—El papel de los viajes científicos en la construcción de la autoridad experta.—

 

La circulación de la ciencia moviliza tanto saberes y prácticas como personas y objetos. En este sentido, los viajes han cumplido diferentes objetivos, desde la apropiación de nuevas ideas y prácticas hasta misiones de espionaje, actividades relacionadas con la administración colonial o grandes exploraciones naturales. En ocasiones, los viajes fueron una exigencia para las personas que pretendían especializarse en diferentes técnicas metalúrgicas y para el estudio de variedades geológicas o especies botánicas y zoológicas propias de esos ecosistemas. Era un conocimiento que debía adquirirse sobre el terreno para poder ser considerados a su regreso como expertos en dichas disciplinas. Con la profesionalización y la especialización de la ciencia en el siglo XIX, los viajes de estudio se transformaron en una herramienta fundamental para la construcción de la autoridad experta. Sirvieron, según el caso, tanto para la apropiación de saberes en los lugares de acogida como para la publicación de manuales o la compra de instrumentos científicos a la vuelta del viaje. Fueron también decisivos para reforzar la autoridad de los expertos ante el público general y sus propios colegas.

El proyecto Science and Technology in the European Periphery (STEP) ha estudiado con gran atención los viajes y ha mostrado los problemas asociados a una utilización acrítica de los términos centro y periferia. No sólo son problemáticos estos términos, sino que también su uso combinado con la categoría de estado nacional resulta problemático. Un mismo país podía ser simultáneamente centro y periferia, en función de la disciplina o área de conocimiento considerada. Otros estudios han mostrado que las relaciones entre centro y periferia varían con el tiempo: un mismo lugar puede pasar de ser considerado como centro a ser visto como periferia (y viceversa).

En otro apartado de Saberes de acción se mostró que la replicación de experimentos en diferentes lugares resultó decisiva para la consolidación de disciplinas científicas después de la Revolución Francesa. Los visitantes contribuyeron a construir el prestigio de sus destinos, tal y como sucedió con los estrangeirados portugueses en el Londres del siglo XVIII o con los numerosos estudiantes rusos del laboratorio de Justus von Liebig (1803-1873) en Giessen. En otras ocasiones no fue necesario desplazarse a otros países para adquirir autoridad. Durante un largo periodo de los siglos XIX y XX, Madrid y Coímbra fueron las únicas ciudades de la península ibérica en las que se podía obtener un grado de doctor. Los estudiantes se integraban en un reducido y elitista grupo de profesionales que posteriormente constituían la estructura académica e institucional de ambos países. En muchas ocasiones, estas conexiones sociales eran decisivas para lograr los primeros puestos de trabajo, así como para ascender en el escalafón en etapas posteriores. Por lo tanto, estas ciudades fueron espacios para adquirir prestigio personal, contactos personales y cercanía con las estructuras de poder que, convenientemente aprovechados a lo largo de una carrera, sirvieron para construir la autoridad experta de diferentes científicos.

En el primer tercio del siglo XX se crearon agencias para impulsar los viajes científicos en numerosos países como Alemania (Kaiser-Wilhelm-Gesellschaft zur Förderung der Wissenschaften en 1911), Canadá y EE. UU. (National Research Council en 1916), Bélgica (Fondation Universitaire en 1920), Italia (Consiglio Nazionale delle Ricerche en 1923) o Portugal (Junta de Educação Nacional en 1929). Su labor fue reforzada por algunas instituciones privadas como la Fundación Rockefeller creada en Nueva York en 1913. Estas instituciones apostaron decididamente por los viajes como herramienta de adquisición de conocimiento experto en vez de por su importación. Perseguían ampliar la tipología y el número de estudiantes enviados a diferentes destinos, en lugar de ofrecer cátedras o puestos institucionales a expertos prestigiosos de otros países.

