—Leer artefactos, recrear prácticas y manipular objetos para comprender la ciencia.—

 

—¿No la sientes? —bromeó Wyndam-Matson—. ¿La historicidad?

 

—¿Qué es eso?

 

—Valor histórico. […] Uno tiene historicidad, mucha. El otro nada. ¿Puedes sentirla? —Wyndam-Matson tocó ligeramente con el codo a la muchacha—. No, no puedes. No sabes cuál es cuál. No hay ahí «plasma místico», no hay «aura».

Philip K. Dick, El hombre en el castillo (1962)

 

A modo de ucronía, Philip K. Dick se refirió a un encendedor Zippo que habría pertenecido al presidente Franklin D. Roosevelt y se encontraría en el bolsillo de su pantalón en el momento de haber sido asesinado. En manos de un anticuario insurgente, ese objeto posee una historicidad que no tiene el resto de encendedores fabricados en serie por la empresa que les dio nombre. Se trataba de objetos de consumo de masas que, vinculados con el ejército de Estados Unidos, alcanzaron un apogeo comercial después de la Segunda Guerra Mundial. Todo es hipotético y contrafactual en la novela ya clásica de Dick: Roosevelt es asesinado y los vencedores de la guerra son los gobiernos alemanes y japoneses que rigen los destinos del mundo y tienen un aprecio exótico por cualquier objeto característico de la antiguamente hegemónica civilización estadounidense. Este objeto cotidiano tendrá “historicidad” —sinónimo de valor para unos y para otros, pero por motivos diferentes—. Los objetos materiales tienen historicidad. ¿Quién la desentrañará? El desentrañador que la desentrañe buen historiador será.

La indagación de la materialidad ha producido grandes cambios en áreas de estudio tan diversas como la historia social, la historia de la religión, la historia del arte, la historia de la ciencia, la filosofía política, las bellas artes, la sociología de la tecnología o la teoría feminista, con la estela de las aportaciones de la arqueología y la antropología. En algunas de estas disciplinas la referencia común a la cultura material es ambivalente, pues se puede referir concretamente al papel de lo material y su producción, así como a los objetos físicos que lo representan. Es el caso de la historia de la ciencia, la técnica y la medicina, que desde hace casi un siglo ha ido incorporando de diferentes maneras y en diversas fases esta aproximación.

Portadas de catálogos de instrumentos científicos publicados en diversos períodos por Alice Babette Schloss (Mme Heymann) (1911), coleccionista privada residente en París; Robert T. Gunther (1932), fundador del Museum of the History of Science de la Universidad de Oxford; Henri Michel (1966), ingeniero, coleccionista e historiador belga; y Mary Holbrook (1992), conservadora, que coordinó el inventario nacional británico dentro de la iniciativa del inventario mundial de la UNESCO.

Durante el Renacimiento, la asociación de la imprenta con la práctica del coleccionismo científico en los gabinetes de curiosidades hizo emerger el catálogo impreso de la cultura material como instrumento de comunicación e investigación. Su composición y puesta en página, relato, listados, taxonomía, descripciones y representaciones visuales comenzaron a definir un nuevo género de literatura que tendría gran impacto para los estudios de la cultura material de la ciencia. En los siglos siguientes se desarrollarían catálogos de colecciones especializadas privadas y públicas, así como selecciones temáticas de objetos dentro de museos generalistas o de múltiples instituciones. Al mismo tiempo se redefinieron constantemente los objetivos y las prácticas del coleccionismo científico. A partir de la implantación de internet como servicio público en la última década del siglo XX se desarrollaron catálogos electrónicos impulsados por algunos de los principales museos europeos de historia de la ciencia, con ejemplos pioneros como Epact.

A partir de 1946, en un continente europeo devastado por la Segunda Guerra Mundial, se impulsó una comisión para la producción de un inventario mundial de instrumentos científicos de interés histórico, en el marco de la recientemente creada Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Integró a una comunidad diversa de investigadores interesados en la cultura material de la ciencia a través de su conexión con las recién creadas Union Internationale d’Histoire des Sciences (actualmente DHST-IUHPST) y Conseil International des Musées (actualmente ICOM). En este último se estableció un comité de museos científicos, técnicos, etnológicos y de historia natural, con representantes del Palais de la Découverte (París), Science Museum (Londres), Musée de l’Homme (París) y Smithsonian Institution (Washington D.C.). Concurrieron desde profesionales de museos a historiadores de la ciencia, la técnica o la medicina vinculados a instituciones universitarias, pasando por historiadores de otras especialidades, ingenieros, científicos, geógrafos y coleccionistas. Algunos de ellos, como Henri Michel, Francis Maddison, Maurice Daumas, Derek J. de Solla Price, Silvio Bedini o I. Bernard Cohen articularon a partir de 1952 una nueva organización internacional dedicada específicamente al estudio de la cultura material de la ciencia, la Commission des Instruments Scientifiques (actualmente Scientific Instrument Commission).

