—Las controversias permiten conocer rasgos cruciales de los saberes en acción.—

 

Uno de los libros más influyentes de la historia de la ciencia de las últimas décadas fue realizado por un historiador británico (Simon Schaffer) y un sociólogo norteamericano (Steven Shapin). Se centraba en los experimentos de la segunda mitad del siglo XVII relacionados con la bomba de vacío o máquina pneumática, un aparato para extraer el aire de un recipiente cerrado y contemplar fenómenos sorprendentes que raramente se observan en la vida cotidiana. Un historiador de mediados del siglo XX, Alfred Rupert Hall (1920-2009), lo había denominado el “ciclotrón del siglo XVII” por el papel que le atribuía en el nacimiento de la ciencia experimental. El objetivo de Shapin y Schaffer era diferente a los muchos estudios anteriores. Pretendían ofrecer un esquema para pensar históricamente los experimentos de Robert Boyle (1627-1691) y las polémicas generadas con sus críticos, entre ellos Thomas Hobbes (1588-1679). Señalaron tres aspectos (o “tecnologías”) de la controversia: la tecnología material (la bomba de vacío), la literaria (pautas de descripción de experimentos para dotarlos de credibilidad y movilidad) y la social (reglas implícitas y explícitas para mantener el debate y establecer sus límites y las voces autorizadas). Mediante este esquema, la controversia permitía poner en contacto obras habitualmente consideradas como cruciales en la historia de la ciencia con otras como el Leviathan de Hobbes. De ahí procede el título del libro y también la provocadora portada que entremezcla el frontispicio de la obra de Hobbes con una máquina neumática.

A la izquierda, portada del libro Leviathan de Thomas Hobbes (Wikipedia). A la derecha, portada de la primera edición del libro Leviathan and the Air-Pump. Hobbes, Boyle and the Experimental Life (Wikipedia).

La obra de Shapin y Schaffer se inscribía así dentro de una tradición de estudio de las controversias procedente del denominado “programa fuerte” (“strong program”) de la sociología de la ciencia de la década de 1970. Según esta perspectiva, el análisis de las controversias debía realizarse de forma “simétrica”, sin necesidad de asumir los relatos del supuesto ganador (Boyle), ni ridiculizar los puntos de vista del perdedor (Hobbes), los cuales debían ser explicados mediante factores similares y con cierta complicidad interpretativa, sin excesos de condescendencia. Para ello, prestaron atención a las “tecnologías materiales, literarias y sociales” de cada contrincante con el fin de entender sus recursos, planteamientos y resultados. Se trataba de abandonar la visión hegemónica que conducía a encasillar a Boyle en la ciencia experimental y a Hobbes en la filosofía política, con el fin de  remarcar la historicidad de muchas categorías asociadas con la modernidad, sin caer en los anacronismos y las teleologías habituales. La controversia en torno a la máquina pneumática permitía así comprender aspectos centrales de la producción de saberes mediante experimentos en la filosofía natural del siglo XVII, así como los problemas de replicación y circulación mediante “testigos virtuales” en esos años.

Máquina de vacío de Robert Boyle con diversos complementos según un grabado de su libro New experiments physico-mechanical, touching the spring of the air, and its effects (1662). Wikipedia.

El libro de Schaffer y Shapin marcó toda una época en los estudios de controversias, pero no fue ni el primero ni el último, ni tampoco el mejor, a pesar de ser presentado habitualmente con pompa y circunstancia gracias a la posición destacada de sus autores en las décadas posteriores. Tal y como apuntó John Heilbron, la obra pecaba de una jerga innecesaria, aunque muy del gusto de cierto mundo académico de su época, sobre todo en países periféricos donde se empleó para la distinción de los iniciados. También se remarcó en su momento el abuso de la sinécdoque, el deseo de ofrecer modelos y conclusiones de largo alcance a partir de un estudio de escala reducida y exageradamente británico, a pesar de los apartados dedicados a los problemas de replicación en el continente europeo.

En realidad, las controversias eran temas habituales de la historia de la ciencia tradicional a través de episodios sobradamente conocidos como el atomismo, el evolucionismo, la medicina galénica o la mecánica cuántica. Con un planteamiento renovado, ya a mediados de la década de 1970, John Farley y Gerald L. Geison analizaron de forma simétrica la controversia entre Pasteur y Pouchet, tal y como se verá en otro apartado. Por otra parte, en las mismas fechas en que apareció la obra de Schaffer y Shapin, varios libros se centraron en controversias, con planteamientos muy diferentes. Uno de ellos fue realizado por Martin Rudwick y trataba la geología de mediados del siglo XIX. La obra sirvió, entre otras cuestiones, para poner de manifiesto el papel de las culturas visuales y otras fuentes para el estudio de las controversias (cartas, actas de reuniones, cuadernos de campo o de laboratorio, borradores, reseñas, etc.) con el fin de acceder a un amplio conjunto de cuestiones, territorios y protagonistas.