En España, la creación de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) en 1917 contribuyó a superar el modelo de financiación vigente en el siglo XIX y que estaba basado, principalmente, en ayudas individuales ofrecidas por las sociedades económicas y otros organismos privados. La JAE cumplió un doble objetivo: la realización de cursos y trabajos en los centros vinculados a esta institución, así como la promoción de estancias académicas en otros países. Ambas acciones contribuyeron a fortalecer la autoridad experta de las personas involucradas. Por una parte, la obtención de una pensión en el extranjero ofrecía nuevas oportunidades para construir una trayectoria científica internacionalizada. También situaba a las personas que dirigían estos centros en un lugar privilegiado. A escala local les permitía ser considerados personajes de referencia para iniciar la formación de los pensionados locales. Por otra parte, facilitaba su relación con colegas de otros países gracias a los estudiantes que enviaban al extranjero. La creación de estas instituciones contribuyó a derribar algunas dinámicas tradicionales relacionadas con los viajes. Estas instituciones crearon nuevos centros para intentar estabilizar las carreras de los científicos que regresaban de sus viajes de estudio. El objetivo era aprovechar su prestigio y sus conexiones en la comunidad académica internacional para convertir sus instituciones en espacios de referencia en sus disciplinas.

Cartel de propaganda del IV Congreso Internacional de Urología, organizado en Madrid en 1930. Se pretendía conectar el prestigio de figuras históricas en esa disciplina, como los médicos Andrés Laguna o Francisco Díaz, con algunos de los organizadores. RANM.

Los exilios también han contribuido a la realización de viajes y han sido fuentes de autoridad en otras épocas, tal y como sucedió con autores afrancesados y liberales vinculados al Laboratorio Real de Química que trabajaron con Louis Proust en Madrid y con químicos de prestigio como Jacques Thenard cuando se exiliaron en París. Un siglo después, el golpe militar del general Franco y la represión posterior truncaron la trayectoria de un gran número de científicos, fusilados o exiliados. Algunos de ellos se habían convertido en expertos reconocidos internacionalmente, como el naturalista Ignacio Bolívar, el químico Enrique Moles, el físico Blas Cabrera, el fisiólogo August Pi Sunyer, el salubrista Julián de Zulueta o el histólogo Pío del Río Hortega. Muchos de ellos fueron contratados como expertos en otros países gracias al prestigio científico conseguido en sus disciplinas, así como a las conexiones internacionales tejidas en las décadas anteriores. Se trataba, en definitiva, de aplicar sus conocimientos teóricos y prácticos, así como su autoridad académica, en las nuevas cátedras universitarias o en puestos de organismos como la Organización Mundial de la Salud.

Los viajes de estudio fueron un elemento diferenciador que respaldaba la autoridad de diferentes expertos. Eran relevantes desde el punto de vista científico ya que permitían intercambiar y discutir nuevos conocimientos. También eran socialmente valiosos debido a que servían para crear conexiones entre colegas de una misma disciplina, así como con responsables políticos o institucionales. Finalmente, también desempeñaron un importante papel cultural. El prestigio y la autoridad acumulada por algunos científicos les permitió desempeñar un relevante papel como mediadores culturales en diferentes contextos. Este fue el caso del zoólogo portugués José Vicente Barbosa du Bocage (1823‒1907), quien logró transferir su autoridad científica entre diferentes áreas. En primer lugar, se convirtió en un especialista en su materia que organizó y sistematizó las colecciones de historia naturales existentes en Lisboa y enriquecidas notablemente por las exploraciones coloniales. Contribuyó a su disciplina con la publicación de descripciones de nuevas especies en las que combinaba sus conocimientos sobre zoología con la numerosa información sobre geografía que, acompañando a los ejemplares, era enviada por los exploradores. Esto le permitió ocupar después otros cargos institucionales y políticos, como el de vicepresidente de la Academia Real das Ciências de Lisboa, ministro de marina y ministro de relaciones exteriores. Su autoridad científica y su conocimiento sobre los recursos y la geografía de las colonias portuguesas en África eran especialmente valorados en su momento debido a los intereses de su gobierno en el reparto de este continente durante la conferencia de Berlín. Por ello, se convirtió en un experto capaz de transferir su conocimiento entre la esfera académica y la diplomática, acumulando un gran prestigio en ambas.

