—La huella de las experiencias epidémicas en el pasado ha dejado una gran variedad de fuentes históricas para estudiar la diversidad de epidemias.—
La presentación epidémica de las enfermedades infecciosas ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia y ha estado marcada por los distintos contextos histórico-políticos, socioeconómicos, culturales y científico-sanitarios que se han sucedido, pero también ha contribuido a modelar la propia historia de la población humana. Son muy ilustrativas las frases que escribió el historiador de la medicina peruano Marcos Cueto a finales del siglo XX, con las que destacaba la actualidad de los fenómenos epidémicos, “las epidemias han pasado de ser catástrofes distantes, para convertirse en realidades trágicas”, y la fragilidad de nuestras sociedades cuando señalaba que “las epidemias regresan cada cierto tiempo para recordarnos nuestra vulnerabilidad”.
Es fácil compartir estas manifestaciones desde la experiencia pandémica de la covid-19. Sin embargo, a finales de los años setenta del pasado siglo el peligro infectocontagioso se ligaba a los países pobres, y los ricos se consideraban a salvo. Ese optimismo se apoyaba, entre otras cosas, en los potentes recursos médicos diagnósticos, preventivos (vacunas) y terapéuticos específicos (antibióticos, antivirales, sueros) para las infecciones y, sobre todo, en el control y posterior eliminación de la viruela en esa década. La “victoria” sobre una de las grandes amenazas seculares para los países occidentales hizo olvidar el fracaso anterior de la iniciativa de erradicación del paludismo en los años cincuenta y, sobre todo, quiso arrinconar la complejidad de las epidemias y la reflexión sobre estos fenómenos, sus causas y las formas más apropiadas de abordarlos para el bien de la humanidad.
La aparición del sida al inicio de los ochenta quebró ese optimismo, acercó nuevamente estas tragedias al mundo occidental, recordó nuestra vulnerabilidad, posibilitó una pequeña reflexión sobre la situación y que se acuñara el concepto de infecciones emergentes y reemergentes. Se mostró preocupación por la posibilidad de su extensión global, facilitada por las mejoras en el transporte, la intensificación del comercio mundial y el desplazamiento continuo de la población por ocio o necesidad, pero también por el efecto de la proliferación de conflictos con intervenciones internacionales y de las continuas modificaciones de los entornos. Nuevas preocupaciones llegaron cada vez que se sucedió alguno de los episodios posteriores, como la gripe aviar (1997), el Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS) (2003), la pandemia de gripe A (2009-2010), el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) (2012) y la epidemia de fiebre de Ébola (2014), aunque se produjeron pocos cambios relevantes.
Como señaló Charles Rosenberg hace treinta años, el estudio de las epidemias es muy valioso por cuanto constituyen un elemento de muestreo extraordinariamente útil porque proporcionan “objetos y experimentos naturales capaces de revelar los patrones fundamentales de los valores sociales y la práctica institucional”. Además, las epidemias se comportan como un corte transversal de la sociedad en la que tienen lugar, “que refleja una configuración particular de las formas institucionales y los supuestos culturales” en el momento en que suceden. Entre otras cosas, una situación crítica ayuda a hacer visibles las debilidades presentes en las sociedades, que permanecían escondidas.
Las epidemias son crisis sanitarias, pero no sólo. Son un tipo particular de catástrofe social multidimensional, muy dependiente del contexto particular en que asientan para su producción y su gestión. Todo ello pese a que, desde la aparición de la microbiología a finales del siglo XIX, su causa se atribuye a agentes biológicos cuya presencia es necesaria, pero no suficiente. Son resultado, por tanto, de la interacción de esos agentes con factores dependientes de las transformaciones medioambientales y otras cuestiones más o menos dependientes de la acción humana, tales como el colonialismo, los conflictos militares o, en términos más generales, las condiciones políticas, económicas, científicas, sociales y culturales. Las epidemias, a su vez, han moldeado y siguen moldeando la historia humana. A lo largo de los siglos distintas enfermedades se han sucedido y han cobrado protagonismo. Si la peste marcó a la sociedad europea desde la época medieval, en el siglo XVIII la viruela se transformó en el nuevo peligro en ambos hemisferios, particularmente para la población infantil. El tráfico de esclavos propició la difusión de la fiebre amarilla desde África hasta América en el Mundo Moderno y a Europa en el siglo XIX, cuando el cólera llegó también y la gripe alcanzó mayor protagonismo, junto a otras enfermedades de transmisión respiratoria como la tuberculosis, la difteria y el sarampión, favorecidas por las deplorables condiciones laborales y de vida ligadas a la Revolución Industrial. A ellas se añadió la poliomielitis en el siglo XX.