En la década de 1990, el estudio de las controversias se convirtió en una aproximación común en historia de la ciencia. Fueron un medio para estudiar la ciencia en acción y sus formas de legitimación y cuestionamiento en la esfera pública. Un número creciente de estudios se desplazaron hacia el análisis de controversias tecnocientíficas ocurridas fuera de laboratorios y academias, con una variada panoplia de protagonistas, más allá de la comunidad académica. Se han visto algunos ejemplos de estas controversias en otros apartados de Saberes en acción, tales como los relacionados con un instrumento de análisis de alimentos, las relaciones entre ciencia y religión, el pluralismo médico o los orígenes de la humanidad, a los que se añaden en este apartado los ejemplos de la frenología, la epidemia del sida y la experimentación animal.

Caricatura de un debate en la Sociedad Geológica de Londres a cargo de Henry Thomas de la Beche (1796-1855), una de los participantes en The Great Devonian Controversy. Procedente del artículo de Martin Rudwick (1975).

Los ejemplos muestran la variedad de controversias y protagonistas, así como de escenarios, móviles, fuentes y desenlaces posibles. Se trata de un conjunto heterogéneo de situaciones que apuntan en direcciones diversas difíciles de clasificar. También hay controversia respecto a los límites y las consecuencias de las controversias científicas. Por ejemplo, el sociólogo Dominique Raynaud, autor de un amplio estudio comparado, limita las controversias científicas a los debates de largo aliento que tienen lugar entre comunidades científicas y en marcos académicos. De este modo, no incluye en este grupo los debates en la esfera pública, las controversias tecnológicas, las polémicas de prioridad o los intercambios de opiniones y pequeños desacuerdos entre expertos. Con esta visión restringida, Raynaud distingue ocho rasgos relevantes de las controversias científicas: asunto, posiciones al respecto, extensión del grupo de participantes, virulencia del debate, duración, foro, reconocimiento y formas de cierre (pérdida de interés, consensos, imposición, negociación, etc.).

Las controversias que Raynaud considera como verdaderamente “científicas” fueron las estudiadas en primer lugar por la historia de la ciencia. Eran las que giraban en torno a las tensiones entre diferentes interpretaciones o “paradigmas”, si se emplea la terminología de Thomas S. Kuhn: flogisto vs. oxígeno; geocentrismo vs. heliocentrismo; atomismo vs. equivalentismo; generación espontánea vs. microbiología; teoría ondulatoria vs. corpuscular de la luz, etc. Estos planteamientos, tan comunes hace unas décadas, se encuentran actualmente en desuso. Muchos trabajos posteriores, con otras escalas y aproximaciones, han recalcado las posiciones intermedias y las zonas de intercambio entre aproximaciones supuestamente contrapuestas. También se han subrayado otras cuestiones relevantes como la replicación de experimentos, la flexibilidad interpretativa de los resultados, los foros de debate y los desequilibrios de todo tipo entre las voces protagonistas.

The Cow-Pock. The Cow-Pock or the Wonderful Effects of the New Inoculation!” Una caricatura de James Gillray publicada en 1802 por una sociedad contraria a las vacunaciones de Edward Jenner en el Hospital de St Pancras (Londres). The Wellcome Library, London. Wikipedia.

Un grupo de estudios, como el ya mencionado libro de Shapin y Schaffer, emplearon las controversias para entender históricamente el papel del experimento y, en términos más generales, la producción de hechos científicos. Muchos giraban en torno a experimentos o instrumentos, su replicación y sus potenciales, y a menudo opuestas, interpretaciones. Muchos trabajos mostraron que las controversias en torno a experimentos se debían a la interdependencia entre teoría y datos que conducía muchas veces a círculos viciosos (“Experimenter’s regress” en palabras de Harry Collins). Los contrincantes pueden tener ideas implícitas diferentes respecto a las condiciones relevantes para realizar un buen experimento, las conclusiones que se pueden obtener legítimamente, las circunstancias irrelevantes y descartables, la fiabilidad de los instrumentos y las personas que pueden emplearlos e interpretar los resultados. Todos estos asuntos y muchos otros pueden estar detrás de controversias.