Interior del gabinete de historia natural de José Alberto de Oliveira Anchieta (1832-1897) en Angola desde el que se enviaban ejemplares a Barbosa du Bocage, según un grabado realizado por el explorador Alexandre de Serpa Pinto (1845-1900). Wikipedia.

Otro ejemplo de la circulación de saberes e intereses desarrollada por algunos expertos se encuentra en los numerosos viajes realizados por científicos españoles a América Latina. Los viajes realizados por científicos como Blas Cabrera Felipe, Julio Rey Pastor, August Pi Sunyer, Enrique Moles y José Casares Gil en el primer tercio del siglo XX han sido los más estudiados, aunque también hubo otros posteriormente. El gobierno impulsó estos viajes para mostrar una supuesta imagen de modernidad de la antigua metrópolis, reforzar los vínculos con las comunidades de emigrantes españoles en los países americanos y mejorar las relaciones comerciales entre ambos continentes. En ambos casos, los viajes sirvieron para que los científicos asumieran nuevos roles alejados de cuestiones técnicas o científicas. Combinaron su prestigio científico personal con sus posiciones institucionales con el objetivo de atender los encargos e intereses del gobierno. Fueron invitados a impartir conferencias sobre sus especialidades y recibieron homenajes y otros reconocimientos. Al mismo tiempo se reunieron con diplomáticos, políticos, industriales y colonias de expatriados. Con estos viajes se transformaron en mediadores o agentes culturales, al tiempo que reforzaron su visibilidad pública en distintos países. Por ello, estos viajes diplomáticos y culturales también contribuyeron a ampliar sus redes de contacto, a intercambiar informaciones diversas y, en definitiva, a aumentar su autoridad como expertos en diferentes cuestiones.

Los expertos en tránsito no se limitaron a transferir, difundir, propagar o transmitir los conocimientos que adquirían en el exterior, sino que realizaron un auténtico proceso de apropiación selectiva y creativa de prácticas experimentales y modelos de enseñanza e investigación nuevos. Como se ha mostrado en otros apartados, los libros de texto son otro ingrediente básico en la construcción de la autoridad experta. Muy frecuentemente la realización de un viaje fue un acicate para la publicación de libros que adaptaban los saberes adquiridos para cada contexto local o para la traducción creativa de obras de autores extranjeros visitados. Algunos ejemplos son los libros publicados por el naturalista portugués José Correia da Serra (1750-1823), que realizó largas estancias en París, Londres y Washington, aunque mantuvo sus contactos en Portugal, donde murió siendo diputado. Las publicaciones sobre parasitología de Gustavo Pittaluga (1876-1956) son también resultado de los viajes de este médico hispanoitaliano a las colonias de Guinea Ecuatorial. Posteriormente realizó numerosos viajes como presidente del Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones y, tras ser depurado por el régimen franquista, se vio obligado a exiliarse en Cuba, donde se integró en diferentes instituciones académicas.

Reunión preparatoria de la XI International Conference of Chemistry y el IX Congreso de la International Union of Pure and Applied Chemistry, realizada en el palacio de la Magdalena de Santander en 1934. Chemistry International.

