—El remedio medicamentoso más popular en la historia de Occidente, antes de la industria farmacéutica.—

 

La triaca ha sido sin duda el medicamento más popular y utilizado a lo largo de más tiempo en la historia de Occidente, desde el siglo I hasta el inicio del siglo XX. Si bien en época helenística existieron numerosos compuestos llamados “triacas”, antídotos que eran eficaces contra las picaduras y mordiscos de diversos animales, se atribuye a Andrómaco, médico del emperador Nerón (54-68), la creación de la “gran triaca”. Esta estaba compuesta a partir de los ingredientes anteriores conocidos, cerca de ochenta, y la suma de la carne de víbora, aportación original del médico imperial, preparada en forma de trociscos.

Andrómaco cura a su hermano mordido por una serpiente. Tratado sobre la Triaca después de Galeno, 1217. Bibliothèque nationale de France. Ms. Arabe 2964 f. 17.

Galeno de Pérgamo (129-207), referente clave de la medicina occidental, fue un gran entusiasta de la triaca, a la que dedicó dos tratados. Estos textos fueron transmitidos al mundo bizantino, siríaco y árabe a través de traducciones diversas, la mayor parte de las cuales se han perdido. Sin duda, debemos a esta última tradición árabe su aportación más rica, variada y compleja, ya que le sumaron la reflexión teórica y su experiencia para aportar nuevas recetas atendiendo a los beneficios y riesgos de su uso ocasional o regular, los ingredientes a emplear o los principios que fundamentaban su eficacia. Para el mundo islámico, la triaca se convirtió en una panacea inaccesible y cara, ya que muchos de sus ingredientes debían llegar desde muy lejos; fue más bien consumida por los reyes, como lo había sido por los emperadores en la Antigüedad. No tenemos noticias de la triaca durante la Alta Edad Media en el Occidente latino y habrá que esperar al siglo XI para que ocupe un lugar relevante dentro del arsenal terapéutico y la reflexión teórica de los médicos. Gracias a las traducciones del árabe al latín y a la intensificación del comercio de las repúblicas italianas con Oriente será posible el acceso al remedio.

Albarelo de 1782 procedente de los Hospices de Beaune. Medicine traditions.

Durante la Baja Edad Media, la triaca se convirtió en un medicamento de prestigio, al cual los boticarios reservaban sus mejores envases, y ocupaba un lugar de honor en sus estantes. La mayor parte de los obradores de botica de la Mediterránea occidental lo poseían, aunque las cantidades y calidades que pudieron conservar eran bien diversas. Esta importancia sustancial y prestigio de la triaca no quita que alrededor de su prescripción y administración se suscitaran grandes disputas. Así ocurrió con el círculo médico de Montpellier en tiempos de Arnau de Vilanova (c. 1240-1311). Tanto él como su colega Bernard de Gordó (c. 1270-1330) redactaron sus propios tratados a propósito de las virtudes de la triaca. Arnau se mostró contrario a la opinión del médico andalusí del siglo XII, latinizado como Averroes, quien, siguiendo al gran médico persa Avicena (980-1037) y despreciando la opinión de Galeno, manifestaba que la triaca no se debía tomar cuando se gozaba de buena salud, ya que esto podía ocasionar un grave perjuicio. Arnau lo acusaba de haber hecho una pésima análisis de la triaca y de cómo actuaba sobre el organismo. En el Antidotari atribuido al gran médico valenciano, aunque él sólo fue autor de una parte, se evidencia un gran entusiasmo hacia las propiedades de lo que se consideraba domina medicinarum, por las variadas y grandes utilidades que tenía para el cuerpo humano por delante de cualquier otro medicamento.

Boticarios e inspectores examinan el proceso de preparación de la triaca en Bolonia. Aleardo Terzi. Reproducido por Domenico Ramponi (1818). Biblioteca dell’Archiginnasio, Bolonia. Wellcome Collection.

En realidad, el principio activo presente en mayor medida en la triaca era el analgésico del opio, y la mayor parte de sustancias que lo acompañaban, si exceptuamos algunas como el ajo, la pimienta y la escila, que tenían efectos laxantes, todas eran aromáticas y participaban en la ella en proporciones muy reducidas. Aunque era concebido desde un principio como un contraveneno, se constituyó como un remedio universal para las enfermedades más importantes del cuerpo, las del sistema nervioso, el aparato digestivo, el aparato respiratorio, las vías genitales y urinarias, las enfermedades de la mujer, las criaturas y los ancianos, y también remedio contra la peste. En términos galenistas, protegía de humores perniciosos flemáticos y melancólicos, restablecía la complexión adecuada, confortaba el corazón y el estómago, calmaba el dolor y alargaba la vida. Particularmente fue recomendado su consumo contra la peste en numerosos tratados y recetas, y se impuso a otros remedios tan populares en el galenismo como lo fue la flebotomía.