Además de las dificultades materiales, subrayadas por los intentos de reproducción de experimentos clásicos, los estudios mostraron visiones diferentes de los protagonistas de una controversia acerca de los márgenes y las fuentes de error, el rango de factores considerado, el tiempo y esfuerzo necesario para cerrar una investigación experimental… De este modo se mostró que los perdedores tenían buenas razones para dudar de las conclusiones de experimentos clásicos como la balanza de Coulomb (para establecer la ley de atracción electrostática) o el experimento de cámara de condensación de Millikan (para estudiar la carga del electrón en relación con su masa). El estudio de estos temas condujo a cuestionar imágenes tradicionales del “método científico”, un cuestionamiento que se confundió con un ataque a la ciencia y su autoridad, todo lo cual supuso una controversia en torno a los propios estudios acerca de la ciencia, las denominadas “science wars” de finales de los años noventa del siglo XX. Dicho de otro modo, los estudios acerca de las controversias científicas generaron su propia controversia particular, una especie de “metacontroversia” según la expresión de Raynaud, tanto en el mundo académico como en la esfera pública. También el libro de Shapin y Schaffer produjo, según las palabras de sus autores, “una pequeña industria” etiquetada como “teoría anticonstructivista” y dedicada a desbaratar lo que se consideran afirmaciones relativistas de la obra y defender así la ciencia de sus descontentos.

Estas “metacontroversias” indican los problemas de limitar exclusivamente la atención a debates académicos. Incluso estudios muy especializados, relacionados con el análisis de los cuadernos de laboratorio de Pasteur, pueden desembocar en polémicas imprevistas en la esfera pública. Y también debates sociales pueden condicionar los debates en el seno de la comunidad académica o limitar el desarrollo de ciertas técnicas. Un ejemplo de la circulación de estos debates, dentro y fuera de la comunidad académica, son las polémicas de prioridad que, según la clasificación de Raynaud, no serían propiamente controversias científicas, a pesar de que forman parte de la vida habitual de la ciencia, por ejemplo, en los debates acerca de los premios Nobel. Los estudios sobre estos premios han mostrado que los comités suecos toman las decisiones en base a un cúmulo variopinto de ingredientes políticos, ideológicos, racistas, sexistas y disciplinares que se presentan en un lenguaje técnico para dar sensación de imparcialidad. Los premios y las controversias de prioridad pueden figurar en la agenda política o educativa cuando se considera un honor disponer de un descubrimiento entre los hallazgos de un oriundo del país o la disciplina correspondiente. Con las debidas adaptaciones creativas, tales polémicas de prioridad pueden transformar a los diversos personajes para cumplir diversos fines: exaltación patriótica, utilidad pública, modelos disciplinares, reivindicación, etc. Muchos ejemplos se encuentran en capítulos de Saberes en acción: el oxígeno (Scheler, Lavoisier, Priestley); la tabla periódica (Mendeléiev vs. Newlands, Chancourtois, Meyer, etc.); el análisis del agua (Watt, Lavoisier, Cavendish); la doble hélice de ADN (Watson-Crick-Wilkins, vs. Franklin, Pauling); etc.

Caricatura de Honoré Daumier contra la homeopatía y su lema “Similia similibus curantur”, “lo semejante cura a lo semejante”. Procedente de François Fabre, Némésis médicale illustrée, París, 1840. Bibliothèque interuniversitaire de médecine, París.

Tal y como muestran estos ejemplos, y también el libro Leviathan, la definición de “controversia científica” esgrimida por Raynaud es demasiado restringida y difícilmente aplicable en muchos casos donde, como en la polémica de Boyle y Hobbes, las cuestiones epistemológicas se entrecruzan con concepciones del orden social. Las formas de existencia condicionan la producción de saberes que, al mismo tiempo, pueden ser empleados para justificar jerarquías sociales. Las controversias sobre temas de ciencia, medicina y tecnología circulan por una gran variedad de espacios (laboratorios, academias, hospitales, industria, tribunales, prensa, parlamentos, etc.), cada uno con sus propias reglas acerca de las voces admitidas, el margen de cuestiones tratadas y los silencios necesarios, los estándares de prueba y los procedimientos de resolución. Todo ello, particularmente en las controversias sociocientíficas, condiciona el nacimiento, desarrollo y cierre de los debates. Esta variedad de situaciones hace difícil delimitar las controversias frente a debates esporádicos, polémicas construidas para otros fines o intercambios de puntos de vista sobre investigaciones en marcha. Por ello, y a pesar de los puntos de vista defendidos por Raynaud, se adoptará en este apartado una visión amplia de las controversias para poder incluir desde los enfrentamientos acerca de la filosofía natural y la teoría política de Boyle y Hobbes hasta los debates acerca de la generación espontánea, el cambio climático, la frenología, la experimentación animal o las vacunas.

 

 

José Ramón Bertomeu Sánchez
IILP-UV

 

Para saber más

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Lecturas recomendadas

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Fuentes

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Páginas de internet y otros recursos

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