—Tecnologías, fronteras y control del espacio.—

 

¿De qué hablamos cuando hablamos de tecnología? La mayoría de discursos sobre la historia de la tecnología en los medios de comunicación (y en buena parte del mundo académico) se centran en un puñado de innovaciones, a las que se atribuyen grandes impactos sociales revolucionarios que definieron su presente y marcaron el futuro. Algunos ejemplos paradigmáticos son la máquina de vapor en la “Revolución Industrial” del siglo XIX o las omnipresentes “nuevas tecnologías” de la “Revolución Digital” del siglo XXI. Sin embargo, tal y como argumenta el historiador David Edgerton, este tipo de narrativas centradas en la innovación simplifican la realidad, reproducen viejos discursos propagandísticos sobre el poder taumatúrgico de la tecnología y tienen profundas consecuencias políticas.

Si se analizan las tecnologías en uso, dice Edgerton, es fácil comprobar que en el siglo XX no sólo fueron relevantes la bomba atómica, los aviones supersónicos, los rascacielos, la clonación o el dron, sino también el kaláshnikov, la bicicleta, la uralita, el preservativo o el alambre de púas. Para entender de una forma más rigurosa los paisajes materiales del pasado (y del presente) hay que ampliar la mirada e incluir tanto lo viejo como lo nuevo que conviven contemporáneamente. Y si se aspira a una historia global de la tecnología, que no naturalice las relaciones de poder hegemónicas, hay que mover el foco de atención desde las historias centradas en la innovación, con protagonistas que suelen ser hombres blancos en países ricos, hacia una historia de las tecnologías en uso, que incluya todas las geografías, todos los tonos de piel y todos los géneros.

Para avanzar en esa dirección se debe examinar, en primer lugar, la propia palabra “tecnología”. Las palabras no son inocentes, sino marcos a través de los cuales se lee la realidad. Tienen su historia, sus significados cambian y van cristalizando a medida que sucesivas comunidades las utilizan con objetivos concretos en contextos específicos. Historiadoras como Ruth Oldenziel y Eric Schatzberg han estudiado cómo el significado actual de la palabra “tecnología” es reciente y nació asociado a una voluntad de mayor reconocimiento social por parte del mundo de la ingeniería. En el siglo XIX, la palabra “tecnología” se refería a un campo de estudios: era el “discurso sobre la técnica”, el “logos sobre la techné”. No se refería ni a objetos materiales ni a fuerza histórica alguna, sino a las disciplinas que estudiaban los procesos productivos en un sentido amplio, englobados estos últimos bajo categorías como “artes útiles”, “manufacturas”, “industria” o, ya a finales de siglo, lo que se denominó “ciencia aplicada”.

A lo largo de las décadas de 1920 y 1930, el término alemán “Technik” se resignificó en los Estados Unidos y se asoció a la cultura material de base científica e ingenieril. Devino parte central de una filosofía de la historia determinista y apologética del capitalismo que concebía a la tecnología como motor histórico del “progreso”. La sustitución del término “artes” por el término “tecnología”, por ejemplo, implicó que las prácticas artesanales, en las que más fácilmente se encontraban obreros y trabajadores cualificados (y obreras y trabajadoras cualificadas), pasasen a un segundo plano en relación a las prácticas de los ingenieros. Desde entonces, es más fácil pensar como “tecnología” un dron que una concertina de alambre de cuchillas. En este primer episodio de “Tecnología en acción” nos centraremos precisamente en estas concertinas para proponer una mirada histórica a la materialidad de las fronteras europeas.

Lo que esconde el mar (y la tecnología). “Vistas para o Avesso do Mar” (serie), acrílico sobre tela, 136×200 cm, de Isabel Simões. Fotografía de Bruno Lopes, Galería Bruno Múrias (Lisboa). Agradecemos a la artista su amistosa disponibilidad para la reproducción de la pintura.