A la derecha del cuadro aparece un albarelo con la palabra “Triaca”. Jan van Eyck, San Jerónimo en su estudio, 1442. Detroit Institute of Arts. Wikipedia.

Los monarcas solían tomarla con regularidad y frecuencia bajo la supervisión estrecha de los médicos, ya que las instrucciones para su correcta administración eran muy minuciosas. Tenemos informaciones precisas al respecto relativas a los monarcas medievales de la Corona de Aragón, como Pedro el Ceremonioso y su hijo Juan, duque de Girona y heredero posteriormente del trono. Entre las provisiones suministradas por los boticarios a la casa real jamás faltaba este medicamento. No nos debe extrañar nada, puesto que el miedo de los grandes magnates a ser envenenados por parte de sus enemigos era muy grande, a veces fundamentada y otras exagerada. Sin embargo, el contacto permanente de la población con diversos productos tóxicos que se vendían con bastante libertad en las boticas y que se utilizaban cotidianamente, como el arsénico –habitual para eliminar roedores, pero también para preparar medicamentos o para elaborar pigmentos–, y el miedo a ser intoxicado, intencionada o accidentalmente, provocó que antídotos como la triaca se pudieran democratizar en cierta medida y que se conservaran en los hogares en pequeñas cantidades para consumir ante la menor sospecha. No hay duda de que la popularidad de este medicamento fue mucho más allá de los palacios reales y nobiliarios, y que penetró en todas las capas sociales. Síntoma de esto fue la utilización que hicieron predicadores en su discurso homilético de la triaca y una parte importante de su composición en clave metafórica. Así, san Vicente Ferrer (1350-1419) comparó la triaca como antídoto contra el veneno de la serpiente, que representaba el pecado, con la penitencia, la abstinencia, los ayunos, las privaciones y mortificaciones, que ayudaban a evitar las tentaciones, especialmente las propias de la lujuria. De modo parecido, la triaca era comparada, como antídoto, con la bendición de la comida, el remedio contra el veneno con el que la serpiente del paraíso intoxicó con su intervención todos los alimentos.

Hay que vincular esta democratización de las triacas a determinados personajes llamados en el contexto de la Corona de Aragón “triaqueros”. Fueron estos los que capturaban las serpientes y las proporcionaban a los boticarios para la elaboración de la triaca. Ahora bien, estos individuos no sólo traficaban con las serpientes, sino también con otros productos medicinales, que en algunos casos proporcionaban a los boticarios, y sobre todo con remedios preparados supuestamente prodigiosos. En este contexto, estos remedios podían recibir el nombre popular y genérico de “triaca”, entendida como panacea, sin corresponder a ninguna de las fórmulas especificadas en los antidotarios, menos aún a la triaca mayor o magna. 

Escena con triaqueros, cazadores, que con la ayuda de perros y pinzas de madera atrapan a las serpientes para venderlas a los boticarios. Johannes Stradanus, Venationes Ferarum, Avium, Piscium. Grabado núm. 60, 1615. Copper Hewitt, Smithsonian Design Museum.

Esta figura la podemos encontrar equivalente, en el contexto italiano desde los inicios del siglo XV, en uno de los populares sanadores (montanbanchi) llamados pauliani y ciurmatori. Estos eran individuos itinerantes que en los mercados de las ciudades manipulaban las serpientes y vendían remedios diversos para sus mordiscos y los de otros animales venenosos. Proclamaban tener unos conocimientos con los que ya habían nacido o bien los habían aprendido, que los hacía herederos directos de una tradición alrededor de la figura de san Pablo, según la cual este fue mordido por una serpiente y no sufrió ningún daño. con todo, hay que decir que hay constancia del riesgo enorme para sus vidas. Al fin y al cabo, la producción, venta y consumo de las diversas triacas pone en evidencia la existencia de una medicina de ricos, consumidores de la triaca de gran calidad, y una de pobres, acostumbrados a adquirirla en cantidad y calidad menor en establecimientos y a personajes diversos.

