—Los pulmones de acero y las unidades de enfermos críticos entran en los espacios hospitalarios y en la vivencia occidental de la enfermedad.—
La historiografía de las tecnologías médicas ha sufrido en las dos últimas décadas una importante renovación. Más allá del estudio focalizado solamente en los instrumentos, frente al tradicional mantenimiento del concepto de “máquina”, como un artefacto físico utilizado para el diagnóstico o el tratamiento, el espectro se ha ampliado a cuestiones como el impacto de las tecnologías en la organización de la actividad asistencial e investigadora; los procesos, los conocimientos y los significados ligados a su utilización; y los cambios profesionales que tienen que desarrollarse tras su implantación. Desde esos puntos de vista, las tecnologías médicas han sido uno de los ejes centrales de la medicina a partir del siglo XX con la implantación de un modelo de medicina tecnológico y hospitalocéntrico. Un ejemplo histórico de la fecundidad de estos enfoques es el de la creación de las unidades de enfermos críticos y, directamente ligada a su aparición, la incorporación de los respiradores artificiales.
La creación de unidades especializadas en el tratamiento de enfermos críticos es una novedad contemporánea. Se considera un paciente como crítico cuando se encuentra en situación clínica de disfunción o fracaso de uno o más órganos, con riesgo vital, real o potencial, lo que requiere asistencia sanitaria especializada y continuada en un área específica que ha recibido varios nombres a lo largo del tiempo: medicina crítica, medicina intensiva, etc. En estos espacios se aplican medios de tratamiento de soporte vital
No fue hasta el siglo XX cuando se desarrollaron en los hospitales las unidades dedicadas al paciente crítico. Fueron propiciadas por las epidemias de poliomielitis que asolaron extensas zonas del continente europeo y de América. Las personas enfermas de poliomielitis sufrían diversos tipos de dolencias. En algunos casos se veían afectadas las neuronas motoras de las astas anteriores de la médula espinal, lo que provocaba la parálisis de los miembros inferiores. Las formas más graves, con afectación del bulbo raquídeo, comprometían los músculos respiratorios y la vida del paciente, por lo general infantil, porque no se disponía de terapias efectivas. La fisioterapia y la rehabilitación física jugaron su papel, pero sus efectos eran restringidos en muchas ocasiones. Además de las epidemias de poliomielitis, la atención a heridos de las guerras de Corea y Vietnam jugó un papel crucial en el desarrollo de estas unidades. El año 1950 supuso un hito al crearse la primera unidad de este tipo en el Hospital Peter Brigham de Boston. En España, la primera unidad se creó en 1966 en la Clínica de la Concepción de Madrid, gracias a la iniciativa del gran internista Carlos Jiménez Díaz.
La posibilidad de prolongar la vida con medios artificiales se hizo realidad a partir de 1961 con Peter Safar (1924-2003). Este médico de origen vienés se exilió en los EE. UU. durante los años del ascenso del nazismo y se convirtió en uno de los pioneros de la aplicación y difusión de los denominados “primeros auxilios”. En 1950, Safar creó un área de cuidados intensivos en la que mantenía a los pacientes sedados y ventilados. Las epidemias de poliomielitis obligaron a concentrar a los pacientes con parálisis respiratoria en unidades llamadas de “respiración artificial”. Los sistemas de respiración artificial fueron quizá los ingredientes más relevantes para definir y hacer posible estas unidades, dado que permitieron establecer el concepto integrado de reanimación cardiopulmonar y cerebral.
El primer pulmón de acero (en inglés iron lung) era un ventilador de presión negativa que fue instalado en 1927 en el hospital Bellevue (Nueva York). Fue utilizado por primera vez el 21 de octubre de 1928 en el Children’s Hospital de Boston (Massachusets), en una niña en estado inconsciente que presentaba problemas respiratorios. La rápida recuperación, tan solo unos segundos después de entrar en la cámara metálica, sirvió para popularizar el “Drinker Respirator”, un diseño de Philip Drinker (1894–1972) y Louis Agassiz Shaw Jr. (1886-1940), catedráticos de higiene industrial en la Harvard School of Public Health.
El diseño original del aparato consistía en un tanque cilíndrico rígido de acero donde se introducía al paciente, que se ubicaba dentro de la cámara central. Una puerta permitía que la cabeza y el cuello permanecieran libres, mientras que el resto del cuerpo quedaba en un compartimento sellado herméticamente. Se bombeaba un flujo de aire que, sucesivamente, reducía e incrementaba la presión dentro de la cámara, particularmente, en el tórax. Al disminuir la presión en el pulmón de acero, los pulmones del paciente se expandían y, a través de su nariz, el aire entraba desde el exterior de la cámara y le permitía mantener llenos sus pulmones. Por el contrario, cuando la presión del pulmón de acero aumentaba, se producía la expulsión del aire de la persona porque su pecho se comprimía. Con ello se conseguía modificar periódicamente la presión intratorácica y que el pulmón de acero imitara la acción fisiológica de la respiración y propiciara que el aire fluyera hacia dentro y hacia fuera de los pulmones.