La aparición abrupta y su rápida difusión convierten a las epidemias en una experiencia inquietante a nivel colectivo e individual, percibidas como una amenaza grave para la salud y la vida del ser humano, particularmente cuando el número de casos y la mortalidad son elevados. Estas grandes mortandades han sido calificadas por la demografía histórica como mortalidad catastrófica, cuya disminución y posterior desaparición posibilitó la transición demográfica. Las epidemias son generadoras de desorden social provocado por las características de las enfermedades, el grado de incapacidad aguda que provoquen en la población que impida la realización de las tareas sociales imprescindibles y por las medidas adoptadas para su control. La población con frecuencia es presa del miedo en mayor o menor medida según se trate de una enfermedad conocida o totalmente desconocida, si se dispone de medidas eficaces o se carece de recursos. Aún en el primer caso, la incertidumbre sobre la eficacia de las medidas suele contribuir al mantenimiento del miedo e incluso a generar pánico. Otra nota común de las crisis sanitarias es la desconfianza que producen en la ciudadanía frente a las autoridades políticas y científicas.
El impacto de las epidemias va más allá de su coste demográfico. Tienen consecuencias económicas, políticas, sociales, profesionales, científicas, culturales (literatura, música, pintura) y, sobre todo, son grandes transformadoras de las sociedades que las sufren. Las crisis sanitarias exigen una respuesta urgente que suele generar importantes debates, por cuanto implica la toma de medidas y la involucración de protagonistas diversos: los personajes, los espacios y las tecnologías requeridos para su aplicación. Entre los primeros se encuentran los gobernantes, los médicos y otros profesionales sanitarios y los pacientes. Uno de estos personajes sería Cristofano di Giulio Ceffini, procurador de la peste de la ciudad italiana de Prato en 1630, y protagonista de la obra de Carlo Cipolla de 1976. Las leproserías, los hospitales para la peste y el lazareto de Maó (Menorca) son espacios representativos de la lucha histórica contra las enfermedades infecciosas, mientras que el pulmón de acero es una tecnología asociada a la presencia epidémica de la poliomielitis en el siglo XX y elemento clave de la creación de las unidades de cuidados intensivos (UCI). Desde mediados del siglo XIX, las conferencias sanitarias internacionales y, después, las organizaciones sanitarias internacionales adquirieron también protagonismo en la gestión de las epidemias.
Aislamiento, confinamiento, cuarentena, cordones sanitarios, pasaportes de salud, desinfecciones (de espacios, mercancías y personas) y otras medidas de higiene pública han sido adoptadas históricamente para afrontar las epidemias. A las que se añaden la atención sanitaria de las personas afectadas, las medidas socioeconómicas y, más recientemente, el uso de sueros y vacunas específicos, como la pandemia de covid-19 ha puesto de relieve. Elegir las medidas y el momento de tomarlas suele realizarse en medio de importantes debates protagonizados por los distintos personajes y marcados por la percepción del riesgo, que la prensa de información general (y ahora las redes sociales) modula desde su aparición.
Las experiencias epidémicas del pasado se pueden reconstruir mediante el manejo de fuentes diversas, a las que ha recurrido la historiografía para proporcionar información sobre su origen y cronología, las respuestas articuladas en condiciones de incertidumbre y su impacto demográfico, económico, social, político, científico, tecnológico y cultural. Hasta la instauración de los registros civiles (nacimientos, matrimonios, defunciones), los registros parroquiales (matrimonios, bautizos, entierros) fueron una fuente fundamental para evaluar el impacto demográfico, mejorada para periodos más recientes con las bases de datos de estadísticas sanitarias y completada en distintos momentos de la historia con los libros de registro hospitalario, los libros de los cementerios y la documentación de las casas de socorro. Junto a ello, es de gran utilidad la documentación procedente de archivos (municipales, provinciales, nacionales, hospitalarios, episcopales, de las academias de medicina y de farmacia y de las organizaciones sanitarias internacionales), los documentos legislativos, las monografías y el periodismo médico, el periodismo general, las fuentes literarias, iconográficas, materiales y orales.
La consulta de las monografías médicas, la correspondencia médica, las revistas científico-médicas (a partir del siglo XVII), las memorias de las academias (desde el siglo XVIII), los cuadernos de laboratorio y las actas de los congresos médicos y científicos (a partir del siglo XIX) permiten conocer el contexto científico en el que se desarrollan las epidemias, pero también el impacto científico-profesional de la crisis sanitaria en la ciencia y en las profesiones sanitarias, así como las respuestas ofrecidas por ellas durante el suceso epidémico y más allá de su finalización.
Si combinamos las fuentes anteriores con las actas municipales, provinciales y los diarios de sesiones de los parlamentos, no solo se obtendrá información sobre la respuesta de los poderes públicos, sino también sobre las relaciones entre ellos y los profesionales sanitarios, que pueden completar la visión científico-profesional. Con la documentación de sociedades de socorro mutuo o de la Cruz Roja se accede además a respuestas de la sociedad más allá de los poderes públicos, que permite dimensionar mejor el impacto de una epidemia en la ciudadanía y las insuficiencias estructurales. Las fuentes legislativas muestran el marco de actuación previo a la crisis sanitaria y los cambios impulsados por esa catástrofe social. La prensa de información general (y recientemente las redes sociales) recoge las críticas de la ciudadanía frente a los poderes públicos, los científicos y los profesionales sanitarios, pero también acerca parcialmente a las respuestas y reacciones de las personas que vivieron las crisis sanitarias. Aunque las mejores fuentes para conocer esa experiencia son los diarios y las fuentes orales de quienes fueron sus protagonistas. Las fuentes mencionadas manejadas conjuntamente proporcionan también información sobre el inicio y desarrollo cronológico de las epidemias.