Durante las últimas décadas, la llamada “Europa Fortaleza” se ha erigido sobre un complejo sistema sociotécnico de control del movimiento humano. La Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas de la Unión Europea (FRONTEX) ha tenido un papel crucial en él gracias a su creciente presupuesto y a la extensión formidable de sus capacidades de actuación conferidas desde la llamada “crisis de refugiados” de 2015. Este sistema sociotécnico está hecho de leyes, regulaciones, constituciones, acuerdos diplomáticos de deportación, protocolos sanitarios y comerciales, discursos sobre los y las inmigrante… No obstante, también está hecho de cosas. Sin duda, tecnologías punta (high-tech): drones y sensores electroópticos, cámaras infrarrojas, radares y sonares de última generación, controles biométricos automatizados, satélites con imágenes de alta resolución, software de GPS y ingentes bases de datos digitales. Pero si lanzamos una mirada no innovocéntrica a la materialidad de esta Europa Fortaleza, como propone Edgerton, no dejaremos de ver lo más visible: la persistencia de tecnologías viejas o simples (low-tech). Junto con pistolas, porras y gas pimienta, centenares de kilómetros de vallas y alambre de púas con sus múltiples variantes y formas, todas ya con muchos años y sufrimiento a cuestas, constituyen la marca del paisaje fronterizo.

De hecho, el muro de Berlín fue una simple pared de cemento armado, y el muro de Nikosia sigue siendo, en algunos de sus tramos, un montón de bidones de gasolina, somieres metálicos y escombros dividiendo la ciudad. Ambos con mucho alambre de espino oxidado. Al final de la cadena, hay siempre un objeto que atraviesa la carne y la hace sangrar. Y sin esta acción violenta (o su amenaza), el sistema entero puede dejar de funcionar.

El primer uso a gran escala de la concertina con alambre de cuchillas en las fronteras europeas fue en los enclaves africanos de Ceuta y Melilla. En los años 1990, el ejército español construyó una valla de tres metros de altura a lo largo de la frontera con Marruecos. En 2005, se dobló su altura y se levantó una segunda cerca. El vacío entre ambas fue llenado con alambre de cuchillas. El resultado fueron múltiples lesiones para quienes intentaron atravesarlas y dos muertes por hemorragias. La presión social motivó la retirada de este material hasta que los nuevos gobiernos volvieron a implantarlo en la parte superior de las vallas de las llamadas “zonas sensibles” de potencial paso. En 2014, Marruecos construyó su propio cordón de alambre coincidiendo con nuevos tratados comerciales con España. Stop Mare Mortum y otras entidades por la defensa del derecho a migrar han denunciado el hecho de que las políticas de cooperación al desarrollo del Estado Español y de la Unión Europea estén cada vez más condicionadas por una opaca agenda de control migratorio.

Alambrada con concertina de cuchillas y alambre de espino en el campo de refugiados de Idomeni, agosto de 2016. Fotografía de Ferran Aragón.

El verano de 2015, centenares de millares de refugiados y refugiadas huían de la guerra de Siria. A las puertas de Europa, las personas refugiadas se dieron de bruces con el alambre de cuchillas que había sido desplegado en muchos puntos fronterizos, especialmente de la llamada “Ruta de los Balcanes”. También se toparon con las concertinas migrantes de Afganistán, Irak, Nigeria, Eritrea y otras regiones con conflictos bélicos, extrema pobreza, hambre y persecución política.

Con el know-how obtenido en Ceuta y Melilla, y con toda una nueva gama de flamantes diseños de cuchillas, una empresa con sede en Málaga, la European Security Fencing, se convirtió en un actor codiciado por muchos gobiernos europeos. Esta empresa, por ejemplo, fabricó buena parte del alambre de las fronteras entre Grecia y Macedonia del Norte y entre Hungría y Serbia. La primera tecnología de contención que allí se desplegó mediante una rápida operación militar fue una simple concertina: un material relativamente barato, de rápida instalación, anunciado hoy como “sostenible” y que tiene su origen en un material más viejo que las películas del oeste: el alambre de espino.

El alambre de espino fue patentado en los Estados Unidos hacia 1870 y consistía en unas púas de metal entrelazadas entre dos cuerdas de alambre. Se podía fabricar fácilmente y en grandes cantidades. Sus primeros diseños se pensaron para las vacas, que sustituyeron a los bisontes, durante la colonización de la Grandes Llanuras y el genocidio asociado de los pueblos nativos. A finales de siglo, el alambre de espino estaba presente en un sinfín de paisajes agrícolas y ganaderos de todo el planeta.