Pero esto solo fue el comienzo. La aparición de este nuevo instrumento en una situación epidémica de poliomielitis, que generaba una gran alarma social, produjo modificaciones en varios frentes. Por un lado, la demanda por parte de los hospitales de todo el mundo, en especial norteamericanos y europeos, fue enorme. También lo fue la capacidad de construcción, limitada en las primeras fases por la lucha por la patente del respirador principalmente. La disputa involucró, por un lado, a la Universidad de Harvard, que apoyaba que la patente se le asignara a la compañía Warren Collins Inc, que había participado con Drinker en el diseño. Por otro lado, se encontraba un inventor de dispositivos biomédicos, John Haven Emerson (1906-1992), quien fue capaz de mejorar técnicamente el respirador Drinker hacia 1931 y logró un aparato más económico, silencioso y funcional. La pugna por la patente, que llegó a los tribunales, fue ganada finalmente por Emerson.
Los hospitales fueron recibiendo los pulmones de acero en los años 40 y 50 del siglo pasado. Tuvieron que habilitarse salas especiales, como sucedió en España, por ejemplo, en el Hospital del Niño Jesús de Madrid y en el Hospital de la Malvarrosa o la Casa de Socorro en Valencia. Tal y como ha estudiado Alfons Zarzoso en otro apartado, a finales del mes de abril de 1953 se anunciaba la entrega de algo más de 150 000 pesetas al Hospital Clínico de Barcelona para la adquisición de un pulmón de acero destinado a la sala de urgencias. La introducción de estos instrumentos requirió habilitar espacios físicos específicos y personal médico y de enfermería bien formado en su utilización. Además, la gravedad de la epidemia hizo que, en muchas ocasiones, no hubiera suficientes aparatos para todos los niños que los necesitaban. Multitud de testimonios médicos subrayan la angustia de la toma de decisiones cuando se elegía a los niños que debían ser tratados con el limitado número de pulmones de acero: ¿se debía priorizar al niño más grave, aquel que tenía más urgencia por estar ahogándose, pero tenía pocas posibilidades de salir adelante? ¿Al menos grave? El dilema era terrible y las traqueotomías solo aliviaban el problema. En ocasiones se hacía un uso excesivamente extensivo de las mismas, con secuelas posteriores.
La National Foundation for Infantyle Paralisis (NFIP) fue promovida por el propio presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, que estaba afectado también por poliomielitis. Fue la institución que más recursos destinó a la creación de respiratory centers para la formación de personal sanitario (médicos, técnicos especializados y enfermeros) y la atención a este tipo de pacientes que, en ocasiones, pasaban meses dentro del aparato. Otra de sus contribuciones fue la creación de unidades móviles que podían desplazarse a donde hiciera falta. Los testimonios y vivencias de personas enfermas que permanecieron durante largos espacios de tiempo dentro de las máquinas han quedado reflejados en el cine y en la literatura.
No obstante, fue en 1952 cuando el revolucionario método de tratar la insuficiencia respiratoria aguda fue mejorado como respuesta al devastador brote de polio registrado ese año en Copenhague. Ante la insuficiencia de equipos de presión negativa y los malos resultados de su aplicación a pacientes con afectación bulbar, se buscaron nuevas vías para optimizar la ventilación artificial y se exploraron las posibilidades de la ventilación con presión positiva empleada por la anestesia moderna. Para ello, se contactó el 25 de agosto de 1952 con el médico anestesista danés, Bjørn Aage Ibsen (1915-2007). Dos días más tarde, el 27 de agosto, el primer paciente recibió un tratamiento que combinaba la traqueotomía con la ventilación con presión positiva manual aplicada con una bolsa. El procedimiento requería personal sanitario bien entrenado para su aplicación efectiva. Se aplicó a grupos de 40 a 70 pacientes diarios durante varias semanas, con la ayuda de unos doscientos estudiantes de medicina formados para utilizar la bolsa de Ibsen en la ventilación. Se consiguió así un descenso significativo de la mortalidad por poliomielitis hasta un 40%, es decir, la mitad aproximadamente de los fallecimientos antes de la nueva técnica (80%). La ventilación con presión positiva reemplazó rápidamente al pulmón de acero en toda Europa. Estos últimos fueron desapareciendo de los hospitales con la llegada de nuevos ventiladores que controlaban la respiración a través de la intubación de las vías respiratorias y, sobre todo, tras el éxito alcanzado por los programas mundiales de vacunación contra la poliomielitis, que han logrado su casi erradicación.
Como se ha comentado antes, los nuevos espacios físicos donde se ubicaron los ventiladores pueden considerarse el origen de las unidades de vigilancia intensiva, un hito en la medicina contemporánea. Por ello, el asunto constituye un modelo de estudio para la historiografía de las tecnologías médicas al aunar los problemas de los aspectos técnicos del instrumento con las necesidades generadas por la creación de nuevos espacios y nuevas competencias profesionales. La cuestión también obliga a tratar el peliagudo tema de las patentes de los instrumentos médicos, así como la respuesta dada a preocupaciones sociales de envergadura, lo que obliga a adoptar perspectivas relativas a la historia de las emociones, en especial, el concepto de compasión. Numerosos testimonios de todo tipo de profesionales que intervinieron en la puesta en marcha de los pulmones de acero dan cuenta y razón de ello.
