—Nacida a finales del siglo XIII, la disección anatómica pasó de ser una rareza esporádica a constituir una práctica experimental extendida de la cultura científica occidental.—
La apertura de un cadáver con la finalidad de escudriñar en su interior para aprender la composición y estructura del cuerpo humano fue una práctica que se originó en las universidades medievales italianas hacia finales del siglo XIII, asociada a la lectura de los textos de Galeno sobre anatomía. En ese mismo período, quizá incluso antes, comenzó a proliferar también el examen pericial de cadáveres sospechosos de haber sido víctimas de un delito o de haber muerto por causa de algún mal susceptible de convertirse en epidémico. Estos exámenes implicaban la mayor parte de las veces la apertura total o parcial del cuerpo y eran llevados a cabo por uno o más cirujanos por orden de tribunales de justicia o de las instituciones de gobierno. Por último, fue también entonces cuando determinadas prácticas artesanales relacionadas con la manipulación de cadáveres en los ritos religiosos del cristianismo (embalsamamiento, troceamiento para obtención de reliquias, exámenes de restos en relación con creencias milagreras o procesos de beatificación, etc.) se extendieron de forma progresiva tanto en el sur como en el occidente europeos.
Abrir, cortar, separar tejidos y órganos en el cadáver fue desde entonces una actividad que iba mucho más allá de la finalidad ilustradora de la lectura de un texto clásico desde la cátedra dirigida por y para los médicos. Aunque, sin duda, la anatomía en el contexto universitario se convirtió en una faceta fundamental, el impacto y repercusión de las prácticas asociadas a la manipulación de los cadáveres fueron más allá del estricto mundo profesional de los médicos. De hecho, sirvieron de nutriente para la filosofía, la teología, la jurisprudencia y el arte, ámbitos aparentemente distantes –según nuestro actual régimen de saberes–, pero que, en los siglos de la llamada primera modernidad, eran no solo contiguos, sino que estaban integrados en una misma cultura académica.
Como tal práctica cultural, compleja y plural en usos y significados, la disección anatómica pública no fue la invención genial de un único personaje. Aun así, como tantas veces ocurre, la historia que mayoritariamente nos han contado sigue un guion rígido con un protagonista masculino, una esquemática historia de «descubrimiento» expresada en la narración de la incomprendida defensa de la verdad frente a la hostilidad de todo y de todos. El colofón de la fábula es la victoria final del intrépido, en general a título póstumo, cuando un puñado de seguidores difunden la nueva verdad por todo el orbe. Así esquematizado, a nadie escapará el fuerte paralelismo cristológico o evangélico de semejante esquema.
Dice la narración canónica de la historia de la ciencia que la verdad científica comenzó a triunfar (en este caso, sobre la medicina medieval supuestamente sumida en la ignorancia y la oscuridad) cuando el flamenco Andreas Vesalio descendió de su cátedra de lector universitario, bajó al centro del teatro anatómico de Padua y, cuchillo en mano, abrió él mismo un cadáver ante sus atentos y asombrados alumnos para explicar que lo que allí iban a ver, en el interior de aquel cuerpo, demostraba que lo que los libros de Galeno decían acerca de la anatomía humana no era verdad. Contra viento y marea, contra prohibiciones y censuras, la fuerza de la verdad se impuso y Vesalio triunfó. Esta retórica épica está basada, como suele ocurrir en estos casos, en una selección intencionada de elementos que obedecen a la realidad histórica de aquel momento y el consiguiente ocultamiento de otros. La magnificación de la figura de Vesalio como «inventor» de la anatomía «moderna» es inherente al origen de la historia de la medicina como disciplina académica para la enseñanza y formación de los médicos de la segunda mitad del siglo XIX. Tal invención se basa, entre otras cosas, en un uso eficaz de la poderosa imagen de la portada de su libro más famoso, el De humani corporis fabrica (De la estructura del cuerpo humano) así como de alguna de las expresiones con las que el propio Vesalio no dudó en autopromocionarse en los acalorados debates con sus maestros parisinos. Al margen de esto, la fuerza y originalidad del grabado son indiscutibles. La escena debe entenderse representa una de las disecciones llevadas a cabo por Vesalio durante su enseñanza en Padua, en uno de esos teatros provisionales y temporales que se montaban para las sesiones anatómicas invernales.