El legado colonial español del alambre de púas en las Filipinas, 1899. Wikipedia.

Pronto se usó para impedir el movimiento de seres humanos en lugares tan alejados como el sur de África y el Extremo Oriente. Por un lado, en las guerras Boer y Ruso-Japonesa se empezó a implementar un sistema militar que tuvo su máximo clímax mortífero en el Frente Occidental de la Primera Guerra Mundial: la guerra de trincheras. Unos hoyos, una ametralladora y una línea espesa de alambre de espino eran suficientes para frenar el avance de tropas de infantería y de caballería. De la ingente producción de alambre de espino surgieron variaciones en su uso como los enmarañados chevaux de frise y las primeras concertinas. De su ocasional escasez, surgieron versiones como el alambre de cuchillas a partir de alambre plano troquelado, sin eje reforzante y sin galvanizar. A Charles Chaplin se le conoce por una imagen icónica entre los engranajes de Tiempos Modernos, pero produjo otras memorables entre trincheras y alambradas en ¡Armas al hombro! y El Gran Dictador.

Alambre de púas usado durante siete décadas de uso casi ininterrumpido en Rivesaltes (Cataluña Norte, Francia), noviembre de 2013. Fotografía de Jaume Valentines-Álvarez.

Por otro lado, los ejércitos británicos en Sudáfrica y los españoles en Cuba idearon otro uso pavoroso para el alambre de púas: encerrar enemigos en un perímetro de acero. El culmen de la barbarie llegó con los campos de concentración: de refugiados republicanos en Rivesaltes en el sur de Francia, de población judía y gitana en Mauthausen durante la Segona Guerra Mundial, de disidentes políticos en los campos soviéticos del Gulag, de guerrilleros anticoloniales en Tarrafal en Cabo Verde o de personas migrantes de nuevo en Rivesaltes. A partir de la segunda mitad de siglo, la versión de concertina con alambre de cuchillas empezó a usarse en prisiones y centros psiquiátricos, de modo similar a como se emplea actualmente en centros de detención de inmigrantes como el de Paranesti en Grecia. También opera en aeropuertos, zonas residenciales, complejos militares y centrales nucleares. La tecnología es esencialmente la misma, coexisten las diferentes versiones de púas y de cuchillas y su principio de funcionamiento es universal: el dolor.

Valla y alambre de púas cortados por alicates anónimos. Fotografía anónima.

Influenciado por los trabajos de Michel Foucault, Olivier Razac ha mostrado que el alambre de espino se ha convertido en un instrumento biopolítico para la gestión espacial de los cuerpos. Reviel Netz ha incidido más en la capacidad de esta tecnología para dibujar líneas divisorias de pequeñas y enormes dimensiones, de desplegarse y producirse a gran escala, globalmente y centralizadamente, y de devenir parte esencial de la “ecología de la modernidad”. Mirando a la tecnología con perspectiva histórica, estos autores nos han enseñado cómo la historia animal y la historia humana no solo se cruzan sino que comparten un mismo pasado y un mismo futuro. Cuando hoy observamos el alambre de púas y de cuchillas en las fronteras de Europa, parece importante reflexionar acerca del grado en que esta realidad contemporánea tiene la misma lógica espacial y raíces materiales. Es necesario entender su papel capital en la construcción de un sistema sociotécnico de control del movimiento humano basado en el dolor y la violencia.

Aun así, no debemos olvidar otras tecnologías: aquellas que han servido y sirven para esquivar estos instrumentos de segregación. Hoy algunas son apropiaciones de nuevas aplicaciones de telefonía móvil. Un ejemplo es la geolocalización y el envío de información en tiempo real a través de redes sociales de apoyo a las migrantes que peregrinan en la Ruta de los Balcanes o a los “coyotes” que atraviesan el desierto entre México y los Estados Unidos. Otras de estas tecnologías son muy viejas y van en dirección a las Canarias: los cayucos pesqueros africanos, que se encuentran en desuso por la sobreexplotación del Atlántico por parte de grandes compañías pesqueras europeas. Otras son bien pequeñas: alicates y cizallas para cortar el alambre y mantas y piezas de metal en las suelas de los zapatos para saltar las vallas. Y hay otros “instrumentos” cuyo principio de funcionamiento también es universal: la solidaridad, que tanto temen los grandes señores de la Europa Fortaleza y de allende.