Ibn Butlân, Tacuinum sanitatis. Alemania, s. XVI. Bibliothèque nationale de France. Département des Manuscrits. Latin 9333, f. 51v.

Confeccionar una triaca de calidad a base de numerosos ingredientes, muchos de ellos especias desconocidas en Occidente, comportaba un contacto con los puertos de Oriente. Eso sólo estaba al alcance de ciudades como Venecia, que fue capaz de crear una triaca que alcanzó una gran fama. El medicamento, conservado en recipientes de plomo o estaño marcados con el sello de la república, era vendido por toda Europa. No fue, sin embargo, la única ciudad que popularizó la triaca. Todas aquellas que tenían una facultad de medicina cerca fabricaban la suya propia. Pero la clave de su éxito no radicaba en su composición, que seguía la ya tradicional y bien conocida desde la antigüedad, con determinadas variaciones locales, sino en la calidad de los ingredientes. Las ciudades tuvieron que regular su fabricación para evitar los fraudes y las falsificaciones, que fueron frecuentes. También los boticarios tuvieron que producirla en público, en escenarios que alcanzaban gran teatralidad, con ingredientes que habían sido verificados, y después conservarla en recipientes cerrados y sellados. Tales procedimientos fueron habituales en las ciudades europeas durante la época moderna.

La composición de la triaca fabricada durante el siglo XIX en países como Francia o Alemania, donde aún permanecía en las farmacopeas, estaba muy próxima a la de Andrómaco, tal como la había recogido Galeno. Sin embargo, hay que constatar que el conocimiento y el uso que se hizo de la triaca a lo largo de los siglos varió en función de los lugares y la época. Las recetas experimentaron variantes y modificaciones, adiciones y sustituciones a partir de la reflexión de médicos y boticarios para mejorar y adaptar su composición, sin desatender nunca la fórmula original. Los listados conocidos de diversas composiciones muestran una transmisión extraordinariamente compleja que va mucho más allá de las copias de los textos médicos y su traducción entre diversas lenguas. La triaca es testigo de la magnitud del legado galenista y de la tradición cultural compartida en el mundo mediterráneo, el próximo Oriente y el Occidente europeo desde la Antigüedad a la contemporaneidad.

 

 

Carmel Ferragud
IILP-UV

 

Para saber más

Puedes ampliar la información con la bibliografía y recursos disponibles.

Lecturas recomendadas

Karamanou, Marianna; Androutsos, George. Theriaca Magna: The Glorius Cure-All Remedy. Wexler, Philip, ed. Toxicology in Antiquity (Cap. 12). History of Toxicology and Environmental Health. Amsterdam: Elsevier; 2019. p. 175-184.

Estudios

Boudon-Millot, Véronique, dir. La thériaque. Histoire d’un remède millénaire. París: Les Belles Lettres; 2020.

Demeter, Béla Jozsef. Reappraising Piero di Cosimo’s serpents: the role of vipers in Renaissance Florence. Renaissance Studies. 2017; 32(4): 638-659.

Ferragud, Carmel; Cifuentes, Lluís. Triaguer. Sciència.cat DB voc76 (actualizada 18 Ab 2015; citada 8 Oct 2021). Disponible en este enlace.

De amore heroico / De dosi tyriacalium medicinarum, McVaugh, Michael R., ed. Arnaldi de Villanova Opera Medica Omnia  (AVOMO). Barcelona: Universitat de Barcelona-Fundació Noguera; 1985. Disponible en este enlace.

Nochels Fabbri, Christiane. Treating Medieval Plague: The Wonderful Virtues of Theriac. Early Science and Medicine. 2017; 12: 247-283.

Sorní i Esteva, Xavier. Controvèrsia entre apotecaris de Barcelona entorn a la triaga magna a les darreries del segle XV. In: IV Congrés d’Història de la Medicina Catalana [Poblet, 7-9 de juny de 1985, Actes]; 1985. Vol. 2. p. 391-394.

Páginas de internet y otros recursos

Hudson, Briony. Theriac: An ancient brand? Wellcome Collection (actualitzada 18 Dec 2017; citada 23 Oct 2021). Disponible en este enlace.

Tate, Adam. Mithridate & Theriac. The Noble Medicines Against all Poison & Infection. Medicine Traditions Collection (actualitzada 2017; citada 23 Oct 2021). Disponible en este enlace.