Como hemos tratado de presentar, la realidad histórica fue mucho más compleja y, desde luego, mucho más interesante. Lejos del panorama de prohibiciones eclesiásticas esgrimido por los historiadores decimonónicos (y cuyos ecos aún se reproducen en algunas desenfocadas proclamas actuales) la disección anatómica se convirtió en una experiencia de gran éxito y que convocó a públicos crecientes y cada vez más heterogéneos. De hecho, el imparable prestigio de la anatomía acabó por generar a mediados del siglo XVI la creación de un espacio específico para albergarla: el teatro anatómico. Un nombre que indica no solo la estructura del espacio arquitectónico en cuestión (teatro o, más comúnmente, anfiteatro) sino también la ambivalencia entre actividad didáctica y espectáculo que la disección anatómica tuvo durante esa época.
El teatro, provisional primero, estructura permanente cada vez más habitual a lo largo de los siglos XVII y XVIII, fue el espacio de despliegue de ese singular experimento público que fue la disección anatómica. Médicos y maestros de cirugía, estudiantes de medicina y aprendices de cirujanos, pintores y escultores, curiosos y público en general hacían, veían o discutían en el teatro lo que sucedía en la mesa de disección. La gradual generalización de las disecciones vino impulsada por la existencia de estos públicos variados, que asistían a un espectáculo que permitía asomarse desde los bancos y barandillas del teatro, como si desde un balcón se tratara, al interior de ese microcosmos que era el cuerpo humano, esa casi perfecta obra de la creación divina, como lo era el macrocosmos con la tierra, la luna y las otras esferas celestes.
Desde la mesa de disección, los actores y el público del teatro anatómico se proyectaban sobre otros dominios mentales, impregnando toda una manera específica de percibir y aprehender la naturaleza, la organización y el funcionamiento no sólo del cuerpo humano, sino también del cuerpo social y del universo entero. Como sugiere el título de un fascinante libro de Rafael Mandressi, la mirada del anatomista inventaba más que descubría el cuerpo humano; se trataba de una realidad observable y tangible, desde luego, pero con la que, en buena medida, se fabricaba un original y complejo artefacto intelectual: un cuerpo concebido como un microcosmos, como el correlato del universo, del macrocosmos, a escala humana. Sin olvidar que la finalidad última de captar la relación profunda entre macro y microcosmos se dirigía a conocer y admirar la obra de un supremo hacedor, cuya existencia no solo no se ponía en cuestión, sino que se reafirmaba. La conexión de la disección con la admiración humana por la creación divina es innegable en los escritos de los anatomistas, en las representaciones iconográficas de las disecciones, así como en el mismo ceremonial que rodeaba a la disección anatómica pública. Y fue este éxito el que legitimó los grandes descubrimientos anatómicos del período, posibilitó el enorme crecimiento de los saberes morfológicos sobre el cuerpo humano, así como la aparición de sistemas explicativos de su génesis, desarrollo y funcionamiento cada vez más alejados del viejo sistema hipocrático-galénico. Por eso, en la base de la mayor parte de las controversias médicas que proliferaron a lo largo de más de trescientos años estaban las continuas novedades que producía desde la mesa de disección ese singular experimento que fue la disección anatómica.
José Pardo Tomás
IMF-CSIC
Cómo citar este artículo:
Pardo Tomás, José. Abrir cadáveres, un experimento singular. Sabers en acció, 2020-12-04. https://sabersenaccio.iec.cat/es/abrir-cadaveres-un-experimento-singular/.
Para saber más
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Lecturas recomendadas
Carlino, Andrea. La fabbrica del corpo. Libri e dissezione nel Rinascimento. Torino: Einaudi; 1994.
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Estudios
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Páginas de internet y otros recursos
Historical Anatomies on the Web. Disponible en este enlace.
Anatomy in the Renaissance. Disponible en este enlace.
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Transforming Vesalius. Disponible en este enlace.