Rosa Ballester
UMH
María Isabel Porras
UCLM
Para saber más
Puedes ampliar la información con la bibliografía y recursos disponibles.
Lectures recomanades
Howell, Joel D. Technology in the hospital: transforming patient care in the early twentieth century. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1995.
Porras Gallo, María Isabel, Ayarzagüena Sanz, Mariano, de las Heras Salord, Jaime y Baguena Cervellera. María José. (coords.). El drama de la polio. Un problema social y familiar en la España franquista. Madrid: Los libros de la Catarata, 2013.
Estudis
Ballester Añon, Rosa. Tecnología y tratamientos no ortodoxos al servicio de los niños poliomielíticos: La compasión como fuerza transformadora (1940-1960). Revista Salud, Historia y Sanidad 2021; 16(1): 3-10. Disponible en aquest enllaç.
Casabona J, Santos R, Lillo M. Historia y evolución de la ventilación mecánica. En: Manual de ventilación mecánica para enfermería. Madrid: Editorial Panamericana, 2017, p.1-9.
Fresquet, José, Luis. Biografías. Peter J. Safar (1924-2003) (23 de agosto 2009). Disponible en aquest enllaç. [Consultat 15 de gener de 2022].
Gómez Rubí, Juan Antonio. Desarrollo histórico de la medicina crítica. Ética en medicina crítica. Madrid : Triacastella, 2002.
Gould, Tony. A Summer Plague. Polio and its Survivors. New Haven:Yale University Press, 1995.
Lawrence-Mackey. Farrah. Iron lung as metaphor. Science Museum Group Journal, issue 15, 2021. Disponible en aquest enllaç.
Marks, Harry. Medical technologies: social contexts and consequences. In: Bynum, William., Porter, Roy (eds.), Companion Encyclopaedia of the History of Medicine. Londres: Routledge, vol. 2, 1993, p. 1592-1618.
Martínez Pérez, José. (coord.). La poliomielitis y sus contextos: experiencias colectivas e individuales ante la enfermedad en el siglo XX. Asclepio. 2009, 6(1):7-192.
Menéndez Navarro, Alfredo, Medina Domenech, Rosa (coords). Tecnologias médicas en el mundo contemporáneo : una visión histórica desde las periferias. Dossier. Dynamis 2004 ; 24 : 15-26.
Porras Gallo, María Isabel.; Ballester Añón, Rosa. The incorporation of medical technology for the treatment of the acute stage of poliomyelitis in Spain. Trabajo presentado en la Seventh European Social Science History Conference, Lisboa (Portugal).2008. Disponible en aquest enllaç.
Rodríguez Sánchez, Juan Antonio. Poliomyelitis after poliomyelitis.Lights and shadows of the eradication. And introduction. Hygiea Internationalis,2015, 11(1): 7-32.
Smallman-Raynor.Mathew, Cliff, Andrew. Poliomyelitis: Emergence to Eradication Oxford, 2006.
Stanton, Jennifer. Supported lives. In: Roger.Cooter y John. Pickstone, J. (eds). Companion to Medicine in the Twentieth Century. London: Routledge, 2003: p. 607-609.
Zarzoso, Alfons. Pulmones de acero en la Barcelona franquista: de respuesta a la poliomielitis a las unidades de curas intensivas. In: In Margarita Vilar-Rodríguez y Jerònia Pons-Pons (Eds.) Los hospitales y las pandemias en España e Italia desde una perspectiva histórica. Alicante: Publicaciones de la Universidad de Alicante 2022 (en prensa).
Fonts
Corominas Beret, Frederic., Batalla Roselló, J., Arbat, J. Poliomielitis respiratorias tratadas con pulmón de acero. Estadística del Centro Antipoliomielítico Municipal, 1957-1960. Medicina Clínica, 1961, 37: 115-117.
Hawkins, Leonard., Lommasc, Milton. The man in the irong lung: the Frederivk Snite Jr. Story. Kingswood, Surrey: The World´s Work, Ltd, 1956.
Maxwell, John. The iron lung: halfway technology or necessary step. New England Journal of Medicine, 1971, 285: 1366-1388.
Monfort Gómez, G. Consideraciones sobre la respiración artificial y el pulmón de acero. Anales del Cuerpo Municipal de Beneficencia y Sanidad, 1950, 1:238-245.
Selfa, José. El pulmón de acero y su uso en pediatría. Anales del Cuerpo Municipal de Beneficencia y Sanidad, 1950, 1: 235-237.
Pàgines d’internet i altres recursos
World Polio Day: The History of Polio. Disponible en aquest enllaç.
The Iron Lung. Disponible en aquest enllaç.
How the Iron Lung Saved Lives. Disponible en aquest enllaç.