellos o su territorio. Se materializaba de esta forma el lazareto como entidad autónoma de todo centro urbano, mientras se aproximaba al concepto de ciudad-servicio, en el sentido apuntado por Georges Teyssot o Paolo Moracchielo. A nivel organizativo y de gestión, esto se ponía de manifiesto con su total independencia de las instituciones municipales o provinciales, ya que solo algunas actuaciones, como la aplicación de la pena capital, requerían del consentimiento del capitán general. De hecho, la Junta Superior del Lazareto de Maó creada por la Corona solo debía rendir cuenta de sus actuaciones delante de la Junta Suprema del Reino.
Las características arquitectónicas del lazareto de Maó, situado definitivamente en la península de Sant Felipet, convertida posteriormente en una isla, nos remiten a una auténtica fortaleza, con una doble muralla exterior de 7,54 m de altura, 1,50 m de espesor y 1200 m lineales de desarrollo. Su principal objetivo era el control y la clasificación sanitaria de los barcos, tripulantes y pasajeros, incluidos sus bienes y mercancías. Para ello se optó por el referido modelo de pabellones que, a su vez, se situaba dentro de grandes espacios totalmente separados entre sí y del exterior, gracias a sus dobles murallas. Más concretamente, el departamento oeste era el dedicado a la “patente sospechosa”, es decir, el destinado a mercancías y viajeros que venían de puertos en contacto con la peste endémica, aunque no se hubiera declarado la enfermedad, mientras que en el departamento este se situaba la “patente sucia o tocada”, cuya procedencia era de puertos donde se hubiese declarado la peste u otra enfermedad contagiosa. En esta misma parte, en su límite oriental, existía otro espacio aislado destinado a los enfermos de peste. En el centro del lazareto se situaba la capilla, a la que tenían acceso visual todos los internos sin salir de sus respectivos departamentos. Cabe resaltar que la clasificación de los buques se hacía en el momento de la llegada al puerto, antes, por tanto, de su admisión en el lazareto. Aquellos considerados de “patente sucia” o con apestados a bordo eran destinados a la cala Teulera, única zona que permitía el acceso al departamento este del lazareto, mientras que los sospechosos debían dirigirse a la cala de San Jorge, para hacer lo propio para el departamento oeste o de sospechosos.
El lazareto estaba bajo el mando de un alcaide que tenía bajo su mando, según el reglamento de 1847, a un capellán, un sacristán y catorce vigilantes y porteros, además de los supernumerarios contratados en ocasiones excepcionales. Las cuestiones sanitarias ordinarias corrían a cargo de un médico y un cirujano, los dos únicos facultativos del recinto. No se trata, por tanto, de un espacio concebido para la sanación de enfermos, sino para la clasificación y expurgo de personas y mercancías sobre las que pesaba algún tipo de sospecha relativa a su estado de salud o afección por enfermedad infectocontagiosa. La medida de protección era el simple paso del tiempo: ocho días en caso de los internos en la patente sospechosa y quince con enfermos de peste o enfermedad similar a bordo, de acuerdo con el reglamento de 1817. Este tipo de medidas se combinaban con la inmersión de las mercancías, cuando fuese posible, y con la aplicación, también a las personas, de perfumes desinfectantes, para limpiarlas de miasmas contagiosas. También hubo interés por proporcionar aire puro a los internados y sus pertenencias mediante una correcta y abundante ventilación. Este afán indica que no se trataba únicamente de separar y clasificar, sino de procurar a las personas potencialmente enfermas unas condiciones ambientales e higiénicas idóneas y, por tanto, una mejora de su salud bajo los preceptos de las ideas miasmáticas de la época.
En la práctica, estas condiciones únicamente se cumplían estrictamente cuando procedían de lugares infectados, como sucedió durante la epidemia de fiebre amarilla que afectó a Barcelona y Palma en 1821 o 1870. Los datos disponibles indican que durante los cien años que estuvo activo el lazareto la mayoría de pasajeros realizaba la cuarentena en sus respectivos buques fondeados en las calas previstas según su patente. Era una decisión que permitía mantener el lazareto desabastecido de toda la logística del hospedaje y aumentaba la comodidad del pasaje, sin comprometer la seguridad de las embarcaciones gracias a la protección que procuraba la ensenada del puerto de Maó. De hecho, el informe realizado por el higienista Felipe Monlau (1808-1871) en 1853 ponía de relieve la austeridad del recinto y la práctica inexistencia de mobiliario y utensilios de ningún tipo para aquellos que tuvieran que hacer la cuarentena.
A pesar de lo dicho, puede afirmarse que el lazareto de Maó cumplió con creces su objetivo sanitario y comercial, al mantenerse como una infraestructura de referencia nacional e internacional, y, por tanto, supuso una relativa salvaguarda de las diferentes epidemias potencialmente peligrosas durante el siglo XIX, al tiempo que ayudó a mantener la actividad portuaria. Según los datos de Leopoldo Acosta, 13 864 buques hicieron cuarentena en el lazareto, lo que supone 276 093 tripulantes y 111 184 pasajeros. Estos procedieron de todos los barcos con patente sucia durante todas las épocas del año y de patente sospechosa desde mayo a octubre para la peste y la fiebre amarilla y, en menor grado, para el cólera. Precisamente, la epidemia de fiebre amarilla de 1821 desbordó sus instalaciones creando una crisis sanitaria en su interior, pero no llegó a afectar al centro urbano de Maó y casi liberó a los demás puertos españoles del peligro del comercio directo con enclaves afectados por esta enfermedad.
Joana Maria Pujadas-Mora
Universitat Oberta de Catalunya – Centre d’Estudis Demogràfics – UAB
Pere Salas-Vives
Universitat de les Illes Balears
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Lecturas recomendadas
Bonastra Tolós, Joaquim. El largo camino hacia Mahón. la creación de la red cuarentenaria española en el siglo XVIII». En López Mora, Fernando. Modernidad, ciudadanía, desviaciones y desigualdades por un análisis comparativo de las dificultades del paso a la modernidad ciudadana. Córdoba: Universidad de Córdoba, 2010, pp. 453-472..
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Fuentes
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Representació al Rei dels jurats de Maó, de 8 de mayo de 1817. Archivo Municipal de Maó (Registro U-609).
Páginas de internet y otros recursos
El lazareto de Mahón: una historia de epidemias, cuarentenas y la teoría de las miasmas. Disponible en este enlace.
El Lazareto de Mahón en Wikipedia. Disponible en este enlace.
El Lazareto de Mahón 200 años después… Disponible en este enlace.
Lazareto de Mahón. Disponible en este enlace.
Planos e ilustraciones. Disponible en este enlace.