 

 

Ferran Aragón
Investigador independent
Colectivo Allaqqat

Jaume Sastre-Juan
IHC-UAB
Colectivo Allaqqat

Jaume Valentines-Álvarez
CIUHCT / FCT-NOVA, Universidade Nova de Lisboa
Colectivo Allaqqat

 

Para saber más

Puedes ampliar la información con la bibliografía y recursos disponibles.

Lecturas recomendadas

Edgerton, David. Innovación y tradición: Historia de la tecnología moderna. Barcelona: Crítica; 2007 [2006].

Netz, Reviel. Alambre de púas: Una ecología de la modernidad. Madrid, Buenos Aires: Clave Intelectual, Eudeba; 2015 [2004].

Estudios y fuentes

Dijstelbloem, Huub. Borders as Infrastructure. The Technopolitics of Border Control. Cambridge, Massachusetts: The MIT Press; 2021.

Khosravi, Shahram. Yo soy frontera. Autoetnografía de un viajero ilegal. Barcelona: Virus; 2021.

Kline, Ronald. Construing Technology as Applied Science: Public Rhetoric of Scientists and Engineers in the United States, 1880-1945. Isis. 1995; 86 (2): 194-221.

Krell, Allan. The Devil’s Rope: A Cultural History of Barbed Wire. London: Reaktion Books; 2003.

Latonero, Mark; Kift, Paula. On Digital Passages and Borders: Refugees and the New Infrastructure for Movement and Control. Social Media + Society. 2018; January-March: 1-11.

Lindqvist, Svante. Changes in the Technological Landscape: the Temporal Dimension of Growth and Decline of Large Technological Systems. In: Granstrand, Ove, ed. Economics of Technology. Amsterdam: Elsevier; 1994, p. 271-288.

Marx, Leo. Technology: the Emergence of a Hazardous Concept. Technology and Culture. 2010; 51 (3): 561-577.

Oldenziel, Ruth. Making Technology Masculine: Men, Women and Modern Machines in America, 1870-1945. Amsterdam: Amsterdam University Press; 1999.

Palazón, José. Varios inmigrantes heridos tras un salto de la valla de Melilla en 2005 (fotografía). Disponible en este enlace.

Razac, Olivier. Historia política del alambre de espino. Santa Cruz de Tenerife: Melusina; 2015 [2009].

Schatzberg, Eric. Technology: Critical History of a Concept. Chicago: University of Chicago Press; 2018.

Ullrich, Maria. Media Use during Escape. A Contribution to Refugees’ Collective Agency. Spheres. Journal for Digital Cultures. 2017; 4: 1-11. Disponible en este enlace.

Veronica Guajardo, Information Seeking, Technology Use, and Vulnerability among Migrants at the U.S.-Mexico Border. The Information Society. 2016; 32 (3): 176-191.

Páginas de internet y otros recursos

Stop Mare Mortum, “La Mediterrània.” [citada 30 Mar 2021]. Disponible en este enlace.

Manuale di formazione. Campagna Frontexit. [citada 30 Mar 2021]. Disponible en este enlace.

Manuel Stagars, “David Edgerton on ‘Digital Technology and Change’” [actualizada 20 Jun 2017; citada 30 Mar 2021]. Disponible en este enlace (sketch de Digital Transformation: Visions of Nations, Companies, and People, disponible en este enlace).

Patentes de alambre de púas. Google Patents [citada 30 Mar 2021]. Disponible en este enlace.

European Security Fencing. “Ventajas de usar concertinas”. [citada 30 Mar 2021]. Disponible en este enlace (de donde se puede leer en primer término: “Sostenibilidad y reciclaje: No produce ningún impacto ambiental en el momento de su instalación, ya que no produce ningún residuo de obra. Además es desmontable y reciclable”).