La comunidad de investigadores de la cultura material de la ciencia entre los años 50 y 70 produjo desde panorámicas generales de la fabricación de instrumentos científicos en países como Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos hasta estudios de caso de instrumentos o familias de instrumentos específicos, con un predominio de los períodos antiguo y moderno y de los instrumentos vinculados con la astronomía, matemáticas, geografía, navegación y horología. Para finales de la década de los 70 existían ya meticulosas biografías de objetos totémicos para la ciencia, como el telescopio, el microscopio, el barómetro o el termómetro. También existió un foco esencial en el estudio de materiales como el vidrio y los metales, como elementos cuya producción y trabajo pueden haber definido gran parte de la instrumentación científica entre la Antigüedad y el desarrollo de la electrónica. A partir de la década siguiente, sin embargo, se empezó a popularizar de manera extensiva el estudio de la cultura material dentro de la historia de la ciencia a través del giro práctico propugnado por el socioconstructivismo.

Dos de los instrumentos científicos más investigados a lo largo de la historia: el telescopio y el microscopio. Telescopio de Galileo conservado en el Museo Galileo y microscopio Zeiss, donado por esta empresa al Deutsches Museum.

La sociología del conocimiento científico, con el apoyo del método etnográfico, renovó en la década de los 80 la forma de entender la ciencia como producto de la cultura humana y abrió la puerta al desarrollo de una epistemología y sociología histórica en la que el discurso de la materialidad jugaba un papel fundamental. Aportaciones como las de Steven Shapin, Simon Schaffer, Peter Galison, David Gooding, Trevor Pinch o Mario Biagioli, sobre objetos como la máquina neumática, los prismas de Newton, los aceleradores de partículas, los registros y representaciones visuales producidas por la experimentación con instrumentos, o las culturas epistemológicas del conocimiento científico en espacios tan alejados como la corte renacentista, las primeras sociedades científicas y el laboratorio de física de partículas, revelaron algunos de los resultados más notables de este giro metodológico e historiográfico.

Si bien en estos trabajos no se utilizaron los instrumentos científicos como fuente directa de estudio, la investigación sobre la producción experimental de los hechos científicos mediante el análisis de textos mostró las dificultades en la ejecución de experiencias y legitimación del conocimiento científico, una pluralidad de actores, objetos y espacios y el papel social de la comunicación en la misma construcción de conocimiento. Abrieron nuevos caminos y contribuyeron a popularizar la cultura material de la ciencia como un interés no solo para especialistas y conocedores sofisticados, sino para cualquier historiador de la ciencia.

El estudio de las experiencias científicas y de su reproducción en distintos lugares, entendidos como aspectos centrales en el establecimiento de hechos científicos, señaló la necesidad de estudiar el laboratorio y su geografía en transformación desde los siglos XVII y XVIII a la contemporaneidad. En el laboratorio, como resultado de la manipulación de aparatos, despliegue de técnicas y producción de resultados, se desarrollan prácticas de representación textual y visual, lenguajes codificados no siempre determinados por lógicas deductivas. El pragmatismo y la contingencia juegan también un papel decisivo. Además, estos objetos, las experiencias y las técnicas pueden viajar y transformarse al circular entre espacios y adaptarse a las condiciones locales. En el tránsito al mundo contemporáneo se pasó de espacios privados y reducidos a instituciones públicas y a corporaciones empresariales con abundante personal, capaces de movilizar gran cantidad de materiales, artefactos y información.

El estudio de la cultura material de la ciencia ha comportado también salir del laboratorio para considerar múltiples e inesperados lugares, no necesariamente institucionalizados: desde una tienda de óptica a una mina, desde un quirófano al taller de un artista, desde un jardín al mar o a campo abierto, desde una perrera o un conejero doméstico a un estabulario transparente. En esa diversidad de espacios los actores se multiplican, van más allá de un trabajo individual y aislado, manipulan gran variedad de objetos y producen una pluralidad de sistemas semióticos, de formas de comunicación material, visual y no verbal.

En el mundo contemporáneo, la sociedad mercantilista e industrial, bajo un sistema de producción capitalista, el despliegue del comercio (personas, objetos e información) se ha considerado como un motor de producción del conocimiento científico. Un trabajo de articulación material y conceptual entre los medios de transporte, las arquitecturas y los medios de comunicación y la construcción de los estados y el fomento de las ciencias que habrían permitido construir la nación y dominar el territorio. El estudio de las condiciones materiales en el desarrollo de la actividad científica ha revelado la magnitud de la agenda de investigación de la historia de la ciencia.

Participantes en el último simposio de la Scientific Instrument Commission, Atenas 2002.

En la actualidad, la acumulación y variedad de las investigaciones sobre cultura material de la ciencia es ingente. La historización de los objetos, colecciones, materiales y sus prácticas asociadas ha pasado por giros sociológicos, epistemológicos, visuales, materiales o lingüísticos que han asentado una concepción materialista del conocimiento. A pesar de las barreras educativas e institucionales que continúan separando al letrado académico del trabajador manual y del museólogo, desde hace más de medio siglo el historiador de la ciencia, la técnica y la medicina ha venido a aceptar que su oficio ha de pasar por el estudio de cosas que hablan (objetos, representaciones, técnicas, prácticas), la lectura de artefactos que nos permiten pensar y aprender a través de la materialidad.

 

 

Josep Simon
IILP-UV

Alfons Zarzoso
UCM

 

Cómo citar este artículo:
Simon, Josep, y Zarzoso, Alfons. Materialidad. Sabers en acció, 2023-10-04. https://sabersenaccio.iec.cat/es/materialidad/.

 

 

Para saber más

Puedes ampliar la información con la bibliografía y recursos disponibles.

Lecturas recomendadas

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Fuentes

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Páginas de internet y otros recursos

Artefacts

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