El empleo correcto de las fuentes requiere considerar su autoría, contexto e intención en su elaboración. La evolución registrada en la historiográfica histórico-médica se ha trasladado al estudio de las experiencias epidémicas del pasado y ha tenido impacto en el número y tipo de fuentes empleadas y en su lectura. Las obras de cronistas e historiadores antiguos y las historias de los médicos dieron paso al enfoque de la historia social de la medicina en los años ochenta del pasado siglo, que combinaba la perspectiva constructivista, recursos de la demografía histórica, de la historia cultural y de la historia institucional y mostraba mejor la complejidad de los fenómenos epidémicos.
A su análisis proporcionaron nuevas dimensiones la antropología, los estudios de género y de la percepción del riesgo, la historia de las tecnologías y de la innovación tecnológica, la historia de las vacunas y de la vacunación, la historia del colonialismo, la historia de las emociones y la historia de los organismos internacionales, que han alcanzado nuevo valor en el siglo XXI. En este siglo se ha propuesto también el papel que la teoría del actor-red (Actor Network Theory), que considera actores no solo a los humanos, sino también a los objetos y los discursos, puede desempeñar en el análisis de los debates y controversias que se suscitan durante las epidemias. No se deben olvidar tampoco las aportaciones desde disciplinas bien consolidadas como la historia de la literatura, del arte, de la música y del cine. Ni lo que la corriente reciente de los Animal Studies, aún en construcción, podría aportar al estudio histórico de las epidemias en el futuro, dado el protagonismo de las virosis zoonóticas en las últimas décadas.
Todas estas herramientas y enfoques valiosos facilitan una lectura de la enfermedad en sus dimensiones más explosivas en el pasado, desde la historia de la ciencia, de la técnica y de la medicina, que muestra la complejidad que encierran estas manifestaciones y es clarificadora y sumamente interesante para comprender nuestro presente y nuestro futuro, con estas compañías no deseadas, que han caminado paralelamente a la humanidad desde sus inicios y han desempeñado un relevante papel en las grandes transformaciones históricas registradas.
María Isabel Porras
UCLM
Rosa Ballester
UMH
Para saber más
Puedes ampliar la información con la bibliografía y recursos disponibles.
Lecturas recomendadas
Cueto, Marcos. El regreso de las epidemias. Salud y sociedad en el Perú del siglo XX. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1997.
Rosenberg, Charles E. Explaining Epidemics and Other Studies in the History of Medicine, Cambridge: CUP, 1992.
Estudios
Arrizabalaga, Jon. El desafío de las enfermedades (re)emergentes, los límites de la respuesta biomédica y el nuevo paradigma de salud global. História, Ciências, Saúde – Manguinhos, 2021; 28(1):255-281.
Bernabeu-Mestre, Josep. Pandèmia. Quan el passat és el pròleg del futur. Picanya, Edicions del Bullent, 2022.
Cipolla, Claudio, Cristofano e la peste. Bolònia, Editrice il Mulino, 1976.
Cueto, Marcos. La salud internacional y la Guerra Fría.. Erradicación de la malària en México, 1956-1971. México: Universidad Nacional, 2013.
Porras Gallo, María Isabel. La gripe española, 1918-1919. Madrid: La Catarata, 2020.
Rodríguez Ocaña, Esteban. Caracterización histórica de las epidemias. En: Campos Marín, Ricardo, Perdiguero Gil, Enrique, Bueno Vergara, Eduardo (coords.) Cuarenta historias para una cuarentena. SEHM, 2021.
Páginas de internet y otros recursos
Bertomeu Sánchez, José Ramón (2020). Epidemias y Sociedades (I): Las lecciones históricas de las primeras pandemias del siglo XXI. 18/04/2020. Disponible en este enlace.
Bertomeu Sánchez, José Ramón (2020). Epidemias y Sociedades (II): Perspectivas históricas desde la larga duración. 23/04/2020. Disponible en este enlace.
Chotiner, Isaac (2020). How Pandemics Change History. [An interview with F. Snowden]. The New Yorker. 02/03/2020. Disponible en este enlace.
Coronavirus. Perspectives històriques (III). Disponible en este enlace.
Dynamis. Artículos acerca de epidemias en la historia. (2020, abril 2). Disponible en este enlace.
History of Epidemics Resources. Disponible en este enlace.
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SEHM. (2020). Epidemias y salud global. Disponible en este enlace.
Societat Catalana d´Història de la Ciència. En temps de covid-19. Disponible en este enlace.