En definitiva, los viajes de estudio no sólo sirvieron para que los científicos adquirieran conocimientos, incorporaran técnicas o saberes tácitos, obtuvieran títulos académicos y publicaran a su vuelta manuales realizando apropiaciones y adaptaciones selectivas. También sirvieron para incrementar su prestigio, obtener credenciales, establecer contactos en los lugares que habían visitado y consolidar redes sociales y de colaboración entre diferentes territorios, lo cual les ofrecía la posibilidad de actuar como mediadores entre tradiciones culturales y sociales diferentes y de convencer a sus colegas locales de la necesidad de realizar cambios en sus sistemas educativo e, incluso, de intervenir en asuntos políticos o de interés público. Por todo ello, los viajes y las estancias fueron elementos utilizados como herramienta de legitimación que fortalecía la autoridad científica de diferentes personajes y ayudaba a su consideración como expertos a su regreso.

 

 

Ignacio Suay Matallana
IILP-UMH

 

Para saber más

Puedes ampliar la información con la bibliografía y recursos disponibles.

Lecturas recomendadas

Basalla, George. The Spread of Western Science. Science. 1967; 156: 611-622.

García Belmar, Antonio, Bertomeu Sánchez, José Ramón. Viajes a Francia para el estudio de la química, 1770-1833. Asclepio. 2001, 53, (1) : 95–140.

Gavroglu, Kostas, (et al.). Science and technology in the European periphery: some historiographical reflections. History of Science. 2008; 46, (2): 153-175.

Madruga, Catarina. Expert at a Distance. Barbosa du Bocage and the Production of Scientific Knowledge on Africa. HoST – Journal for the History of Science and Technology. 2017; 11: 57-74.

Raj, Kapil. Go-Betweens, Travelers, and Cultural Translators. In: Lightman, B. ed. Companion to the History of Science. Chichester: Wiley-Blackwell; 2016, p. 39-56.

Raposo, Pedro; Simões, Ana; Patiniotis, Manolis; Bertomeu-Sánchez, José Ramón. Moving Localities and Creative Circulation: Travels as Knowledge Production in 18th-Century Europe. Centaurus. 2014; 56, (3): 167-88.

Secord, James A. Knowledge in transit. Isis. 2004; 95, (4): 654-672.

Suay-Matallana, Ignacio. Entre Alemania y América. José Casares Gil y los viajes científicos en la construcción de la autoridad experta en la España contemporánea. Historia Crítica. 2017; 66: 25-44.

Estudios

Barona, Josep L. (ed.). El exilio científico republicano. Valencia: Universitat de València; 2010.

Bendicho Beired, José Luís; Capelato, Maria Helena; Coelho Prado, Maria Lígia (coords.). Intercâmbios políticos e mediações culturais nas Américas. São Paulo: Laboratório de Estudos de História das Américas; 2010.

Lafuente, Antonio; Elena, Alberto; Ortega, María Luís A. (eds.). Mundialización de la ciencia y cultura nacional. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid; 1993.

Lopes, Quintino. A europeização de Portugal entre Guerras. A Junta de Educação Nacional e a Investigação Científica. Casal de Cambra: Caleidoscópio; 2018.

Otero Carvajal, Enrique; López Sánchez, José María. La lucha por la modernidad. Las ciencias naturales y la Junta para ampliación de estudios. Madrid: CSIC, 2012.

Rebok, Sandra. Traspasar fronteras, Un Siglo de Intercambio Científico Entre España y Alemania. Madrid: CSIC; 2010.

Schaffer, Simon; Roberts, Lissa; Raj, Kapil: Delbourgo, James (eds.). The Brokered World: Go-Betweens and Global Intelligence. Sagamore Beach: Science History Publications; 2009.

Simões, Ana, (et al.). Travels of Learning: A Geography of Science in Europe, Dordrecht: Kluwler; 2003.

Fuentes

Casares Gil, José. Impresiones de mi viaje por la América Española. Unión Ibero-Americana; octubre 1925: 35-47. Disponible en este enlace.

Memorias de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Disponible en este enlace.

Páginas de internet y otros recursos

Redes internacionales de la cultura española. 1914-1939. Disponible en este enlace.

Science and Technology in the European Periphery. Disponible en este enlace.

“Científicos del exilio 1939-2009”. Disponible en este enlace.